“En mi casa, siempre se habló de todo sin tapujos. Los amigos de mi hijo decían que aquí podían hablar de lo que en sus casas no podían”, recuerda Petra (este no es su nombre real), de 63 años. Aunque en su casa nunca hubo temas tabú, ni ella ni su esposo estaban preparados para lo que su hijo -que hoy tiene 41 años- tenía para contarles, hace unos cinco años. “Nos dijo que hace años que era poliamoroso. Nunca nos imaginamos esto. No sospechábamos del poliamor ni nada por el estilo. Era algo que no teníamos en la cabeza. Es difícil salir de los esquemas propios. Tienes tu propia forma de vivir la vida y piensas que todo el mundo vive igual”, explica ella.
¿Cómo es recibir la noticia de que tu hijo, tu madre, tu amiga, tu hermano, tu prima, tiene una relación sexoafectiva que escapa al modelo al que estamos acostumbrados?
Empiezas a atar cabos. Te das cuenta de detalles, como que siempre estaba con otra persona o que en su casa habían muchos cepillos de dientes
Para Petra, ese momento “fue como correr una cortina. Empiezas a atar cabos. Te das cuenta de detalles, como que siempre estaba con otra persona o que en su casa habían muchos cepillos de dientes”, dice Petra. Ese día, ella y su marido le hicieron muchas preguntas a su hijo. ¿Cómo inició todo esto? ¿Cómo se gestionan los celos, si es que existen? ¿Y los conflictos? ¿Cómo duermen en la cama? ¿Cómo manejan el dinero? “Necesitábamos hacernos un panorama frente a algo completamente desconocido. Creo que hasta el momento nunca había escuchado la palabra poliamor. De hecho, me costó entender la diferencia entre una orgía y el poliamor”, explica. Fue una conversación de unas dos horas.
Después de procesarlo y hablarlo mucho con su pareja, Petra empezó a verlo como algo positivo: “Entendimos que era bueno que él tuviera la capacidad de amar a varias personas. Pensamos que quizás nosotros nos quedamos encasillados en un concepto anterior y esta es una nueva forma de vivir, incluso más sincera, donde no hay infidelidades ni mentiras”. Eso no quiere decir que todo fuera perfecto: “Sí que pude notar el desgaste que a veces le podía suponer. Cuando intervienen más personas, los ajustes y conflictos que tiene cualquier pareja, se pueden potenciar”.
A su marido le costó un poco más procesarlo, pero hoy ya lo viven como algo “completamente natural”, asegura. Tampoco fue fácil que lo entendiera el resto de su entorno: “Cuando se lo conté a mis amigos, les costó, porque son de mi misma generación. Uno de ellos nos dijo: ‘Lo que le pasa es que no quiere a su pareja. Está buscando en otra persona algo que no encuentra en ella’. Yo me enfadé, le expliqué que es simplemente otra forma de vivir y de amar, de entender los vínculos”.
Muchas ideas que surgen del prejuicio son falsas, como que lo único que se busca es sexo, que son relaciones más promiscuas o que no hay compromiso
“Puede haber entornos con una mentalidad más abierta, que puedan entender mejor las nuevas formas de relacionarse; y otros menos. Además, dentro de lo que son las relaciones no monógamas, hay diferentes tipos. En general, una relación abierta se suele recibir mejor que una poliamorosa. Mientras que muchas relaciones abiertas quedan en el entorno privado e íntimo, porque no suponen un cambio en la estructura de la relación, en una relación poliamorosa, donde una persona tiene más de una pareja, sí que se produce ese cambio”, opina Arola Poch, sexóloga de la red social “para explorar la sexualidad”, Wyylde.
Según indica Poch, “lo primero es intentar entender, preguntar con ganas de conocer y escuchar de manera abierta. Despejar las dudas que surjan. No tenemos por qué saber, pero es importante no juzgar y respetar los modelos relacionales de cada cual. Muchas veces, se juzga desde los prejuicios, desde lo que podemos haber escuchado que es el poliamor. Pero muchas son ideas falsas, como que lo único que se busca es sexo, que son relaciones más promiscuas o que no hay compromiso. Si nos quedamos en esos prejuicios, no vamos a comprender ni aceptar”. También -asegura- es importante no opinar. “Una respuesta como muy automática es la de ‘Yo no podría’. Todas las formas de relación son válidas. Mientras esa persona esté a gusto y lo haga de manera honesta, consensuada y transparente, cada cual puede escoger la que mejor le vaya”.
Para la sexóloga, “con las amistades, suele ser más fácil. Si una amistad no entiende, juzga y critica, a veces esa amistad se acaba. Con la familia puede ser más complicado. Pueden haber padres y madres que a lo mejor tengan una mentalidad un poquito más tradicional y les cueste entenderlo. Incluso hijos, con padres ya más mayores, que les cuesta ver a sus padres de una forma no conservadora”.
