¡Ojo con las ‘beige flags’!: no saldrán huyendo de ti, pero más te vale cuidar los detalles

Relaciones

Este término popularizado por la Generación Z designa esas leves alertas que, por sí solas, no rompen una relación, pero que hacen dudar : “Puedes estar conociendo a alguien y llegar a pensar: ¡Uf, qué pereza!”

beige flag

Las ‘beige flags‘ son comportamientos que desconciertan o que no aportan nada, pero tampoco llevan directamente a rechazar a nadie

LV

Huele bien, no tiene un grupo de whatsapp con su ex y da señales de ser emocionalmente estable. Parece la cita perfecta. Todo va sobre ruedas… hasta que llega la hora de la cena y empieza a masticar con la boca abierta. No es grave, pero tampoco enamora. Es algo que chirría. Uno de esos detalles difíciles de pasar por alto, a medio camino entre lo raro, lo curioso y lo incómodo; no lo bastante serio como para salir corriendo, pero sí para hacernos arquear una ceja. Y tiene nombre: beige flag. Un término popularizado por la Generación Z para hablar -con algo de sorna- de esas leves alertas cotidianas que, por sí solas, no rompen una relación, pero que la pueden hacer tambalear un poco.

“Las beige flags son las pequeñas imperfecciones que todos tenemos”, explica Mar Rapela, de 18 años y estudiante de biotecnología, “son características o rasgos de la otra persona que están ahí y que no molestan en exceso, pero que no acaban de encajarte”. Como, por ejemplo, “que responda siempre a los mensajes con emoticonos o que camine de una forma rara”, añade su amiga Laia Carrión, también de 18 años y que estudia comunicación. No son red flags, pero tampoco green. O lo que es lo mismo, no son claras señales de alarma que inviten a alejarse ni, por el contrario, gestos o actitudes positivas que apunten a una relación sana. “Se sitúan en un punto intermedio más neutro”, puntualiza Ada Ribé, estudiante de automoción y que también comparte edad y punto de vista con sus dos amigas. “Son comportamientos que desconciertan o que no aportan nada, pero tampoco llevan directamente a rechazar a nadie”. Por ejemplo, “si quien te gusta escribe siempre con la letra K o comete muchas faltas de ortografía, puede darte un poco de rabia, pero no es razón para salir huyendo”, matiza.

Si tu ‘crush’ escribe siempre con la letra K o comete muchas faltas de ortografía, puede darte un poco de rabia, pero no es razón para salir huyendo

Ada Ribé(18)

En ocasiones, estas señales también pueden entenderse como el reflejo de una personalidad aburrida y llena de clichés. “Encontrarte que tu crush -la persona que te atrae- ha publicado en sus redes un sol acompañado de la frase ¡Qué buen día!, es una beige flag de manual”, sonríe Laia. Algo que, por sí mismo, no tiene demasiada importancia, pero que puede hacer que el suflé del amor se desinfle ligeramente, o que incluso llegue a perderse el interés si se repite con asiduidad. “Los filtros raros en Instagram también tiran mucho para atrás”, aclara Ada, “puedes estar conociendo a alguien y llegar a pensar: Uf, qué pereza!”. Y es que, aunque en pequeñas cantidades no son malas por sí mismas, “un cúmulo de beige se convierte en un gran red”, asegura Laia, “y entonces es cuando surgen los icks - otro de esos conceptos modernos con los que se etiqueta todo aquello que provoca un poco de repelús -”.

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A menudo, estas beige flags se tratan con humor en redes sociales como Instagram o TikTok, donde se han popularizado entre los más jóvenes, especialmente en países anglosajones y latinoamericanos, pero también han llegado a nuestro país de la mano de influencers y creadores de contenido. Estos, con cierta ironía y bastante ingenio, exponen sus propias imperfecciones o las de sus parejas, invitando a que sus seguidores hagan lo mismo. “Hablar de flags está muy de moda y ayuda a detectar comportamientos tóxicos o que, por el contrario, indican que la otra persona te valora y respeta”, explica Mar, “pero hay que ir con cuidado de no caer en la paranoia, porque sino acabas por prestar mucha atención a pequeñas cosas que no son realmente importantes”, matiza. “Está bien ponerle algo de humor, incluso comentarlo con la persona en cuestión si hay confianza, pero es importante tener siempre en cuenta que nadie es perfecto”, añade Laia.

