El Molino llega a las navidades con los deberes hechos. En tan solo dos meses desde su reapertura, este teatro histórico del Paral·lel se ha reinventado con una oferta hasta ahora inexistente en Barcelona. Inspirado en los icónicos clubs de jazz de Londres o Nueva York, El Molino ha apostado por combinar lo mejor de un teatro y lo mejor de un restaurante. Un club abierto a todos que, a las puertas del 2025, conserva el encanto de otro siglo.
Un teatro donde se respira jazz
Nada más cruzar la puerta de El Molino, uno se da cuenta de que está a punto de vivir algo especial. El personal de sala acompaña a cada asistente a su localidad, donde le reciben con un vaso de agua. Cada detalle del mobiliario y la iluminación está cuidado, desde la zona de mesas frente al escenario hasta cada uno de los anfiteatros que permiten ver el espectáculo a una altura razonable.
Richard Bona, Bill Frisell, Marco Mezquida, Kiki Morente, Zoh Amba, Calexico, Kaisa’s Machine y Quimi Portet ya han confirmado actuaciones en 2025
Y, cuando empieza a sonar la música, uno se acuerda de lo más importante: El Molino suena bien. Muy bien. La mitad del mérito la tiene la acústica de la sala y los técnicos de sonido. La otra mitad es de los programadores, que han descolgado el teléfono para invitar a Barcelona a algunos de los mejores músicos de jazz del mundo: de Bill Frisell a Richard Bona, pasando por Marco Mezquida.
El pianista Kenny Barron, fotografiado desde el primer anfiteatro
El corazón de su propuesta es el jazz, pero El Molino no se limita a este género. El programa incluye flamenco, soul, blues, funk, bossa nova, canción de autor y más, una diversidad musical que atrae a públicos de todas las edades y gustos. Además, la sala ofrece espectáculos de comedia y sesiones de club con DJs residentes que mezclan vinilos clásicos con música electrónica, creando una experiencia vibrante y ecléctica.
Algunos de los platos estrella de El Molino
El chef parece un artista más
Aunque parezca mentira, aquello que diferencia el nuevo Molino de otras salas y teatros no está sobre un escenario. Está en la cocina.
Desde los buñuelos de bacalao hasta el tartar de tomate, pasando por el bocadillo de calamares, El Molino y el restaurante JOK han diseñado una carta que homenajea la historia del jazz, con algunos guiños a Joan Manuel Serrat y otras figuras míticas del Poble Sec.
Las ostras de Normandía, las croquetas de rabo de toro o el carpaccio de gamba roja son solo algunas de las estrellas de la carta
La posibilidad de maridar un espectáculo de jazz con una cena discreta o incluso un cóctel de autor es lo que acerca El Molino a referentes como el mítico Ronnie Scott’s de Londres.
Uno de los cócteles de El Molino
Las experiencias reales están de moda
El Molino no invita a pasarse el concierto grabando con el móvil. Se trata de un espacio pequeño, con un aforo de poco más de 200 personas, diseñado para garantizar una experiencia íntima. Su distribución, con butacas, mesas y anfiteatros, permite que el público siempre esté cerca del escenario, generando una conexión especial con los artistas.
En pleno bullicio del Paral·lel, la sala se convierte en un oasis donde el silencio y los detalles cuentan tanto como las notas musicales. Cada acorde, cada pausa y cada palabra del artista se perciben con nitidez, haciendo que cada actuación sea memorable.
La zona de platea y mesas de El Molino, antes de un concierto
Una historia centenaria en el Paral·lel
Fundado a principios del siglo XX, la fachada de El Molino es probablemente la más icónica de la noche barcelonesa. Este café-teatro fue un refugio para la bohemia catalana, un espacio de experimentación y, por qué no decirlo, de transgresión de límites.
Después de unos años sin actividad, El Molino ya es un nuevo templo cultural. Un espacio para melómanos que, aunque con un sabor distinto, conserva el encanto y la sencillez de una época en la que los conciertos eran otra cosa.
La agenda de enero en El Molino
