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Los hijos deciden cada vez más sobre gastos familiares, pero sin saber cuánto ganan sus padres

Educación financiera

Un 10% de los adolescentes dice intervenir en la elección de la ropa de los adultos, un 20 % en sus planes de ocio y hasta un 29 % en decisiones relacionadas con los productos de higiene y cuidado personal

Los adolescentes tienen una presencia activa en las decisiones de compra en sus hogares, sobre todo en tecnología y ocio

The Conversation

Los hijos participan cada vez más en las decisiones de consumo del hogar: opinan sobre dónde ir de vacaciones, qué tecnología comprar en el hogar o incluso qué productos de cuidado personal entran en casa. Sin embargo, la mayoría desconoce el presupuesto familiar. Dos elementos que avanzan en direcciones opuestas: más poder para decidir, pero menos información para comprender lo que implican esas decisiones.

Esta es una de las conclusiones más llamativas del proyecto MARK&TEEN, una investigación que hemos realizado en la Universidad Villanueva con el apoyo de la Fundación BBVA. Se encuestaron a 1.088 adolescentes de entre 12 y 17 años y a uno de sus progenitores (en total, 2 176 personas de toda España) para analizar el fenómeno del consumo familiar desde dos perspectivas: la de los jóvenes y la de los adultos.

Lo que los hijos sienten y lo que los padres creen

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Cuando se pregunta a los adolescentes por su participación en las decisiones familiares, la imagen que describen es la de una presencia activa, aunque no siempre decisoria. La mitad afirma que las vacaciones se eligen entre todos y un 5,4 % siente que en esa elección su opinión ha tenido más peso. En decisiones sobre tecnología del hogar el porcentaje de participación conjunta baja al 35 %, y en la decoración o el mobiliario, al 25 %. Es decir, los adolescentes están en la conversación, pero no siempre tienen la sensación de estar determinando el resultado.

Esa percepción cambia cuando se trata de decisiones sobre sí mismos. En ropa, tecnología personal, productos de cuidado corporal u ocio, alrededor del 50 % de los adolescentes señala que son ellos principalmente quienes deciden. Aquí la voz juvenil sí se experimenta como autónoma, como parte de su construcción identitaria y de su forma de estar en el mundo.

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Incluso más allá de su propio consumo, los adolescentes describen un espacio de influencia hacia los padres. Un 10 % dice intervenir en la elección de la ropa de los adultos, un 20 % en sus planes de ocio y hasta un 29 % en decisiones relacionadas con los productos de higiene y cuidado personal.

Desde la perspectiva adulta, la imagen es aún más participativa. Seis de cada diez padres consideran que las decisiones sobre vacaciones, decoración o servicios compartidos, como las plataformas de streaming, se toman de forma democrática. En lo relativo a su propio consumo, uno de cada cuatro admite que sus hijos participan y casi un 30 % reconoce que, cuando se trata de productos destinados a los adolescentes, la decisión la toman preferentemente ellos.

Los datos muestran familias que se conciben a sí mismas como espacios dialogados, donde la participación juvenil no solo es aceptada, sino valorada. Pero también revelan un matiz importante: los padres tienden a percibir más democracia de la que los propios adolescentes sienten.

Participan en la decisión, pero sin toda la información

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La autonomía de consumo de los adolescentes no llega solo a la elección de productos: también se refleja en su relación cotidiana con el dinero. Casi el 65 % de los menores afirma manejarlo con frecuencia y, en la mayoría de los casos (85 %), las cantidades pueden ascender a los 100 euros mensuales, algo que padres e hijos reconocen de forma coincidente. Además, cerca de seis de cada diez tiene una cuenta bancaria a su nombre y un 18 % puede ingresar o retirar dinero de manera autónoma. Uno de cada cuatro dispone incluso de tarjeta con capacidad de compra. Es decir, estamos ante jóvenes que no solo consumen, sino que administran y gestionan recursos reales en el día a día.

Sin embargo, cuando trasladamos la conversación a la economía familiar, la fotografía cambia. El 68 % de los adolescentes no sabe cuánto ganan sus padres. Esta falta de información no es anecdótica: se combina con otro dato significativo, el 86 % nunca ha recibido educación financiera.

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En términos prácticos, están aprendiendo a tomar decisiones de consumo sin conocer los límites económicos reales que las sustentan. Pueden sugerir cambiar de destino de vacaciones, suscribirse a una nueva aplicación de streaming o incorporar un nuevo producto de cuidado, pero no conocen el esfuerzo material, o simbólico, que implica asumir ese gasto dentro del conjunto de necesidades familiares.

Lo que está ocurriendo es una de falta de contexto. Parece evidenciarse que la conversación sobre el dinero continúa siendo, incluso en hogares dialogados, un espacio reservado al mundo adulto.

Participación, sí, pero con reflexión conjunta

En este contexto, el reto no es frenar la autonomía de los adolescentes ni volver a modelos jerárquicos. La clave reside en acompañar esa participación con información. Si los adolescentes están presentes en la toma de decisiones también deben conocer el contexto y comprender lo que implica decidir. Educar para el consumo no es sólo comprar sino ayudar a pensar qué necesitamos, qué deseamos, qué podemos permitirnos y qué sentido tiene lo que hacemos con el dinero que circula en una familia.

La democratización del consumo familiar es una oportunidad extraordinaria para formar ciudadanos conscientes, capaces de tomar decisiones informadas y responsables. Los adolescentes ya están dentro de la mesa de decisiones. Lo que falta, en muchos casos, es que también estén dentro de la conversación sobre los límites, las prioridades y los valores. Consumir es elegir, y elegir siempre debe implicar conocer y comprender.

La pregunta no es si deben participar. La pregunta es: ¿vamos a darles las herramientas para entender lo que están decidiendo?

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Beatriz Feijoo es Profesora Titular de Publicidad en la Universidad Villanueva

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