Unas 300 personas, entre chefs, camareros de sala, antiguos compañeros, amigos y familia, rindieron ayer un divertido homenaje a Juli Soler (1949-2015), una figura clave en la revolución gastronómica, que situó Roses en el mapa mundial, de la mano del chef Ferran Adrià, su socio en El Bulli durante más de 25 años.
El lugar elegido fue el castillo de la Trinitat, una imponente atalaya sobre el mar, convertida ahora en un museo, que este viernes vio desfilar a primeras espadas de la cocina como el propio Adrià, Josep Roca, Mateu Casañas o Toni Gerez, entre muchos otros, con quien Juli Soler coincidió a lo largo de su trayectoria profesional.
Visionario, divertido, amable, sorprendente, transgresor, irrepetible, inquieto, imprevisible, y ante todo, generoso, fueron algunos de los atributos con los que se identificó a Juli Soler
“No quiere ser este un homenaje que nos deprima, nostálgico o triste; debe ser un acto que nos haga darnos cuenta de su última gamberrada, del as que tenía bajo su manga, porque diez años después de su muerte sigue influyendo en nuestra vidas y en nuestra gastronomía”, decía nada mas empezar la moderadora del acto, la periodista de La Vanguardia, Cristina Jolonch.
Lo fue. Las risas y las anécdotas inundaron una velada que sirvió para recordar la trayectoria, el legado y la persona de Juli Soler, el hombre que transformó el servicio de sala, coincidiendo con el décimo aniversario de su muerte.
El acto, organizado por la Associació d'Empresari Roses-Cap de Creus; la Associació d'Hostaleria de l'Alt Empordà y el Ayuntamiento de Roses congregó a unas 300 personas en el castillo de la Trinitat.
Todos anoche tenían algo que contar de un personaje que fue recordado como alguien visionario, divertido, amable, sorprendente, transgresor, elegante, irrepetible, inquieto, imprevisible, inteligente… Alguien que todo lo que tocaba, conseguía que brillara, un encantador de serpientes y un hombre bala, para otros. Pero si hay un atributo que se repitió en casi en todos los parlamentos de anoche, no fue otro que la palabra generoso. Generoso con la sala, con los aprendices, con los cocineros, con los clientes, con sus amigos…
Daba muestras de ello el jefe de sala y camarero de vinos de El Celler de Can Roca, Josep Roca, durante su intervención, con la que se cerró el acto. “Generoso en el servicio, preparó la propuesta más vanguardista trastornando el mundo de la gastronomía. Nadie hará más que él para conectar emocionalmente un cliente y un trabajador de la hostelería”, apuntó. Roca destacó también su papel en la gestión de equipos, su don de gentes y su capacidad para despertar el niño que todos tenemos dentro. “Un mito inabarcable, símbolo de la elegancia en la sala”, subrayó.
Generoso en el servicio, preparó la propuesta más vanguardista trastornando el mundo de la gastronomía
Toni Gerez, actual jefe de sala del restaurante Castell de Peralada, que trabajó muchos años junto a Juli Soler en El Bulli, ahondaba también en esa idea. “Era un tío cariñoso, lograba hacer feliz a la gente, que en el fondo este es nuestro trabajo”, apuntó Gerez, de quien recordó también su papel como “padre, amigo, compañero y confesor” durante el tiempo compartido en el restaurante de cala Montjoi.
Y también Ferran Adrià, su socio en El Bulli durante dos largas décadas, destacaba su generosidad. Del tiempo pasado con él bromeaba al inicio de su intervención. “Son 25 años de socio con Juli, he estado más tiempo con él que con mi mujer”, decía.
Al frente del BulliFoundation, un centro de investigación dedicado a la gastronomía que impulsó junto a Soler en el espacio que ocupó El Bulli, recordó una de las anécdotas que vivió en su primer viaje Japón, cuando en una barra les sirvieron un carpaccio de hígado de ciervo recién matado “que se movía”. Juli se lo llevó al bolsillo con una servilleta de papel.“Era el lobo de Pulp Fiction, el solucionador de todo, un personaje imprevisible”, dijo de él.
Era un tío cariñoso, lograba hacer feliz a la gente, que en el fondo este es nuestro trabajo
El chef del Disfrutar, Mateu Casañas, que trabajó durante 17 años en El Bulli, antes de que cerrara sus puertas en 2011, destacó su “humanidad, confianza y generosidad con todos los que entraron y salieron” por la puerta del que se convirtió en el mejor restaurante del mundo. “Era un padre para todos, enamoraba a la gente que visitaba Cala Monjoi”, agregó Lluís García, que fue director de El Bulli y mano derecha de Soler y actualmente es el director del Bullifoundation.
Durante el acto también intervinieron sus hijos, Rita y Pancho Soler que destacaron algunas de las facetas más personales de su padre, como su pasión por la música y la tecnología y como la gran familia de El Bulli se convirtió también en su familia. “Eran como nuestros hermanos”, dijo Rita.
Era el lobo de 'Pulp Fiction', el solucionador de todo, un hombre imprevisible
El periodista gastronómico Salvador García-Arbós, uno de los organizadores del acto, destacó la gran capacidad de comunicación a partir otra anécdota. “En pleno debate sobre la cocina clásica, tradicional y moderna, él decía que había dos tipos de cocina: la buena y la mala. Y entre la buena, una era la cocina del ‘seny’, que se hacía en el Montseny y otra de la ‘joia’, que se hacía en Montjoi”.
El acto fue organizado por la Associació d’Emprearis Roses-Cap de Creus, la Associació d’Hostaleria de l’Alt Empordà y el Ayuntamiento de Roses. Su acalde, Josep Maria Martínez, destacó el papel de Soler para convertir “Roses y la Costa Brava en referente mundial de la gastronomía”. La jornada sirvió también para bautizar con el nombre de Juli Soler, el Aula Gastronómica de Roses.


