Muchas personas aseguran que no disfrutan conocer a desconocidos. Lo atribuyen a la timidez, al cansancio social o simplemente a la falta de interés. Sin embargo, quizá el problema no esté en las personas que conocemos, sino en las preguntas que hacemos.
Vanessa Van Edwards es experta en comunicación no verbal y en uno de los vídeos más recientes de su canal de TikTok ha reflexionado sobre las preguntas que no logran conectar con la gente a la que conocemos: “Deja de preguntar ‘¿Qué haces?’, ‘¿Cómo estás?’ o ‘¿Qué tal todo?’. Son las preguntas más aburridas que existen. Preguntar a qué te dedicas es como preguntar cuál es tu valor”, empieza diciendo.
Una pareja teniendo una cita
Empieza a preguntar lo que realmente importa
Interés. Una pregunta alternativa invitará a la otra persona a abrirse y le dará permiso para compartir aquello que le apasiona, incluso cuando no suele tener una relación directa con su empleo: “¿Estás trabajando en algo emocionante últimamente?”, recomienda. Para habituarnos a ello, la experta proponer pasar un total de 30 días sin preguntar a nadie a qué se dedica.
Cita en un bar
Alternativa. En su lugar, una de las preguntas más reveladores podría ser: “¿Qué personaje de película, libro o serie se parece más a ti y por qué?”, recomienda. La forma en la que se relaciona con personajes de ficción revela cómo se ve a si mismo, sus valores y su narrativa interna: “Después de seis años de amistad con una persona, solo entendí su verdadero mundo emocional después de hacerle esa pregunta”, explica.
Dos personas en una cita
No abuses del contacto visual. La experta recomienda no mirar directamente a nuestro interlocutor durante demasiado tiempo. Al contrario de lo que se cree, podría tener un efecto demasiado intimidante: “Todos sabemos que es bueno, pero más de un 70% puede resultar invasivo. No lo mantengas todo el tiempo. Guárdalo para el final de la frase”, termina diciendo.
Reflexión. Según psicólogos sociales, el contacto visual activa regiones del cerebro vinculadas a la empatía y al juicio, lo que explica por qué una simple mirada puede generar ansiedad o sensación de ser evaluado. En culturas donde la inmediatez y la distancia digital dominan, sostener la mirada más de unos segundos puede sentirse invasivo o incluso agresivo.

