Diferenciar entre la necesidad física y el deseo emocional de comer es clave para una alimentación consciente. Muchas veces comemos por estrés, aburrimiento o rutina, y no por verdadera hambre. Escuchar al cuerpo, identificar señales de saciedad y optar por alimentos nutritivos puede marcar la diferencia en la salud y el bienestar. Comer no siempre satisface el cuerpo; a veces solo calma un impulso pasajero.
Borja Bandera es médico y divulgador especializado en nutrición. En una de sus últimas intervenciones ha revelado un truco sencillo para diferenciar si tenemos hambre de verdad o ganas de un antojo: ¿Te comerías un trozo de brócoli hervido? Si la respuesta es sí lo más seguro es que tengas hambre de verdad.

Una joven buscando comida en la nevera de casa
Tres tipos de hambre
- Hambre fisiológica. Es la que nos impulsa a ingerir energía y nutrientes esenciales para sobrevivir.
- Hambre hedónica. Se activa cuando, a pesar de estar saciados, seguimos teniendo hueco para un postre o un snack salado.
- Hambre emocional. Se relaciona con el estado de ánimo y nos empuja a recurrir a la comida como vía rápida para calmar la ansiedad, el estrés o la tristeza.

Brócoli
Cuando aparece el hambre, todo se vuelve secundario. El experto afirma que mantener una dieta restrictiva es extremadamente difícil si no se aprende a gestionar la saciedad.
No hace falta ponerse a contar calorías de manera estricta. Basta con introducir en la dieta alimentos más saciantes que, de manera natural, nos hagan comer menos: “El déficit energético es el fin para perder grasa, pero el medio debe ser la gestión del hambre”, explica.
La clave es reconocer qué alimentos ayudan a prolongar la saciedad y cuáles la sabotean. Borja recomienda especialmente las verduras fibrosas, las legumbres, las patatas y los pescados blancos. En el lado contrario tenemos la bollería industrial, los snacks salados y las mezclas de grasa y azúcar.