Novak Djokovic se ha consolidado como una de las figuras más dominantes del tenis en la última década. Su legado no se sostiene únicamente en la precisión técnica o en la potencia de su juego, sino en una cualidad menos visible pero decisiva: la fortaleza psicológica. Allí donde otros se quiebran, Djokovic parece crecer. Sus remontadas en partidos adversos y su capacidad de sostener la presión en los momentos más críticos lo han convertido en un referente de resiliencia deportiva.
Recientemente, el serbio realizó unas declaraciones en Wimbledon, donde reflexionó sobre el vínculo entre salud mental y redes sociales tras las dificultades expresadas por Alexander Zverev, quien confesó sentirse “vacío” y “sin alegría” tras una derrota: “Las redes sociales están extremadamente presentes y en cierto modo dictan el ánimo y el ritmo diario de un deportista, sobre todo en los jóvenes, aunque también en algunos más veteranos”, empezó diciendo.

Djojkovic en un partido de exhibición
“Todo el mundo está presente en redes, y ahí te puedes perder, darle demasiada importancia a los comentarios”
La influencia de los comentarios negativos. El campeón afirma que es necesaria tener una buena fortaleza mental para que no te afecten los miles de comentarios negativos que reciben a diario: “Todo el mundo está presente en redes, y ahí te puedes perder, darle demasiada importancia a los comentarios, a lo que alguien escribe desde un teclado o su teléfono... y eso duele. No es algo trivial. Es algo sobre lo que debemos hablar seriamente”, advierte.

Djokovic tras perder un punto
Un ritmo agotador. Djokovic criticó que los tenistas y los deportistas en general tengan que soportar la presión desde edades cada vez más tempranas: “En mi opinión, a los niños se les empuja demasiado pronto a un profesionalismo muy estricto, antes de que hayan desarrollado inteligencia emocional, una parte fundamental de la preparación psicológica para la vida. Cuando se identifica a un talento, les empujan profesionalmente. 'Juega, juega, juega'... aparecen los agentes, con todo tipo de intereses, y llevan al jugador al límite para ganar el máximo de dinero. Es un círculo vicioso, y si un jugador se pierde algo ahí, puede afectar a su psicología y a cómo vive su vida”, termina diciendo.
Reflexión. En ese contexto, Wimbledon se presentó no solo como una cancha, sino como un escenario para cuestionar y replantear cómo los deportistas gestionan una presión que ya no se circunscribe al marcador, sino también al juicio público y la exposición digital.