“Depende mucho del entorno. Lo que suele haber es incomprensión e incredulidad. Muchas veces, esto se lee como que la pareja está en conflicto y esto es un parche pasajero. Luego, puede haber juicio, del tipo ‘Lo que estás haciendo no está bien’, sobre todo si eres mujer”, dice por su parte Sandra Bravo, periodista, fundadora de Hablemos de poliamor, terapeuta especializada en no monogamias y autora de Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre: (Poli)amor, sexo y feminismo (Somos B). Además, aclara: “Muchas veces no salimos de todos los armarios al mismo tiempo. Vivimos en una sociedad que siempre te va a encasillar en la norma por defecto. Entonces, muchas personas eligen cuáles son sus batalles, dónde sienten que tienen y quieren explicarlo”.
Le suele costar más aceptarlo a un familiar que a un amigo. Piensan que salirse de la norma es un peligro, que te señalarán, que tu vida será más difícil

Las nuevas generaciones tienen formas de relacionarse mucho más variadas
En sesiones de terapia, se ha encontrado con escenarios muy diversos: “Hay gente que lo recibe súper bien, que dice ‘Si tu eres feliz, todo perfecto’. Pero algunos se sienten amenazados, como si eso que le estás explicando pudiera afectarles de alguna manera. Cuando, por ejemplo, la pareja que decide abrir su relación se lo explica a otras parejas de amigos, a veces se genera un ambiente de tensión, de incomodidad o incluso rechazo; una sospecha de que ‘si tenéis una relación abierta, vais a querer ligar con todo el mundo y ponéis un poco en jaque nuestra monogamia’”.
Por comodidad y practicidad, ella vivió “una doble vida durante mucho tiempo”. “Cuando se lo expliqué a mi madre, hubo mucho juicio de su parte, esto de ‘Esto no me gusta, esto no está bien, una buena mujer no lo hace’. Durante mucho tiempo, ella hacía como si no supiera nada. Cuando publiqué mi libro, esa técnica del olvido, de ‘a ver si se te pasa’, de no tomarlo en serio, dejó de funcionarle”, recuerda.
Bravo coincide en que “le suele costar más a las personas entenderlo o aceptarlo cuando es un familiar que cuando es un amigo. Creo que está muy presente la idea de que salirte de la norma es ponerte en peligro. Hay un miedo a que tu vida sea más compleja, a que te vayan a señalar y que la sociedad te rechace porque no eres normal. Muchas veces esos miedos se gestionan muy mal, incluso con muestras de enfado y rabia, y lo que acaba sucediendo es que ese rechazo te lo llevas primero de tu propia familia”.
Lo primero que pensé fue que ella estaba tan enamorada que aceptaba abrir la relación solo por él. No creía que un vínculo de este tipo fuera sano
“Fue un jarro de agua fría”, dice Mariana, de 42 años, sobre el mensaje que Cecilia, a quien describe como su “prima, amiga y otra mitad”, escribió hace unos cinco años en el grupo de WhatsApp que comparten. En pocas palabras, Cecilia les explicó que ella y su pareja tenían una relación poliamorosa junto a otra chica. “Nunca me esperé que nos dijera algo así. Sentí una mezcla de enfado, dudas, muchos miedos e incertidumbre. Pensé: ‘¿En qué se está metiendo? ¿Es seguro? ¿Esto no será fruto de una inseguridad de ella, como mujer?’ Fue muy raro. Me impactó mucho. Por un tiempo, no tocamos más el tema”, recuerda.
A Mariana le costó romper con el mandato social de que “todo lo que no es monogamia es una traición y es un error”. El tiempo hizo lo suyo. “Empecé a ver que ella estaba bien, que era lo que elegía, que nadie la obligaba, que era su decisión y que estaba feliz. Hoy ya es natural que nos diga que va a ver a otra persona o que han invitado a alguien a su pareja”, explica Mariana.
Lucrecia (41) recibió el mismo mensaje que Mariana. Las dos comparten el mismo grupo de Whatsapp con Cecilia. Ella y Cecilia se conocen “de toda la vida”. “Todavía recuerdo el día que nos explicó el tipo de relación que tienen con Miquel como si fuera ayer. Fue bastante traumático. Tuve que trabajarlo en terapia”, dice Lucrecia y apunta: “Lo primero que pensé, fue que ella estaba tan enamorada de su pareja, que aceptaba abrir la relación solo para verlo bien a él. No creía que un vínculo de este tipo fuera sano. Tenía la idea de que, cuando amas a alguien, solo quieres estar con esa persona, no contemplas la posibilidad de estar con otros”.
Ese mensaje fue una sacudida en su amistad con Cecilia: “Al principio, nuestro vínculo cambió. Yo estaba constantemente avisándole que era una víctima de él”. Con el tiempo, ella también pudo cambiar de perspectiva. “Me costó mucho tiempo ver que ese tipo de relación no la iba a romper psicológicamente. Hoy puedo ver que no es algo de él, sino que ella también quiere y elige tener vínculos con otras personas. Finalmente, pude entender que no se trataba de lo que yo quisiera para ella, sino de lo que ella quisiera para su propia vida”.