El tomate es uno de los grandes protagonistas de la cocina mediterránea y, aunque solemos pensar en él como un ingrediente universal, cada variedad tiene unas características únicas que la hacen ideal para determinadas preparaciones. Desde el tomate pera, carnoso y jugoso para sopas frías, hasta el tomate pimiento, firme y delicado para laminar en carpaccio, cada tipo encuentra su mejor escenario en la mesa.
En este recopilatorio te mostramos cómo aprovechar la personalidad de cuatro variedades en recetas sencillas y sabrosas que realzan todo su potencial.

Sopa fría de tomate y sandía
Tomate pera
El tomate pera es carnoso, con poca semilla y mucho jugo, lo que permite obtener una base suave y con buen cuerpo para triturar. Además, su sabor equilibrado (ni muy ácido ni muy dulce) se complementa idealmente con la frescura y dulzor de la sandía, como enseña Ana Casanova en esta receta.
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Tomates asados rellenos de quinoa
Tomate corazón de buey
El corazón de buey es grande, carnoso y resistente al horneado, lo que lo hace perfecto para rellenar. Su pulpa firme aguanta el calor sin deshacerse, y su sabor intenso se potencia con la cocción al horno. Además, su tamaño permite rellenarlo con mezclas abundantes, como la que propone esta receta.
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Carpaccio de tomate
Tomate pimiento
El tomate pimiento tiene piel fina, mucha pulpa y casi nada de jugo ni semillas, lo que facilita cortarlo en láminas muy finas para un carpaccio. Su textura firme recuerda a la de un pimiento asado, pero con el frescor del tomate, lo que permite presentarlo como protagonista en un plato delicado y ligero.
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Brochetas de cerdo con lima
Tomate cherry
El cherry es pequeño, muy jugoso y dulce, ideal para pinchar entero en brochetas. Al asarse, carameliza ligeramente y aporta un contraste fresco y ácido-dulce al sabor intenso de la carne de cerdo y el toque cítrico de la lima.
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