La relación entre padres e hijos atraviesa diferentes fases durante la crianza de estos, lo que a menudo trae consigo todo tipo de cambios y altibajos que varían a lo largo de los años. A pesar de que forma parte del proceso de desarrollo habitual, esto suele suponer una fuente de confusión y frustración para los adultos. No obstante, hay ocasiones en las que este vínculo se encuentra en una situación particularmente compleja, por ejemplo, aquellos casos en los que un padre siente que su hijo no le quiere. “Es algo muy difícil de gestionar”, reconoce la psicóloga Laura Palomares, ya que esto conlleva un impacto directo en la autoestima y en el bienestar emocional, pudiendo provocar un trastorno de ansiedad. Por ello es necesario abordar este asunto “de forma sensible”, según recomienda la especialista.
Antes de nada, hay que analizar esta sensación y averiguar qué tanto se ajusta a la realidad, dado que esa impresión puede deberse a diversos motivos, pues puede deberse a un malentendido o a la falta de entendimiento en la comunicación o incluso simplemente a un cambio de conducta propio de su fase de desarrollo. En este sentido, cabe reseñar que, entre los dos y los cuatro años, muchos niños muestran un claro favoritismo hacia uno de sus progenitores, lo que se puede traducir en un rechazo hacia el otro. El psicólogo Álvaro Bilbao explica que, habitualmente, esto no es más que una etapa de su desarrollo en la que el niño se encuentra en plena búsqueda de su identidad.
Otro caso similar tiene lugar, esta vez, en la adolescencia, esa etapa de crecimiento en la que los hijos comienzan a cuestionar a los padres, a la vez que tratan de construir su propia personalidad e independencia. Es común que “los padres se sientan excluidos, rechazados y devaluados”, afirma la especialista en Psicología Daniela Bustamante Rosas.
¿Qué pueden hacer los padres si se sienten rechazados por sus hijos?
“Intenta poner en práctica la autocompasión”, recomienda Laura Palomares, quien recuerda lo complicada que puede ser la relación entre unos padres y sus hijos. En lugar de juzgarse o culparse, lo primero será analizar esas emociones. Y, seguidamente, averiguar cuál es el motivo de ese sentimiento, para así poder gestionar la situación adecuadamente. La psicóloga aconseja a los padres emprender una serie de acciones para fortalecer el vínculo con los hijos.
Cultivar un ambiente en el que ambas partes puedan expresarse con comodidad y sinceridad representará una de las prioridades. Ya que esto favorecerá la comunicación, un pilar esencial para mejorar la relación, que siempre ha de estar caracterizada por una actitud empática y paciente, indica la especialista. No hay que olvidar que los hijos se ven sometidos a toda una serie de cambios durante su desarrollo, especialmente influidos por la rebelión hormonal durante la adolescencia. Lo ideal tiene que ver con procurar que se sientan seguros, escuchados y comprendidos, en lugar de juzgados.


