El escritor y activista mallorquín Guillem Frontera (Ariany, Mallorca, 1945) ha fallecido este lunes, a los 79 años. Deja una importante obra novelística, pero su impronta se extiende también a la reivindicación de la cultura y al empuje e inspiración de generaciones de escritores.
“Era uno de los mejores escritores mallorquines de hoy, que tuvo una entrada fulgurante y una rentreé espectacular”, asegura el escritor y crítico literario Julià Guillamon, recordando obras como su debut, Els carnissers, con la que en 1968 ganó el premio Gabriel Maura y que ya retrata el cambio que el turismo llevó a la isla, y que publicó con prólogo de Llorenç Villalonga; o Tyrannosaurus, cuya publicación en 1977 causó un escándalo ya que fue de los primeros al tratar los abusos en una institución religiosa y que estuvo a punto de no ser publicada por la censura, ambas rescatadas hace poco por Club Editor; pero también en una obra como La mort i la pluja (2007, Proa), que Guillamon define como “uno de los mejores libros de los últimos treinta años”, con el cual ganó el premio Mercè Rodoreda de cuentos.
Su compañero en la editorial EnSiola, Miquel Campaner, añade que “se va uno de los intelectuales más lúcidos y brillantes que hemos tenido, tanto en el mundo cultural como para los que no pensaban como él”. Para el editor, “la literatura catalana contemporánea no se entendería sin su figura, aunque fuera por libre. Ni se daba importancia ni pretendía la fama, solo hacer buena literatura. Siempre pensó que podía hacer más”. Campaner cuenta que el escritor ha dejado muchos escritos, pero “todavía hay que revisarlos, porque era muy escrupuloso y exigente. Siempre explicaba que sabía como se hace una novela y para que sea buena, pero hacerla no es fácil. Para él, una novela tenía que explicar el tiempo de su autor, y él lo hizo con su obra”. Pero su importancia va más allá de la propia literatura, ya que “si veía alguien que tenía talento, lo ayudaba, y mucha gente ha hecho cosas porque él se implicó”, y recuerda el impulso que dio a autores como Pere Antoni Pons, Melcior Comes o Sebastià Alzamora, “con quien se admiraban mucho”.
Impulsó muchas iniciativas culturales ya de joven, como la colección de poesía La Sínia, donde publicó sus dos primeros libros y los únicos de poesía, A ritme de mitja mort (1965) y El temps feixuc (1966), hasta que debutó como novelista, y a partir de entonces como escritor se mantuvo fiel a la narración. Con aquella primera novela se lo incluyó en la generación de los 70, un encasillamiento que él ponía en duda, y lo siguieron otras novelas que se suelen definir en los parámetros del llamado realismo social. También se dedicó al articulismo en varios medios, donde trataba especialmente el mundo del arte, que hizo aparecer en sus obras y lo llevaría a comisariar exposiciones, pero también a participar en obras como la Gran Enciclopèdia de la Pintura i l’Escultura a les Balears o en la desaparecida galería Bisart de Palma.
Fue un pionero cuando en 1968 retrató los cambios que el turismo llevaba a Mallorca en su debut, ‘Els carnissers’
Los últimos años recibió varios reconocimientos, como el premio a la trayectoria del festival Tiana Negra o el Ara Balears-Toni Catany, hace solo unos meses, y hace un año EnSiola publicó Guillem Frontera. Un escriptor, un món, volumen de homenaje para “abarcar la multiplicidad de elementos vivenciales, estéticos e ideológicos que forman el mundo literario que Guillem Frontera ha ido construyendo a lo largo de cerca de sesenta años”.
Los últimos tiempos el escritor había ido entrando y saliendo del hospital a causa de varias dolencias, en especial derivadas de una deficiencia cardiaca. Los últimos días ya se lo veía venir, pero estaba tranquilo, rodeado de los suyos.