En una era dominada por las pantallas, lograr que los más pequeños desarrollen amor por los libros puede ser un auténtico desafío. Sin embargo, el pediatra y autor Carlos González, conocido por su enfoque respetuoso en la crianza, lanza una advertencia: “Con nuestra insistencia en que los niños hagan ciertas cosas, a veces conseguimos lo contrario”.
Durante uno de los episodios de su podcast Criando sin miedo, González reflexiona sobre su propia experiencia personal. Recuerda que creció en una casa repleta de libros gracias a la pasión lectora de su padre, que abandonó la escuela a los 13 años pero se convirtió en un lector infatigable. “Mi padre leía con pasión. En mi casa había al menos mil libros; jamás lograré leer todo lo que leyó mi padre”, relata.
El error de forzar la lectura
Lejos de imponerle el hábito, su padre nunca le incentivó directamente a leer. De hecho, “le parecía que si yo leía mucho, estaba perdiendo el tiempo”, explica González. Y es que la lectura, en su infancia, acabó convirtiéndose en una forma de evasión que él practicaba a escondidas: “yo leía clandestinamente”.

Niño leyendo en la cama.
La reflexión del pediatra. Insistir demasiado para que los niños lean puede ser contraproducente. “Cuando crees que estás haciendo una cosa porque te da la gana, tienes tendencia a hacerlo bien y dedicarle tiempo”, señala. En cambio, cuando la actividad se percibe como una obligación, puede generar rechazo. “Cuando crees que alguna cosa la haces porque otras personas te obligan y te presionan, lo haces mal y rápido”.

Captura de vídeo
El pediatra asegura que, en muchas ocasiones, “a los niños les gustaría aprender más cosas si les dejásemos en paz”. Su consejo va más allá del ámbito de la lectura y se aplica a la crianza en general: permitir que los pequeños descubran sus intereses y avancen a su ritmo, sin convertir cada aprendizaje en una tarea forzada.

Niña jugando
El entorno sí importa
Aunque rechaza la imposición, González destaca la importancia del entorno familiar. Crecer en una casa llena de libros y ver a los adultos disfrutando de la lectura es, según él, una de las mejores formas de despertar la curiosidad infantil. “Así construimos a veces nuestra vida, a favor o en contra de nuestros padres, pero nunca indiferentes”, afirma.
Y es que el entorno lector no solo facilita el acceso a los libros, sino que también modela actitudes. Como subraya el filósofo Gregorio Luri, citado por González, un niño que crece en una casa sin libros puede llegar a tener un retraso cognitivo de año y medio respecto a otro que convive con al menos cien libros al terminar la ESO.