“Ya no tiene sentido para nosotros ir a un lugar lleno de gente, con tráfico, donde hay que reservar todos los restaurantes y planes con antelación. Evitaremos viajar en agosto mientras el calendario escolar de nuestra hija nos lo permita”, cuenta Nina, de 34 años, que vive en Londres. Ella y su pareja tienen la flexibilidad laboral necesaria para poder esquivar la temporada alta. “Hace tiempo que lo hacemos. Ponemos como límite para viajar la penúltima semana de julio, y luego hasta septiembre. Si tenemos algunos días libres en el medio, preferimos hacer una staycation en Londres”, asegura.
Aunque el verano suele ser para muchos sinónimo de viaje, hay quienes prefieren escapar al turismo propio de esa época. “Para muchas personas, el viaje en temporada alta representa otra fuente de presión, en vez de un alivio: por los gastos elevados, los destinos masificados, los planes rígidos, la presión social por ‘aprovechar el tiempo’ y mantener la productividad aún en tiempo de ocio, y la dificultad de dejar atrás las preocupaciones laborales”, asegura la psicóloga Arianna Orrù.
Para muchas personas, el viaje en temporada alta representa otra fuente de presión, en vez de un alivio
Según observa en consulta, los viajes durante los meses de mayor demanda pueden convertirse en un escenario de ansiedad. Entre otras cosas, debido a las expectativas elevadas con las que se suelen encarar y a la complejidad logística que suponen. “Los vuelos y hoteles son más caros, hay menos disponibilidad y los tiempos de espera se multiplican. Todo ello eleva la irritabilidad y la sensación de insatisfacción”, indica.
Las largas colas; el exceso de reservas en transportes y visitas culturales; la sensación de ir con prisa a todas partes; el hecho de que los restaurantes presionen para acabar de comer rápido y darle la mesa a otros; o la dificultad para encontrar sitio en algunos lugares son sólo algunos de los motivos que hacen que Thuha, de 34 años, prefiere evitar viajar por el sur de Europa en estos meses.
“Prefiero no viajar en temporada alta porque suele estar todo muy masificado, tanto por turistas como por gente local. También suele ser más caro. Además, en el sur hace muchísimo calor. Prefiero quedarme en el norte durante esta época”, dice Thuha, que reside en Estocolmo. Para ella, “el turismo debería repartirse a lo largo del año para evitar la saturación y hacerlo más sostenible, especialmente para las comunidades locales”.
Sin embargo, es consciente de que no todos pueden elegir cuándo viajar. “La temporada alta existe por algo. La mayoría tiene vacaciones en verano o en Navidad”, señala. Además, reconoce que viajar en esas fechas puede resultar más sencillo como turista, porque todo está más preparado. También depende del destino: “Si vas a Tokio, es una ciudad que siempre está llena de vida. Pero si vas a Cerdeña, la diferencia entre temporada alta y baja es mucho más evidente”.
Si vas a Tokio, la ciudad está siempre llena de vida. Pero si vas a Cerdeña, la diferencia entre temporada alta y baja es mucho más evidente
Thuha (34) cree que el turismo debería repartirse a lo largo del año para evitar la saturación y hacerlo más sostenible,
Cuando ella estuvo allí en temporada baja, casi nada estaba abierto, era difícil encontrar dónde comer y el frío hacía que la playa, el principal atractivo de la isla, no ofreciera su mejor versión. Pero, a su vez, le resultó encantador. “No siempre es fácil viajar en temporada baja, pero puedes llevarte una experiencia única. Puedes vivir el lugar de una forma muy diferente, más auténtica. Hay más tiempo para hablar con la gente local, ver cómo es la vida fuera del turismo... Y, como me gusta enfrentarme a ciertos retos cuando viajo, fue una experiencia genial”, comenta.
“No me planteo dejar de viajar en verano, pero sí cuestionar los destinos a los que voy y la manera en la que viajo”, dice por su parte Cristina Guillén (29), de Barcelona. Para ella, “no hay una cultura del turismo responsable. Se promueve visitar lugares por el simple hecho de tener una lista superlarga de la cual presumir con tus amigos, como si eso te diera un estatus”.
