Hay que moverse, aun teniendo dolor, si es soportable. Lo sabíamos, pero un nuevo estudio lo confirma: se ha comprobado que el catastrofismo ante el dolor incapacita más que el propio dolor de espalda (que es la principal causa de discapacidad y puede llegar a afectar hasta al 70% de la población a lo largo de la vida). La investigación, publicada en European Journal of Physical and Rehabilitation Medicine, con participación del Hospital Universitario de Bellvitge, revela que aspectos psicológicos como preocuparse en exceso por el dolor (catastrofismo) o tener miedo a moverse (kinesiofobia) pueden llegar a explicar hasta el 35% de la discapacidad en personas con dolor lumbar crónico inespecífico.
La investigación ha analizado a 276 personas (72% mujeres) con dolor lumbar crónico inespecífico, con una duración media del dolor de casi seis años y una intensidad media de 6,7 sobre 10. Todas fueron atendidas en cuatro hospitales universitarios de referencia españoles (Clínica Universidad de Navarra, Hospital General Universitario de Valencia, Hospital Arnau de Vilanova (Valencia) y Hospital Universitario de Bellvitge). Los resultados subrayan la necesidad de que el tratamiento centre el foco en la educación para la salud y el ejercicio físico, más allá de los procedimientos médicos intervencionistas.
Muchas personas, por miedo al dolor, dejan de moverse por completo, y esa inmovilidad sí es perjudicial
“Con el mismo dolor, hay personas que pueden continuar con sus actividades y otras que ven su vida muy limitada. Lo que pensamos sobre el dolor puede intensificarlo”, explica el doctor Iago Garreta, coautor del estudio y cirujano de columna del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario de Bellvitge, que da más detalles a Guyana Guardian.
Insisten en que “moverse no daña la espalda”. ¿Cómo puede una persona mayor empezar a moverse de forma segura cuando lleva años evitando la actividad física por miedo al dolor?
Lo primero es entender bien la idea: el movimiento es bueno para la espalda, siempre que el dolor sea tolerable. No se trata de forzar, sino de esforzarse dentro de unos límites razonables. Muchas personas, por miedo al dolor, dejan de moverse por completo, y esa inmovilidad sí es perjudicial. Cuando el dolor es tolerable, incluso si molesta un poco, un movimiento progresivo, prudente y sin gestos bruscos es beneficioso.
¿Siempre con consejo médico o sanitario, por parte de profesionales, como fisioterapeutas?
Sí. Por eso, después de la valoración del médico de cabecera, que le puede dar medicación y consejo, el siguiente paso suele ser la rehabilitación, donde un fisioterapeuta enseña a realizar ejercicios seguros para entrenar la musculatura de la columna. Allí el paciente aprende qué movimientos son adecuados, cuáles puede hacer aunque duelan un poco y cómo avanzar sin riesgos.
Muchas personas, por miedo al dolor, dejan de moverse por completo, y puede ser un gran problema.
Su investigación destaca la necesidad de abordajes multidisciplinares. ¿Qué papel tiene la atención a la psicología y los bloqueos mentales ante el dolor crónico de espalda en personas mayores?
La atención psicológica es clave. El dolor es una experiencia sensorial que siempre parte de un estímulo físico, pero su interpretación depende enormemente del procesamiento cerebral y del contexto emocional y social de cada persona. Pacientes con creencias negativas, miedo o situaciones emocionales complejas, perciben el dolor como más intenso y, además, se sienten más incapacitados.
Por eso dos personas viven el dolor de manera muy diversa…
Sí. Una continúa con sus actividades y la otra queda muy limitada. La educación sanitaria, el acompañamiento psicológico y la atención al contexto psicosocial ayudan a modular esa percepción y reducen la discapacidad. Por eso, los programas multidisciplinares —que incluyen cirugía de columna, rehabilitación, fisioterapia y psicología— han demostrado ser más eficaces y menos agresivos que los abordajes puramente médicos o incluso que algunas cirugías.
Cada persona mayor debe entender que la pieza central del tratamiento es ella misma
Iago Garreta, en el Hospital de Bellvitge, pasando consulta
¿Qué tipo de programa integral considera más eficaz para mayores con dolor lumbar crónico y qué cambios realistas pueden esperar en su día a día?
Muchas veces, a partir de los 75 u 80 años piensan que no se puede hacer nada en entrenamiento y ejercicio, y eso no es para nada así. Lo primero es que cada persona mayor entienda que quien más puede hacer para mejorar su dolor o que desaparezca, es el propio paciente, la pieza central del tratamiento es la persona misma. El profesional acompaña, pero quien más puede influir en su dolor es el propio paciente, con cambios en la dieta equilibrada, el sueño, los hábitos y, sobre todo, el ejercicio físico que es fundamental, moverse para fortalecer los músculos del tronco. El paciente debe entender que el trabajo y esfuerzo es él quien lo debe hacer. Nosotros no podemos dar una pastilla que haga que esté más entrenado.
¿Es un mito pensar que a partir de cierta edad —75 u 80 años— ya no se puede entrenar?
Siempre se puede hacer “un poco”, adaptado a cada situación. Si alguien solo puede caminar tres minutos, que lo haga tres minutos por la mañana y tres por la tarde. Si no puede caminar, puede usar pedales desde la silla o una bicicleta estática reclinable, o con las máquinas necesarias, que son asequibles para la mayoría de la población. Lo importante es hacer aquello que se tolere y mantener la constancia, porque el cuerpo se entrena a cualquier edad si el movimiento es progresivo y no se fuerza.
En cuanto a cambios realistas, muchos pacientes mayores observan, con el tiempo, que toleran mejor el dolor, se sienten más capaces y recuperan pequeñas actividades cotidianas, desde caminar más rato hasta levantarse con más seguridad. El eje del programa debe ser fortalecer la musculatura del tronco, que es lo que más eficacia ha demostrado en la mejora y prevención del dolor lumbar.
El pilates es una herramienta muy eficaz: trabaja abdominales, oblicuos y lumbares
Más allá de los tratamientos médicos, ¿qué hábitos de vida son realmente determinantes para mejorar el dolor lumbar en la vejez y preservar la funcionalidad?
El hábito más determinante es el ejercicio físico, especialmente el que fortalece los músculos del tronco. Junto con él, son importantes una dieta equilibrada, evitar el sobrepeso, dormir bien, reducir el estrés y abandonar tóxicos como el tabaco y el alcohol. Los pacientes físicamente activos, que tienen el hábito de moverse y hacer ejercicio, aunque tengan muchos años, toleran mejor los síntomas, y si en algún momento necesitan una cirugía o sufren una fractura, se recuperan antes y con mejores resultados.
¿Alguna recomendación de ejercicio concreto?
Se pueden hacer ejercicios para el tronco —para el dolor de espalda—. Para una persona mayor que no quiera ir a rehabilitación, si el dolor es tolerable, es totalmente correcto que haga pilates. Es una herramienta muy eficaz: trabaja abdominales, oblicuos y lumbares, y está disponible en gimnasios, centros de salud o incluso mediante tutoriales fiables en internet. Si el dolor no es tolerable, se puede consultar para tener un servicio de fisio en rehabilitación.




