Decidir si una relación ha llegado a su fin puede ser una de las experiencias más desgastantes emocionalmente. Según la autora y divulgadora Peg Streep, colaboradora en Psychology Today, muchas personas se aferran al vínculo por miedo al cambio, a la soledad o simplemente por creer que invertir tiempo y energía justifica seguir, aunque ya no haya retorno.
En paralelo, una investigación del equipo de psicoterapeutas Juan Antonio Barrera y Fidelia Martínez, de la que se hacen eco en Psicoactiva, refuerza que la separación suele obedecer a un conjunto de factores complejos: desde el fin de la intimidad hasta el miedo a quedarse solos. Aun así, hay señales comunes que suelen repetirse cuando una relación se acerca a su punto ruptura.
Señales para saber si una relación ya no se puede salvar
1Conversar ya no es posible: si cada charla termina en discusión, evasión o en un muro de silencio, es mala señal.
2La crítica constante ha sustituido a la comprensión: los roces cotidianos del día a día dan paso a una dinámica donde todo molesta. Lo llamativo es que no se critican acciones, sino personalidades: “sólo piensas en ti”.
3Se evita el contacto: ya no sólo físico. También el emocional. Evitar a la pareja se convierte en una forma de protección frente al conflicto, pero también en un signo de desconexión.
4Lo que antes encantaba, ahora irrita: es lo que el psicólogo John Gottman, mencionado en Psychology Today, denomina ‘Contempt’ o desprecio, uno de los mayores predictores del fracaso conyugal. Cuando lo cotidiano se vuelve intolerable, poco queda por rescatar.
5Aparece el abuso verbal sutil: las bromas con doble intención, las descalificaciones encubiertas o el sarcasmo continuo son formas de violencia silenciosa que erosionan la autoestima y el vínculo.
6Ya no se recurre a otros en los momentos difíciles: cuando la pareja deja de ser un refugio emocional y se busca fuera del vínculo, la intimidad está rota.
7Uno de los dos vive como si estuviera soltero: se planifica el futuro sin contar con el otro. Desde pequeños detalles hasta grandes decisiones: hay un “yo” en vez de un “nosotros”.
8Desaparece el contacto físico y visual: la distancia emocional suele acompañarse de frialdad corporal. Si ya no hay caricias, miradas cómplices ni deseo, hay que preguntarse por qué.
9Ya no se es uno mismo en la relación: cuando el vínculo empieza a deformar la identidad o genera ansiedad, es momento de parar y revisar.
Algunas pueden parecer obvias. Otras, en cambio, se camuflan entre rutinas o silencios. Lo cierto es que, cuando se acumulan, el pronóstico no suele ser favorable.