Los viajes han sido parte de sus vacaciones desde pequeña. “Mis padres nos llevaban de viaje al menos un par de veces al año. Poco a poco, como se ha ido encareciendo todo, los viajes familiares se han ido complicando”, describe Guillén. Pero eso no fue lo que la llevó a replantearse su forma de viajar.
Sitios “saturados de gente que no es local”, calles abarrotadas con tiendas y restaurantes de cadena, sin ningún rastro de autenticidad cultural, experiencias de consumo lavadas para encajar en la checklist de lo que “no te puedes perder”, rutas preestablecidas repletas de muchos otros viajeros. “Pierde un poco el sentido viajar de esta manera, ya sea en verano o en cualquier época del año”, asegura Guillén.
Puedes vivir el lugar de una forma muy diferente, más auténtica. Hay más tiempo para hablar con la gente local, ver cómo es la vida fuera del turismo
Eso no significa que haya dejado de viajar. Este verano, pasó un mes en Colombia. Fue a visitar a su expareja y su familia, con quienes mantiene una buena relación. “Intentaré evitar los viajes que sean de turismo. Si viajo, que sea un viaje largo y por un motivo, para ir a visitar a alguien, que pueda enseñarme lugares desde la calma, de poder disfrutar juntos y no desde el consumismo. No quiero tener que ir a treinta lugares diferentes a consumir. Al final, acabas agotado y no estás presente en ningún sitio”, indica la joven.
Ella es consciente de que no todos tienen esta posibilidad: “Estas reflexiones se hacen desde un lugar de privilegio. Yo puedo plantearme cómo viajo porque tengo los medios para ello. Al ser profesora, mis vacaciones son largas. Pero alguien que solamente puede volar en una aerolínea low cost y tiene solo dos días libres en el trabajo, no se va a estar privando de hacerlo o cuestionando cómo lo hace. Mis amistades tienen menos vacaciones, entonces esto se complica más”.
Los costes elevados, la principal barrera para el viajero local
Este verano, los datos del INE revelaron que tanto Madrid como Barcelona perdieron visitantes internacionales, aunque esto no se tradujo en una reducción del gasto. Para Apartur, asociación de pisos turísticos en Barcelona, los principales motivos detrás de la disminución de turistas en agosto en la ciudad condal fueron “el relato mediático negativo sobre masificación, el incremento de los costes, la inseguridad o el impacto del cambio climático”.
Según apunta el investigador en el grupo de Nuevas perspectivas de Turismo y Ocio de la UOC, Pablo Díaz Luque, más allá de la masificación o de las protestas contra el turismo masivo, son los costes elevados los que tienen un mayor impacto en la llegada de turistas. “El factor principal es el poder adquisitivo: si lo puedes pagar o no. Por eso el turista internacional sigue viniendo, mientras que el nacional empieza a buscar otras opciones”, afirma.
Después de la pandemia -indica el experto-, el sector turístico vivió un auge impulsado por el llamado “turismo de revancha”. Sin embargo, esa tendencia comenzó a frenar en 2024. La inflación generalizada, acentuada desde la guerra en Ucrania, ha elevado significativamente los precios, sobre todo para el turismo nacional, y ha llevado a que ese turismo se haya desinflado y no haya crecido como en años anteriores.
El investigador aclara que, aunque cada vez más personas intenten evitar los meses más caros, julio y agosto seguirán siendo el núcleo de la temporada alta, debido a la estructura de las vacaciones escolares y laborales. Más que dejar de viajar, ante el encarecimiento del alojamiento y de los servicios en destino, muchos viajeros nacionales han comenzado a modificar sus hábitos. Puede que las vacaciones se acorten, se gaste menos en restaurantes y actividades, y se prioricen los apartamentos turísticos para cocinar y ahorrar. “El turista nacional ya no gasta tanto en destino y busca formas de viajar sin dejar tanto dinero”, afirma Díaz Luque.

