Un equipo internacional liderado por investigadores españoles ha identificado un rasgo desconocido del virus SARS-CoV-2 que ayuda a entender mejor cómo se ha adaptado a la población humana durante la pandemia, al demostrar que el coronavirus ha reducido su diversidad genética interna con el paso del tiempo.
El estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), ha sido desarrollado por científicos del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM, CSIC-UAM), la Fundación Jiménez Díaz, a través de su Instituto de Investigación Sanitaria (IIS-FJD), la Universidad Politécnica de Madrid y la Universidad Northwestern (EE. UU.).
“Nubes de mutantes”
El trabajo, liderado por Celia Perales, Esteban Domingo e Ignacio Gadea, muestra que el SARS-CoV-2, como otros virus de ARN, se replica generando lo que se conoce como “nubes de mutantes”, es decir, poblaciones con pequeñas variaciones genéticas.
Sin embargo, mientras en las primeras olas esas nubes eran muy amplias y diversas, en variantes más recientes como Ómicron, se han vuelto mucho más limitadas.
“Nuestro trabajo demuestra que la diversidad interna del virus también evoluciona, y este cambio puede influir en cómo se transmite o cómo responde al sistema inmunitario. Vigilar esta dinámica es clave para anticipar su comportamiento”, ha explicado Perales, investigadora del CBM y coautora principal del estudio.
Los investigadores subrayan que este hallazgo conecta, por primera vez, la biología molecular del virus con su comportamiento epidemiológico, y abre nuevas vías para el diseño de vacunas y tratamientos.
Evolución de la estructura genética global
En lugar de centrarse únicamente en mutaciones concretas, los científicos apuntan que también es necesario seguir la evolución de la estructura genética global del virus.
Asimismo, el trabajo sugiere que la forma en que el virus se transmite, los tejidos en los que se replica y la respuesta del sistema inmunitario condicionan esa diversidad interna, que ha ido ajustándose a medida que el SARS-CoV-2 se adaptaba a la especie humana.


