Muchos jóvenes (y adultos) quizás se pregunten qué significa el concepto de masculinidad, esa palabra tan manida que aparece en debates, mesas redondas y talleres dirigidos a hombres. Algunos la asociarán a un tipo de hombre al que aspiran parecerse, y otros del que prefieren distanciarse.
“La masculinidad no es un conjunto de estereotipos fijos ni una foto inmutable. Se trata de un lugar existencial en el que se nos coloca al nacer, que otorga a los hombres una serie de privilegios frente a las mujeres”, resumió ayer el sociólogo Olmo Morales durante unas jornadas sobre feminicidios y otras formas de violencia contra las mujeres, organizadas por el Departament de Interior, Mossos d'Esquadra y el Institut de Seguretat Pública de Catalunya (ISPC).
Muchos jóvenes se encuentran en una situación de “vértigo de género”
El debate contó también con la participación del psicólogo y profesor de la Universitat de Girona (UdG), Joan Roa, en una mesa moderada por la jefa del gabinete de Seguridad y Políticas Transversales, la también psicóloga Alba Alfageme.
“Lo que caracteriza a la masculinidad es el disfrute de esas ventajas, que implican mayor reconocimiento social, libertad de movimiento y la posibilidad de tomar decisiones vitales con menos limitaciones, entre otras”, señaló Morales. Todo ello se traduce en una sensación de “impunidad” en las relaciones con las mujeres que, de forma inconsciente, los hombres tienden a perpetuar.
Alfageme recordó que un 30% de los hombres jóvenes, de entre 18 y 25 años, que viven en Catalunya se posiciona hacia planteamientos más a la derecha, en comparación con el 10% de las mujeres, de esa misma franja de edad, según la última encuesta del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS). No obstante, muchos chicos o jóvenes adultos se encuentran en una situación de “vértigo de género”, es decir, desubicados por el miedo y la confusión ante los cambios en los roles de género y las expectativas asociadas.
“Aunque se declaran más machistas, tienen comportamientos menos machistas que sus padres. No niegan la igualdad, pero se encuentran con contradicciones que no saben cómo resolver”, puntualizó Joan Roa. Muchos jóvenes rechazan identificarse como “feministas” y, por eso, más allá de las etiquetas, señala, lo que les define es aquello que hacen y no lo que dicen.
Faltan referentes masculinos positivos. Debemos trabajar con hombres, hacerlos sentir interpelados y partícipes de la solución”
En este sentido, el psicólogo recordó de la necesidad de educar “antes de que lo hagan los algoritmos”. “Faltan referentes masculinos positivos. Debemos trabajar con hombres, hacerlos sentir interpelados y partícipes de la solución”, añadió.
Roa destacó también que las redes sociales se han convertido en un espacio en la construcción de identidad de los jóvenes, en un contexto marcado por falta de perspectivas y frustración. “Las redes actúan como cámaras de eco, donde se consumen unos contenidos que refuerzan creencias existentes y fomentan la polarización”.
Olmo Morales subrayó que la igualdad no implica que los hombres “ganen”, sino que exige renunciar a ciertos privilegios. Para avanzar, es necesario derribar la autojustificación, un mecanismo muy presente, expresa, en los hombres cuando niegan o excusan conductas machistas. Y remarcó: “El cambio no puede basarse en el beneficio personal, sino en el vínculo con el otro, en la empatía, pero también en la renuncia”.
Antes de cerrar el encuentro, el psicólogo Joan Roa recordó que la masculinidad tradicional también afecta a la salud mental de los hombres. Para ello, citó un dato recurrente en los debates sobre género: tres de cada cuatro suicidios son masculinos, una cifra que no es baladí. El estudio La Caja de la Masculinidad de Fad Juventud ya plasmó que los problemas psicológicos y las ideaciones suicidas aumentan en aquellos jóvenes con creencias y valores tradicionales asociados a la masculinidad hegemónica.
“Los hombres aprendemos a reprimir nuestras emociones. Si muestro tristeza o vulnerabilidad, obtengo menos aprobación social, y eso tiene un precio que acabamos pagando”, explicó. Aunque estos “costes” no deben servir de excusa, sí muestran la urgencia de promover nuevas formas de relacionarnos para evitar que esa violencia siga dirigida hacia uno mismo, hacia otros hombres y hacia las mujeres.



