Educar a un niño es, en muchos sentidos, acompañar la construcción de un cerebro en desarrollo. En su obra 'El cerebro del niño explicado a los padres', el neuropsicólogo Álvaro Bilbao invita a mirar la infancia con otros ojos: no desde la exigencia inmediata, sino desde la comprensión profunda de cómo aprende, siente y se forma una mente en crecimiento.
En una reciente entrevista para Cuerpomente, Bilbao reflexiona sobre los desafíos en la educación de los niños, el papel de las pantallas, la importancia de poner límites y la desaparición del castigo físico.
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao
“Todos los padres son conscientes de que dejar el teléfono a los hijos no es la mejor idea”
Cambio de paradigma. El experto explica que hace una década la mayoría de padres pensaba que el hecho de que su hijo o hija deslizara el dedo por una tablet era un signo de su inteligencia: “Hoy en día todavía se utiliza mucho, pero todos los padres son conscientes de que dejar el teléfono a los hijos no es la mejor idea y lo hacen lo menos posible”, empieza diciendo.
Padre educando a su hijo
El papel del cariño físico y verbal. Álvaro explica que ser cariñosos hace que los niños se sientan más seguros, tengan más confianza para expresarse y que tengan menos miedo a la autoridad. Sin embargo, señala que muchas veces confundimos el afecto con la sobreprotección y amabilidad con permisividad. Lo realmente difícil es encontrar un equilibrio: “No tienes que darle un sopapo a tu hijo, pero tampoco dejarle hacer lo que quiera. Hay que poner límites y normas intentando que el niño lo entienda, pero el límite tiene que estar por encima muchas veces de que el niño lo comprenda”, señala.
Padre corrigiendo la conducta de su hijo
La importancia de poner límites. Para los niños los límites son importantes porque todos tenemos una serie de estructuras que se localizan en el lóbulo frontal del cerebro, que se han desarrollado durante millones de años, para acomodar las normas sociales: “Todos los niños van a tener que aprender normas de sus padres”, explica. Cuando no estimulamos esa parte del cerebro con límites, los niños desarrollan dificultades para regularse y controlarse: “Eso les puede provocar ansiedad y dificultades para relacionarse con otros niños”, termina diciendo.

