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Lidia y Ana, dos madres de la copaternidad: la crianza de hijos con la unión de desconocidos

Nueva fórmula de familia

Una fórmula poco conocida  que ya ha traído a este mundo a 10 niños con una iniciativa nacida en Barcelona

Lidia está ya contando los días; espera ser madre en unas semanas

Mane Espinosa

Lidia está a solo días de ver cumplido un sueño que la persigue desde que era adolescente: ser madre. Expresaba ese anhelo hace casi tres años a La Vanguardia y ahora ese deseo está muy cerca de cumplirse. Lidia, de 41 años y que vive en Catalunya (el nombre es supuesto) está embarazada de 32 semanas. Espera un niño.

Esta historia esconde mucho más que la siempre buena noticia de traer una nueva vida a este mundo. Lidia será madre gracias a la copaternidad, iniciativa de la antropóloga de Barcelona, Carmen Balaguer, que une a mujeres y hombres con perfiles afines con un claro deseo de ser madres y padres sin las tradicionales ataduras de pareja.

Ana, de 44 años, ya ha superado, por su parte, el paso que está a punto de dar Lidia. Ella dio a luz hace un año a su hijo, poniéndose en manos de Carmen Balaguer al recurrir también a la copaternidad. En su caso hicieron falta casi una decena de encuentros con hombres hasta encontrar al que es hoy padre de ese niño. “Cuando lo vi, llámale intuición, supe que era la persona que buscaba para este proyecto”, recuerda.

Las dos historias son la prueba de que para compartir una crianza no hace falta, con esta fórmula, iniciar una relación romántica, ni pasar por el juzgado o inscribirse como pareja en un registro. De lo que se trata aquí es de que cada uno ponga su semilla para concebir con fecundación in vitro a esos hijos y criarlos en común en un entorno basado “en la confianza, respeto, responsabilidad y amistad”, añade la impulsora de la iniciativa. Todo está muy hablado y meditado.

“Cuando vi a aquel hombre, llámale intuición, supe que sería el padre de mi hijo”, confiesa Ana

La copaternidad es una fórmula que funciona con éxito en países como Estados Unidos, pero poco conocida aún en España. Carmen Balaguer lanzó en 2021 una web para unir a esas parejas que quieren ser padres sin otra atadura que comprometerse en el cuidado de esos hijos. 

Hoy esa iniciativa ya es estatal y suma candidatas y candidatos de todo el país, que buscan a su otra media naranja para procrear. En los últimos años han nacido, con este modelo, una decena de niños en toda España.

El hijo de Lidia y Pere (el nombre también es supuesto) está a punto de ingresar en ese club; el de Ana y Dani nació hace un año, el pasado mes de septiembre. En el caso de Lidia el embarazo –está de 32 semanas– no ha sido fácil.

Quedó encinta a la cuarta inseminación, después de varios abortos. Tras varias entrevistas auspiciadas por Carmen Balaguer la chispa en Lidia saltó en el encuentro con Pere. Y viceversa. Meses después los dos decidían dar el paso de la copaternidad.

“Antes de quedar embarazada dejamos ya las cosas muy claras”, recuerda Lidia. Su hijo llevará de primer apellido el de ella “y cuando nazca hemos decidido vivir juntos los primeros meses”. Lo han acordado así porque creen que será lo mejor para su hijo y para repartirse las tareas de esos primeros días de crianza.

“Cuando nazca nuestro hijo viviremos una temporada juntos y después cada uno en su casa”, anuncia Lidia

En el caso de Ana lo de los apellidos “nos daba igual, así que optamos por lo tradicional; primero el del padre y después el mío”. Ana y Dani convivieron bajo un mismo techo unos meses tras el nacimiento de su hijo. “Fue por un tema de logística”, recuerda la madre.

Ana, con su hijo, que el pasado mes de septiembre cumplió un año

Mane Espinosa

 Ahora viven otra vez en casas separadas y comparten la crianza, como si fuera una custodia compartida. “Con la particularidad –precisa Ana– de que todo es muy flexible entre nosotros”, no como en los casos con sentencia, cuando hay un divorcio y las cosas no acaban bien.

A la hora de organizarse, cada pareja elige cuál es la mejor fórmula para ellos. “Algunos deciden, como es el caso de estas dos parejas , convivir una temporada (normalmente 6 meses) y a partir de ahí muy poco a poco, el bebé va pasando tiempo a solas con cada progenitor, para luego organizarse con una custodia compartida, como hacen las parejas divorciadas”, afirma Carme Balaguer.

La diferencia, con separaciones no amistosas, es que “con la copaternidad el vínculo emocional entre la pareja es muy intenso”, añade. Otras deciden no compartir techo en ningún momento “y se organizan de otra manera”, apunta esta antropóloga.

Tanto Ana como Lidia han visto cumplido con la copaternidad un sueño que las perseguía desde niñas. Ambas tenían claro que querían ser madres, pero con las relaciones de pareja convencionales que han tenido a lo largo de su vida “nunca llegó esa niña o niño”, coinciden las dos.

Lidia verá cumplido un sueño que la perseguía desde niña: ser madre

Mane Espinosa

Cuando se les pregunta cómo se ha forjado esa relación con los padres de sus hijos y cómo se gestiona, Ana responde rápido: “somos familia”. Para Lidia todo es cuestión de respeto, amistad, afecto... “y mucha responsabilidad en la crianza”, pero también hay un “fuerte vínculo sentimental, como no podría ser de otra manera”. Ninguna de las dos encuentra a faltar, en lo que afecta a esta experiencia que les ha permitido entrar en el club de las madres –a Lidia le faltan días– la relación romántica.

En estas dos historias confluye otra circunstancia que ha ayudado, y mucho, a las dos mujeres a apostar por la copaternidad. Esos niños tienen abuelos y abuelas, con la misma, o más “ilusión” que los progenitores.

“Mis padres ya casi hablan más con Pere que conmigo”, ironiza Lidia. Ana confiesa que cuando a su hijo le toca estar con su padre el fin de semana, “yo me instaló también muchas veces en esa vivienda, donde están los padres de Dani; la relación es perfecta”, asegura.

Estas dos mujeres habrían podido ser madres sin recurrir a la copaternidad. Les habría bastado con acudir a un banco de semen. Pero ambas, y aquí también coinciden, no querían ser madres solteras. El hecho de que esos niños tengan padre reconocido hace que se afronte el futuro, especialmente el de sus hijos, con mucha más tranquilidad. Y aquí también juega, porque no decirlo, el tema económico.

En el caso de los hombres la única opción –al margen de un acuerdo entre personas conocidas sin mediadores, que eso también pasa– es recurrir a la gestación subrogada, prohibida ya en muchos países.

Ana vivió unos meses con el padre de su hijo tras nacer la criatura; ahora comparten crianza, cada uno en su casa

Mane Espinosa

Ninguna de esas opciones convenció a los cuatro protagonistas de estas dos historias, que sí han apostado por la copartenidad. Y haber recurrido a la intermediación de Carmen Balaguer y seguir las instrucciones marcadas por esta antropóloga desde el primer momento –aquí no se da un paso en falso y todo esta pautado– ha tenido premio. “Es un regalo que jamas imaginamos”, vuelven a coincidir Lidia y Ana.