Las voces de los expertos coinciden cada vez más en que los niños no deberían consumir pantallas hasta que sean mayores, porque corren el riesgo de adicción, aislamiento y un mal uso que podría generarles aún más problemas. No en vano, el gobierno español ha presentado muy recientemente un informe con más de un centenar de propuestas de un comité de expertos, de cara a elaborar el anteproyecto de ley orgánica conocida como la “ley de las pantallas”, que regulará el uso que harán los niños de los dispositivos electrónicos.
Aun así, la realidad en los hogares puede ser bastante diferente de la que plantean los expertos. Hemos hablado con varios padres que, aunque saben que no es la práctica más recomendable, reconocen que ofrecen pantallas a sus hijos para tenerlos entretenidos mientras hacen otra cosa.
Carles, de Sils
“No podemos con todo, no hay nada que hacer”
No es lo mismo tener un hijo que tener dos. La mayor tiene tres años y el pequeño, ocho meses. Con ella estábamos plenamente dedicados y no vio una pantalla hasta que fue más mayor.
Aunque no usamos ninguna pantalla para comer, sí que cedemos cuando no podemos con todo, cuando tenemos que hacer cosas de la casa, prepararlos para salir a la calle y, al mismo tiempo, hacer la cena para cuando volvamos.
Es que somos dos padres y hay dos niños: es imposible, no podemos con todo. El día que la niña se entretiene con cuentos, perfecto; pero el día que no, no hay nada que hacer. Además, ya habla de series con los compañeros de clase y quiere verlas cuando está en casa.
A los que critican a los padres que ponen pantallas a los niños, que nos expliquen cómo lo hacen, a ver cuál es la fórmula mágica.
Carles reconoce que esto debe tener alguna repercusión negativa cuando ve a su hija totalmente absorbida por la pantalla, “pero es imposible no recurrir a algo que la mantenga ocupada durante un rato, porque lo que necesitas, precisamente, es eso”.
Georgina, de Barcelona
“Durante la pandemia, tenía que hacerlo para poder trabajar. Y creó un precedente”
Mi hija mira la tableta de forma controlada y conmigo al lado. Durante la pandemia, yo tenía que trabajar, hacer reuniones y coordinar todas las tareas. A veces, mi hija, a las 9 de la mañana, me apagaba la tele. Entonces era: “toma el móvil, hija mía”. Lo hacía al menos dos veces por semana durante toda la época de la pandemia, porque yo trabajaba por la mañana y mi marido no llegaba hasta las 18h de la tarde.
Durante esa etapa se creó un precedente. Cuando pasó la pandemia, la niña quería eso. ¿Por qué no lo tenía? Por eso no lo hemos eliminado del todo. El móvil, seguro que no, pero con la tableta, de forma controlada, quizá ve dibujitos o hace los ejercicios del Kids&Us.

Que los niños asocien el tiempo de comer con las pantallas es un muy mala costumbre difícil de erradicar
Patrícia, de Barcelona
“Sin el móvil, el niño no come”
Patricia tiene un hijo de año y medio que, cuando lo sientan en la trona para comer, ya empieza a protestar. “Si fuera por él, nunca comería, es muy mal comedor. Pero si le ponemos dibujos en el móvil (le gusta mucho Thomas y sus amigos), se queda hipnotizado y acepta que le vayamos dando las cucharadas”, explica.
Su familia es la típica de dos padres que trabajan fuera. Cuando llega la noche, el cansancio y el estrés del día les impiden tener la paciencia necesaria para inventar otros recursos que ayuden a mejorar la experiencia de comer sin recurrir a las pantallas.
Consejos para padres superados
Los escenarios no son los más optimistas ni los más fáciles de resolver, si es que tienen solución. Desde RAC1.cat hemos consultado a la consultora de familias, educadora y socióloga Alba Castellví, y nos ha dado las pautas para mejorar el día a día en casa sin tener que recurrir a las pantallas.
Lo principal: ser conscientes del riesgo
En primer lugar, es necesario tomar conciencia de estos riesgos. Ninguna familia querría que sus hijos perdieran la capacidad de mantener la atención en estímulos no digitales ni que tuvieran problemas para autorregular su estado de ánimo sin depender siempre de estímulos externos. Por lo tanto, si conocen y recuerdan los peligros potenciales de abusar del entretenimiento digital, seguramente buscarán otros recursos.
