Gregorio Luri, una de las voces más lúcidas y provocadoras de la pedagogía española, ha observado un detalle aparentemente trivial pero profundamente significativo: “Mis nietos no están teniendo infancia porque no se rompen los pantalones. Y tienen las rodillas impolutas, no tienen ni una herida en las rodillas”.
Esta observación, compartida en Aprendemos Juntos 2030 de BBVA, sirve como metáfora de una infancia desprovista de aventuras, riesgos y aprendizajes esenciales.
La desaparición de los espacios de aventura
Luri identifica el problema de fondo: “los niños actuales se han quedado sin espacios en los que poder vivir sus aventuras”. Frente a esto, el pedagogo defiende abiertamente “que los niños tienen derecho al juego libre y arriesgado”, reconociendo que esta postura “da pánico” a los padres modernos.

Niños jugando
Esta paradoja genera una tensión en los adultos: “por una parte, que ellos tuvieron infancia y la añoran y, por otra parte, ese sentido sobreprotector de sus hijos”. El resultado es una generación de niños privados de las experiencias que sus propios padres atesoran como recuerdos valiosos.

Niños jugando a Roblox en casa.
Con ironía y provocación, Luri declara: “voy a defender la delincuencia juvenil, qué demonios”. Ilustra su punto con una anécdota universal para quienes crecieron en entornos rurales: “ir a robar peras al peral del cascarrabias del pueblo, que normalmente eran unas peras incomestibles, verdes, pero qué buenas sabían”.
El valor educativo de esta travesura no estaba en el fruto robado, sino en “la sensación de que aquel señor cascarrabias podía aparecer en cualquier momento y echarte una bronca”. Esta experiencia contenía todos los elementos del aprendizaje vital: planificación, riesgo, emoción y consecuencia.

Captura de vídeo
Energía vs sentido común
Luri ofrece una definición precisa de la esencia infantil: “Niño es aquel ser que tiene mucha más energía que sentido común para controlarla”. Contrasta esto con la adultez: “a nuestra edad tenemos mucha más energía, mucho más sentido común que energía, y eso a veces resulta desesperante”.
Esta disparidad explica por qué “primero actúa y después se da cuenta de las consecuencias”, un proceso natural de aprendizaje que la sobreprotección adulta interrumpe sistemáticamente.

Niñas jugando con agua
La sobreprotección como forma de maltrato
La afirmación más contundente de Luri es que “la sobreprotección es una forma de maltrato”. Explica su razonamiento: “Porque estamos impidiendo que nuestros niños gestionen su vida real. Los rodeamos de algodones, los rodeamos de todo para que no tengan problemas”.
El pedagogo contrasta esta actitud con la realidad del aprendizaje: “el órgano educativo del niño fuese el oído, todos hubiéramos sido buenísimos, porque nuestros padres no paraban de darnos buenos consejos. A todos. Pero nosotros lo que queríamos eran malos ejemplos, ejemplos emocionantes, ejemplos intensos”.
Narcisismo y miedo al fracaso. Luri alerta sobre los resultados de esta crianza sobreprotectora: “están creciendo como seres narcisistas con pánico al fracaso”. Explica este fenómeno: “porque estamos continuamente diciéndoles que son maravillosos, que son geniales, etcétera, etcétera, y esos niños tienen pánico al fracaso porque no se han enfrentado con riesgos”.