Hablar solo sigue siendo una de esas costumbres cotidianas que, pese a su normalidad, provoca alguna que otra mirada furtiva. La imagen clásica del monólogo interior convertido en voz alta suele despertar cierta inquietud social. Sin embargo, lo que parece un gesto excéntrico podría tener más beneficios de los que se suele pensar. Así lo afirma Psychology Today, como medio de gran relevancia sobre comportamiento y salud mental.
Lejos de reflejar un estado mental alterado, hablar en voz alta con uno mismo ayuda a ordenar pensamientos, tomar decisiones y regular emociones. De hecho, el profesor de psicología Robert N. Kraft, responsable del artículo, cuenta cómo sus propios alumnos, tras pasar un día entero en silencio como ejercicio académico, reconocen echar de menos no poder hablar consigo mismos más que cualquier otra interacción social. Es decir, hay algo profundamente humano en verbalizar lo que normalmente queda dentro.
El lado bueno de charlar con uno mismo
Los beneficios no son pocos. Uno de los más interesantes tiene que ver con las tareas complejas. Frases como “que no se me olvide comprar…” o “ahora doblo por esta esquina” no son simples expresiones espontáneas: actúan como una guía mental que mejora la concentración y reduce errores. Algo que ocurre también cuando se estudia. Al verbalizar un concepto, el cerebro parece retenerlo mejor. Esta técnica, usada incluso por estudiantes de medicina y paramédicos, mejora la capacidad de razonamiento y aumenta la confianza durante el aprendizaje.
También tiene efectos sobre el estado emocional. Al procesar eventos difíciles o sorpresivos en voz alta (como una ruptura o una enfermedad) se facilita la comprensión del suceso, se baja la intensidad del malestar y se refuerza la capacidad de afrontamiento. De alguna manera, es como si el hecho de escucharse sirviera para poner distancia, como si uno tomara el rol de amigo o terapeuta consigo mismo. En este sentido, MundoPsicologos remarca que este tipo de diálogo puede ser una herramienta valiosa para fortalecer la autoestima y clarificar frustraciones.
Como dato curioso, el uso del pronombre influye mucho en cómo nos hablamos. Si uno se dirige a sí mismo usando su nombre (“Nuria, cálmate”) en lugar de la primera persona, se activa una especie de desdoblamiento mental que favorece el autocontrol. Quienes se hablaban con su nombre gestionaban mejor sus nervios antes de un discurso y se criticaban menos después.
La otra cara de escucharse
Pero, como toda herramienta, no siempre es útil. Es importante advertir cuándo el soliloquio se vuelve un canal de autoboicot. Si las frases son constantemente negativas o denigrantes, ese mismo recurso puede intensificar cuadros de ansiedad o depresión. En esos casos, más que potenciar la claridad mental, lo que hace es reforzar una visión distorsionada de uno mismo. Por eso, escuchar lo que uno se dice en voz alta también sirve para detectar patrones nocivos y corregirlos a tiempo.
Hablar en voz alta con uno mismo es más que una simple costumbre. Es una forma de conexión, guía y gestión emocional.