Carolina Palau, psicóloga especialista en psicoterapia de adultos y terapia de pareja en el Centro de Psicología Dendros, en Barcelona, considera positivo que las generaciones más jóvenes encuentren términos coloquiales para referirse a las diferentes dinámicas que se pueden dar en las relaciones y hablen abiertamente de ellas. “A través de las redes sociales se hace mucha difusión de temas universales que nos ayudan a entender nuestra complejidad como humanos”, explica Palau y, aunque es importante tener en cuenta que la realidad individual supera cualquier generalización que puedan hacer las redes, “es una excelente señal que los jóvenes sean cada vez más conscientes y muestren más interés en identificar lo que es nutritivo en una relación y lo que no lo es”,

Es una excelente señal que los jóvenes sean más conscientes y muestren más interés en identificar lo que es nutritivo en una relación y lo que no 

Carolina PalauPsicóloga y terapeuta de pareja

A veces, la línea entre una beige flag y un problema real es tan fina y subjetiva que acostumbra a cambiar de color en función de los ojos que la miran. En ocasiones, aquello que para unas personas tiene una tonalidad más bien neutra, para otras es un claro semáforo en rojo. “Una de mis beige flags es que soy bastante fría”, confiesa Ada, “y entiendo que para mis posibles parejas eso pueda resultar un inconveniente insalvable”. En estos casos, cuando el beige se tiñe un poco de rojo, el abanico de señales emocionales se amplía y da lugar a un nuevo color: el rosa. Así nacen las pink flags: esas alertas sutiles que inicialmente no suponen un problema grave, pero insinúan que algo, en el fondo, podría terminar por desgastar la relación si no se resuelve a tiempo.

Estas alertas rosas, menos inofensivas que las beige, pueden manifestarse en la evitación de conversaciones incómodas o profundas, una implicación ambigua en la relación, actitudes que invalidan sutilmente al otro y, en general, comportamientos que no son abiertamente tóxicos, pero que generan malestar o siembran dudas poco a poco. “Este tipo de señales de alerta son el indicador de que hay que poner atención a algo en concreto que nos está incomodando”, aclara Palau. “En estos casos, la comunicación asertiva resulta fundamental, no solo para el desarrollo de una relación sana, sino también porque saber manejar los conflictos suele ayudar a fortalecer el vínculo entre ambas partes”, añade. “Aunque a veces cueste un poco, cuando algo incomoda, es importante expresarlo”, coinciden las tres jóvenes. “Si no, corres el riesgo de que se haga una bola y acabe siendo mucho peor”, advierte Ada.

La comunicación asertiva resulta fundamental (...) Aunque a veces cueste un poco, cuando algo incomoda, es importante expresarlo

Carolina PalauPsicóloga y terapeuta de pareja

De algún modo, las nuevas generaciones están encontrando otras formas de expresar lo que valoran, lo que no les gusta y lo que les genera dudas en una relación. “Las flags son un tema recurrente en nuestra amistad, hablamos mucho de ellas”, asegura Laia. “Tal vez no tanto de las beige, porque son más inocuas, pero si detectamos alguna red en alguno de nuestros ligues, solemos avisarnos entre nosotras”, añade Ada. “Aunque no siempre hacemos caso… y ahí es cuando nos estrellamos”, bromea Mar con algo de ironía. Según la psicóloga Palau, “es positivo visibilizar ciertas actitudes, para reconocerlas y actuar de forma consciente, siempre que no se caiga en la trampa de sobreanalizar en exceso comportamientos que, en el fondo, son naturales. “Más allá de etiquetas”, añade la experta, “lo más importante es saber identificar y expresar cómo nos hace sentir aquello que percibimos en el otro”. ¿Estamos exagerando ante una beige flag o es una alerta real? Ante la duda, Palau lo tiene claro: “hay que escuchar a las emociones, porque ellas nunca mienten”.

Y es que, al fin y al cabo, en la vida no todo es blanco ni negro. Entre esos dos extremos, existe una infinidad de grises. Y lo mismo ocurre en las relaciones: entre el green y el red, todos llevamos dentro un poco de beige, quizá salpicado también de alguna que otra pincelada de pink. Algunos más, otros menos. Nadie es perfecto. Pero precisamente esa paleta de colores tan única, que vamos matizando y reinterpretando con el tiempo, es la que nos hace humanos.

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