Hablarse a uno mismo no es sólo algo que se hace en momentos de estrés o duda. Es una herramienta psicológica poderosa, capaz de influir en nuestras emociones, en la motivación diaria e incluso en la manera en que uno mismo se valora. Estas observaciones son más que meras opiniones, es ciencia. Una ciencia que está revelando hasta qué punto el tipo de lenguaje interno que se usa puede moldear la experiencia emocional.
Según los estudios dirigidos por Ethan Kross y su equipo en la Universidad de Michigan, cuando las personas se hablan a sí mismas en segunda o tercera persona, usando su nombre o el pronombre “tú” en lugar de “yo”, activan un fenómeno llamado ‘distanced self-talk’. Es decir, se genera una distancia psicológica que permite afrontar situaciones difíciles con más claridad y menos carga emocional.
Esto es clave. Porque no se trata sólo de cambiar el “yo no puedo” por “tú puedes”, sino de alterar la forma en que se conceptualiza el “yo” en esos momentos críticos. Este tipo de lenguaje ayuda a ver los problemas como si los enfrentara otra persona, lo que reduce la ansiedad y mejora la toma de decisiones. Y lo curioso es que funciona incluso en personas con altos niveles de ansiedad social.
El lenguaje interno es el espejo de la autoestima
Otra investigación, publicada en Journal of Experimental Psychology (Gainsburg & Kross, 2020), llevó esta teoría un paso más allá. Mostró que quienes utilizan su propio nombre para hablarse tienden a usar descripciones más abstractas sobre sí mismos, desligadas de etiquetas sociales. Esto puede ser beneficioso para personas que arrastran una autoimagen muy ligada al juicio externo o a roles sociales.
Imaginemos a alguien que acaba de fallar en una entrevista. Si su lenguaje interno dice “he fracasado”, la identidad queda empapada de culpa. Pero si piensa “Nuria, ha sido sólo una entrevista”, cambia la perspectiva. Deja de ser un juicio sobre su valor personal y se convierte en una experiencia concreta, manejable.
El autocontrol mejora la regulación emocional
La técnica ha mostrado eficacia en contextos que van desde hablar en público hasta la gestión del estrés post-evento. También permite reevaluar situaciones futuras con menos amenaza y más desafío. Es como tener a alguien dentro que te recuerda que no eres lo que sientes en ese momento.
Jennifer Lawrence, la actriz, ofrecía sin querer un ejemplo perfecto cuando, durante una entrevista con el New York Times, murmuró para sí: “Vamos, Jennifer, contrólate. Esto no es terapia”. Pero no es el único caso de celebridades captadas por las cámaras: Cristiano Ronaldo antes de tirar un penalti o la atleta Ana Peleteiro antes de saltar, usan esta técnica. Un sencillo gesto de auto-diálogo en tercera persona que la ciencia ha demostrado su eficacia.