Carles Garrigues, profesor, sobre compartir ubicación 24/7: “Confiar ciegamente puede ser peligroso”

TECNOLOGÍA

La práctica redefine el concepto de intimidad y abre nuevos debates sobre control y privacidad

Ubicación vía Whatsapp

Ubicación vía Whatsapp

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Para muchos jóvenes, compartir la ubicación de manera permanente con su círculo cercano se ha convertido en una práctica cotidiana que apenas genera reflexión. No lo interpretan como una renuncia a la libertad o a la privacidad, sino como un complemento más de su vida digital, una herramienta que les aporta comodidad, seguridad y, en ocasiones, pura curiosidad. Esta normalización plantea un cambio generacional en la percepción de la intimidad, al tiempo que abre un debate necesario sobre los límites del control, la autonomía y el impacto que estas dinámicas pueden tener en sus relaciones y en su desarrollo personal.

Carles Garrigues es profesor de la Escuela de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Barcelona. En un vídeo publicado por 3catinfo en Instagram ha recomendado no activarla nunca: “Puede ver la ubicación la persona que has elegido, pero también la empresa que está detrás de la ubicación”, empieza diciendo. 

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WhatsApp es una de las aplicaciones que permite enviar la ubicación a otro contacto o un chat colectivo

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Se ha redefinido el concepto de intimidad, que ha pasado de ser individual a colectiva

Riesgos. El experto explica que para comprender los riesgos que implica el uso de esta tecnología solo tenemos que ponernos un poco imaginativos: “Desde una aseguradora que se interesa por la frecuencia con la que vas al médico, hasta ladrones que pueden entrar en tu casa cuando estás de vacaciones. La industria de los datos mueve mucho dinero y detrás pueden haber prácticas ilegales”, explica. También hay que tener en cuenta los potenciales robos de información a la empresa, para revender los datos.

Generacional. Joel Feliu es profesor del Departamento de Psicología Social de la UAB. En la misma entrevista identifica esta práctica como un nuevo fenómeno que ha creado una norma social: “Si cada vez que mis amigos están en un lugar me planto, dejarán de compartirme la ubicación”, explica. El experto afirma que para estos jóvenes está totalmente normalizado el acto de compartir ubicación. Han crecido bajo el control del teléfono por parte de los padres y están acostumbrados a ver las calles llenas de cámaras de videovigilancia. Los usuarios de estas herramientas no lo ven como una renuncia a la intimidad, sino como una forma más de relacionarse, compartir y sentirse seguros. Se ha redefinido el concepto de intimidad, que ha pasado de ser individual a colectiva. 

Una mujer utilizando Google Maps en la calle

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Datos. Datos recientes muestran que compartir la ubicación desde el teléfono móvil se ha vuelto muy habitual entre los jóvenes. En 2025, alrededor del 65 % de ellos comparten su localización de manera continua con amigos, pareja o familiares, mientras que un 33 % nunca ha revocado el acceso de aplicaciones a sus datos de localización, y más de la mitad no recuerda cuántas veces dio permiso a distintas apps. Además, muchos obtienen su primer teléfono entre los 10 y 12 años, lo que significa que desde edades tempranas están expuestos a decisiones sobre privacidad digital y geolocalización que pueden afectar su autonomía y seguridad.

Testimonios. Judit Endrino es una estudiante de la UAB que utiliza la ubicación para saber si sus amigas están en clase sin la necesidad de preguntar: “Miro están todas en el mismo punto del mapa”, comenta. Otra estudiante llamada Ada Domènech explica que utiliza mucho el coche y comparte la ubicación con su madre: “Le ayuda a relajarse y ver que estoy bien”, explica. Esta sensación de seguridad es uno de los motivos más repetidos por los jóvenes. 

Mecanismo de control. La otra cara de la moneda son las personas que pueden utilizar esta herramienta como un mecanismo de control. La estudiante Douaa Dannoun afirma que puede ser un poco tóxico. Andrea Botey también apunta que si una de sus amigas cambia algún aspecto de su rutina puede hacer que se coma la cabeza más de lo necesario. 

Reflexión. No se trata solo de advertir sobre riesgos, sino de ofrecer herramientas para que tomen decisiones informadas, comprendan el valor de su información y construyan una relación más equilibrada y consciente con la tecnología que los acompaña en su día a día.

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