El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, logró el martes un éxito diplomático al invitar al Parlamento Europeo a degustar un cocido, plato representativo de su ciudad. “El cocido se asemeja a Madrid porque es un punto de encuentro de muchos ingredientes, ya sean garbanzos, pollo, carne, tocino, chorizo, morcilla o berza”, dijo el edil, trazando así un paralelismo singular. Martínez-Almeida asistía a una jornada sobre vivienda en la Eurocámara junto a su homólogo Jaume Collboni.
El madrileño abandonó poco después Bruselas mientras Collboni se quedaba para participar en el plenario del Comité de Regiones e impulsar la red de ciudades que promueve una política europea de vivienda.
Cuidado. No debe interpretarse de esto que, mientras hay alcaldes que se ven para abordar a escala europea la crisis habitacional, el de Madrid se limita a poner la mesa. De hecho, Martínez-Almeida tomó la palabra en Bruselas para reafirmar la política de vivienda de los populares, que ven prioritario que haya más suelo edificable.
El asunto relevante es que Barcelona vuelca sus esfuerzos diplomáticos en la UE, mientras que la capital de España lo hace, sobre todo, en el ámbito latinoamericano. El propio Martínez-Almeida es copresidente de la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI), que en 2024 suscribió una Declaración de Madrid que promovía políticas para mejorar la calidad de vida en espacio urbano.
Barcelona lidera una red europea por la vivienda mientras Madrid mira a América
Pero las prioridades de una y otra han cambiado. Mucho ha llovido desde que en Washington se pusiera a Madrid y Barcelona en el mismo saco de las ciudades hostiles que se movilizaban en masa contra la invasión de Irak, dando así la espalda al atlantismo inquebrantable de mandatarios como José María Aznar o Tony Blair.
Las diferentes apuestas políticas (la hegemonía de la derecha en Madrid no tiene igual en Europa) y los flujos migratorios determinan una acción diplomática muy diferenciada. El notable aterrizaje en la capital de élites de Venezuela y otros países latinoamericanos puede acentuar a corto plazo esa disparidad de criterios.

Martínez-Almeida y Jaume Collboni conversan en el Parlamento Europeo
Barcelona se ha propuesto dar prioridad a Europa porque es de Bruselas de donde pueden llegar normativas y dinero para ayudar a solucionar los problemas más acuciantes. En esta línea se inscribe el nombramiento de Mar Jiménez como comisionada de alcaldía para Asuntos Europeos. Jiménez trabaja en la articulación de una plataforma de ciudades que, lideradas por Barcelona, tratan de convencer a Bruselas de que la dificultad para acceder a la vivienda debería ser considerada una emergencia europea.
Es lo que advirtieron por carta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. En la red liderada por Barcelona participan París, Roma, Bolonia, Milán, Amsterdam, Budapest, Leipzig, Lyon, Varsovia, Atenas y Gante.
La idea es que las ayudas se entreguen directamente a las ciudades y que las inversiones en este ámbito no computen en el déficit, con el argumento de que el difícil acceso a la vivienda crea un malestar social que erosiona la credibilidad de las instituciones democráticas. En paralelo, Collboni quiere recuperar el protagonismo que tuvo Pasqual Maragall en el comité de las regiones y tener un papel más activo en la red Eurocities.
Su antecesora, Ada Colau, dio prioridad en su faceta diplomática a la crisis climática y a la soberanía de datos, aunque también actuó en materia de vivienda en la campaña global para poner freno a Airbnb. Fueron iniciativas en las que no participó Madrid.
En cualquier caso, poner el foco en Europa no debería implicar dejar a la capital la exclusividad de la relación iberoamericana. Barcelona y Catalunya tienen por delante retos para mejorar ese vínculo. De entrada, ofreciendo a Casa Amèrica una sede digna y, después, aprovechando la invitación de la Feria del Libro de Guadalajara para que se visualice –a ambos lados del Atlántico– que el boom latinoamericano y las míticas giras de Joan Manuel Serrat no fueron un hecho excepcional, sino la edificación de un puente que sigue siendo muy transitado. Con o sin escudella.