Beatriz Sarlo, el cerebro de Buenos Aires

Obituario

Adiós a la ensayista que interpretó Argentina a la luz de los grandes pensadores de nuestro tiempo

Beatriz Sarlo, escritora argentina. Imágen cedidad por Clarín Contenidos/ GERARDO DELL'ORO
CLARIN

Ha fallecido en Buenos Aires –la ciudad donde nació y a la que dedicó su vida intelectual– la pensadora, analista política y crítica cultural Beatriz Sarlo, tras varias semanas internada por un accidente cerebrovascular. Nos deja una de las figuras más relevantes del ensayo latinoamericano de los siglos XX y XXI. Atesoró un gran reconocimiento internacional (ganó la beca Guggenheim, fue fellow del Wilson Center de Washington y miembro correspondiente de la British Academy), pero fue sobre todo un ejemplo del alto nivel de la educación pública argentina.

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Estudió en la Universidad de Buenos Aires y fue una de sus profesoras más destacadas. En su facultad de Filosofía y Letras y en revistas como Libros y Punto de Vista contribuyó decisivamente a la configuración del canon, en el que incluyó a sus contemporáneos Ricardo Piglia y Juan José Saer, y a autores más jóvenes que ella, como Sergio Chejfec. Experta en la obra de Jorge Luis Borges, a quien dedicó títulos de referencia como Borges, un escritor en las orillas (1993), su visión panorámica y erudita de la literatura argentina siempre estuvo atravesada por la política, la ideología y la teoría urbana. Era una máquina de dibujar y comprender contextos. La literatura borgeana no se entiende sin Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930 (1988). Y la propia capital argentina no se comprende sin exploraciones como Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en Argentina (1994) o La máquina cultural. Maestras, traductores y vanguardistas (1998). Caminante empedernida, observadora nerviosa, recorrió la ciudad de una punta a la otra para escribir La ciudad vista. Mercancías y cultura urbana (2009), que empieza hablando del centro comercial y termina en los gimnasios y los ciberlocutorios.

Escribía con un estilo basculante entre lo académico y lo literario, con la misma precisión con que pensaba

Si el autor de Ficciones reescribió a Homero, Cervantes, Dante y Shakespeare desde el Cono Sur, Sarlo interpretó desde el mismo espacio a sus cuatro grandes referentes: Walter Benjamin, Susan Sontag, Roland Barthes y Raymond Williams. Suya es la edición que hemos leído y estudiado de El campo y la ciudad del gran referente del marxismo. Y Siete ensayos sobre Walter Benjamin (2000) es su pequeño long-seller, que Sarlo dedica a “Rafael Filippelli, que me acompañó a Port-Bou”. El director de cine fue su última pareja y su último gran cómplice intelectual. Ella no acabó de superar el duelo por su muerte en marzo del año pasado.

Beatriz  Sarlo, fotografiada en el año 2017 en Bogotá

Beatriz Sarlo, fotografiada en el año 2017 en Bogotá

MANUEL LORENZO / EFE

Sarlo escribía con un estilo que basculaba entre el ensayo académico y el literario, con la misma precisión con la que pensaba: “En el siglo XIX, la Argentina era una causa y un programa”; “Contra todo fanatismo, la literatura de Borges busca el tono de la suspensión dubitativa que persigue un ideal de tolerancia”; sobre Barthes: “Una muerte idiota, la banalidad de un accidente de tránsito a comienzos de 1980, no clausuró la posibilidad de estos textos”; o, sobre Silvina Ocampo, “su escritura tiene una turbiedad, una buscada imprecisión, una perversidad en el acople de palabras”.

Genio y figura, pequeña pero matona, brillante sin margen para la duda, era impresionante en sus clases y conferencias, implacable en sus columnas de los diarios Clarín o La Nación, o en sus intervenciones en radio y televisión; pero cálida y muy generosa en las distancias cortas. Nos deja en el peor momento. Un año después de que llegara al poder Javier Milei, a quien cuestionó fuertemente y con argumentos, como hizo antes con los Kirchner o con Mauricio Macri. En pleno ataque de la Libertad Avanza contra la universidad pública y contra las ideas. En pleno retroceso.

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