Luce en su cuerpo serrano tejanos azul claro, camisa a juego y una sonrisa por saludo. Su aspecto no denota lo octogenario que casi es (18 de agosto de 1936). A contracorriente, esas arrugas que, en otros marcan el envejecimiento, a él parecen rejuvenecerle.
Aquí está Robert Redford, leyenda viva de Hollywood. Y a su vez, un hombre de su tiempo, fundador de un festival como Sundance, que encarna lo opuesto a la enorme industria cinematográfica, un mito cargado de argumentos contemporáneos.
De hecho, en el momento de las presentaciones en un hotel del Soho para la entrevista por el estreno de La verdad (Truth), la primera pregunta sale de su boca. Al saber que el periodista representa a un medio de Barcelona, surge su réplica: ”¿Están debatiendo si Catalunya se independiza?”.
¿Le interesa el asunto?
Viví en España, en Mijas, estuve casi un año en los 60. La historia de España es increíble, la gente es magnífica, no más guardia civil (risas). Es un país al que adoro.
¿Qué piensa de Catalunya?
Siento curiosidad, pero no conozco lo suficiente para opinar.
De conocer precisamente va La verdad (estreno el día 30), cine de periodismo y política respecto a la exclusiva de cómo George W. Bush se escaqueó de ir a Vietnam y que acabó como el rosario de la aurora para los informadores. Como en Todos los hombres del presidente, sobre el Watergate, donde encarnó a Bob Woodward, en esta ocasión hace de Dan Rather.
¿Qué le atrajo del guion?
Recordaba la situación del 2004, pero entonces no profundicé. Sí que me resultó muy sorprendente que Dan Rather, en la cumbre de la televisión, que ocupaba el mismo espacio que tuvo Walter Cronkite, cayera de repente y se fuera de forma muy rápida.
¿Y de Mary Mapes, la productora del programa 60 minutes de la CBS que levantó la noticia, a la que despidieron por las presiones, y que ha escrito el libro en el que se basa el filme?
No sabía de Mary Mapes, ella es la parte silenciosa. Me recordó una historia del 60 minutes, una noticia de medio ambiente. Pero la CBS se halla ahora en una situación diferente. Me pareció muy extraño que la cadena se moviera tan rápido, no quisieron saber del caso y tomaron decisiones de inmediato. Al leer el guion, me dije: “Esto descubre lo que sucedió”. Me fascinó porque lo ignoraba. Comprendí que era una gran historia con personajes fascinantes y muchas emociones.
Rather dice que la versión es fiel a la realidad. ¿Habló con él?
Hablé sólo una vez, antes del rodaje. Le dije: “Dan, he de ser tú en esta película y es un poco complejo”. Me era difícil porque no quería hacer una parodia, una caricatura, que resultara ser una distracción. A su vez, me interesaba utilizar sus virtudes, sus ritmos, su manera de dirigirse a la cámara, y esto suponía ir más allá. Cuando le llamé, tenía una idea de cómo interpretarlo, pero no sabía cómo se sentía él. En el libro existe un sentido de lealtad de unos con otros, una lealtad que rompen los jefes y, para mí, es la historia que respira este guion.
A Mapes la despidieron, Rather se disculpó y se fue...
Eso es shakesperiano.
Lo contrario del Watergate y el papel del The Washington Post. Nixon dejó la Casa Blanca.
Woodward y Berstein (Dustin Hoffman) eran unos periodistas jóvenes que trabajaban en una historia que el poder quería destruir, que trataba de ocultar, pero a quienes el diario apoyó, mientras que Mary Mapes no contó con el favor de sus jefes, que fueron más leales al gobierno que pretendía destrozar la historia.
Una diferencia...
Un gran cambio. No sé como calificarlo. El paisaje del periodismo se ha transformado por una mayor implicación de las corporaciones y de los políticos. Las corporaciones disponen de más influencia, de más poder, hay una relación más estrecha entre ellas y la política, y un mayor control de los políticos en el periodismo.También ha cambiado la relación con el público y, aunque es algo fascinante, me deprime.
Lo que significó Rather va tan escaso como los papeles para veteranos. ¿Piensa retirarse?
La jubilación no es para mí. Disfruto haciendo de actor, investigando nuevos territorios. Soy curioso y exploro mi curiosidad. Pararse es morir. Creo que Dan Rather está en la misma dirección y ha continuado trabajando. Me resulta impresionante su fortaleza para regresar de ese trance. Habría sido devastador para cualquiera que, de la noche a la mañana, le echaran de la cumbre. Él tuvo la determinación de seguir en la búsqueda de la verdad.
Una de sus verdades es la defensa del medio ambiente.
Los poderes amenazan a la naturaleza. En Sundance [así se refiere a sus terrenos en Utah], he dejado mis 2.400 hectáreas a la vida silvestre. Cuando traspasas la cerca, afuera sólo ves hormigón, cemento, grúas, esa es la actividad a nuestro alrededor: desarrollo, desarrollo, dinero, dinero.
Ha mantenido una vida discreta, ¿las alabanzas que recibió en sus inicios no le gustaron?
¡Claro que me gustaban los halagos al principio! Luego vinieron los nervios por saber qué iba a hacer con mi vida. Hice un experimento conmigo mismo sobre mi imagen en público. Puse una nota en mi despacho: “Somos objetos”, porque me sentía tratado así y me preocupaba, de no tener cuidado, acabar siendo un objeto. Por eso siempre analizo cómo me comporto, y la forma de hacerlo ha sido refugiarme lejos, en la naturaleza, en mi familia. Pero no es un proceso fácil.