Radares de nuevas ideas
En segundo lugar, conviene conocer ideas para sustituir las pantallas cuando los niños necesitan estar entretenidos y los padres no pueden estar pendientes de ellos. No vale quedarse con la pregunta “¿y qué hago?”. Hay que buscar y explorar nuevos enfoques para estas situaciones.

El 25% de niños de 10 años tiene móvil
Los recursos que utilicen los padres dependerán de las circunstancias. Si uno de los padres tiene que cuidar a un bebé de 8 meses y el otro tiene que hacer tareas de la casa, en lugar de poner al niño de tres años frente a la tableta, recomiendo que quien esté haciendo las tareas lo tenga a su lado y le hable mientras trabaja. Puede ir explicándole lo que hace: “¿Ves? Estoy quitando el polvo que se acumula por todas partes, aquí, y también aquí, sobre las estanterías y en las esquinas… Y ahora voy a la cocina para mojar el trapo en el fregadero, ven, que me acompañarás. Ahora vuelvo otra vez al salón para pasar el trapo húmedo por encima de la chimenea, ¿ves?, que está muy sucia…”.
Tener al niño cerca mientras se le habla es una manera de conectar con él, de enseñarle a observar y a relatar. No es necesario estar pendiente de él todo el tiempo, solo tenerlo presente y cercano.
¿Y si los padres trabajan en casa?
Castellví, autora de Los hábitos que les harán felices y Educar sin gritar, plantea otra situación: cuando los padres trabajan desde casa y tienen que hacer videollamadas o reuniones en línea. En este caso, lo mejor es programarlas cuando los niños están en el colegio o al cuidado de otra persona. Pero si no es posible y los padres no quieren recurrir a la tableta, hay consejos que pueden ayudarles. Estos consejos varían según la edad de los hijos, ya que no es lo mismo conseguir que espere un niño de tres años que uno de diez.
Algunas de estas recomendaciones son: que justo antes de la videollamada o reunión avisen a los niños de lo que ocurrirá durante ese tiempo: “Tengo que hacer una reunión y no podrás decirme nada que no sea muy necesario. ¿Qué harás mientras tanto?”. Juntos, pueden elegir tres o cuatro juegos o actividades que el pequeño pueda hacer mientras espera: una manualidad, un juego de construcción, un puzle... Será de ayuda decirle que, si respeta el tiempo sin interrupciones, después jugaréis un rato con él o incluso que obtendrá una pequeña recompensa (este recurso, utilizarlo solo cuando sea necesario cambiar el mal hábito de interrumpir).
Otro consejo es tener al niño jugando en un lugar donde pueda tener contacto visual con el padre o la madre que está en la reunión, dándole instrucciones claras de no hacer ruido. Un reloj de arena que indique el tiempo que falta para que termine la reunión también puede ayudar a que el tiempo de espera sea más llevadero.
Aburrirse no es malo
Cuando no se puede estar pendiente del niño, lejos de sentirse culpables, los padres deben recordar que no hay nada malo en que un niño se aburra de vez en cuando. De hecho, es en estos momentos cuando pondrá en marcha el recurso de la creatividad: imaginará maneras de salir del aburrimiento, ya sea creando opciones fuera de sí mismo o viajando por los universos generados por su imaginación.
No sabe comer sin móvil
A veces, los padres recurren al teléfono móvil o a la tableta para que un niño que come mal termine comiendo. Generalmente, lo hacen para que se distraiga con los dibujos animados y, así, casi sin darse cuenta, vaya comiendo. Esto puede llevar al niño a asociar la comida con el tiempo frente a la tele, en lugar de asociarlo con las conversaciones familiares y la atención a los alimentos. Esto implica una pérdida del sentido de la comida, que, más allá de alimentarse, debería implicar una conexión con los demás y con el propio cuerpo.
Lo que pueden hacer para que coma sin pantallas es contarle cosas interesantes para el niño, incluso un cuento (sin el apoyo del libro) si es necesario, para distraerlo un poco. Al menos, de esta manera puede acostumbrarse a estar atento a lo que dicen los demás. Cuando una familia decide eliminar las pantallas de las comidas, puede ser difícil al principio si la costumbre estaba muy arraigada, pero es una decisión que conlleva importantes ventajas cuando se convierte en un hábito.
Es probable que muchos padres estén agotados al llegar a casa o, como comentaba Patricia a RAC1.cat, a la hora de la cena, la fatiga mental es tal que resulta imposible inventar cosas originales para decirle al niño y mantenerlo entretenido mientras come. Si existiera la fórmula mágica, todo el mundo la habría puesto en práctica.