Hasta Pernambuco y más allá

Cuando era niño, ante un pequeño contratiempo y para quitarle importancia, mi madre soltaba: “ Más se perdió en Cuba”. Para mí, Cuba era una isla de las Antillas que había sido colonia española y donde se producía tabaco. Otra expresión que mi madre decía a menudo era: “Y esto es así, en Lima y en la Conchinchina”. Y, como de este lugar no sabía nada, y además rimaba con China, di por supuesto que era un sitio inventado. Pensaba que debía de formar parte de esos juegos de palabras que me encantan.

Más allá de los tebeos, mis cómics de la época eran los de las aventuras de Tintín, de Astérix y, de vez en cuando, alguno de Mortadelo y Filemón. Como los atlas siempre me han parecido unas fascinantes ventanas abiertas al mundo, los consultaba para ver por dónde viajaba Tintín en cada álbum, o bien dónde estaba la región de donde provenía el escudo arverno que buscaban Astérix y Obélix. Lo que siempre me pareció un lugar inventado fue el Pernambuco, que salía en las aventuras de los agentes de la TIA y adonde huían después de uno de sus desastres para que no les pillara al superintendente Vicente.

Salía en las aventuras de los agentes de la TIA y era adonde huían del superintendente Vicente

Y resulta que, tanto con Pernambuco como con la Cochinchina (así, bien escrito) estaba del todo equivocado. Ese Pernambuco tan exótico es, efectivamente, un lugar exótico: se trata de un estado del nordeste de Brasil con una capital atravesada por dos ríos, Recife, que deviene una especie de Venecia del trópico. Además, en su costa atlántica está una de las grandes barreras de coral del mundo. Con respecto a la Cochinchina y volviendo a la época colonial, descubro que era una región de la Indochina francesa que hoy pertenece a Vietnam y que, aunque no era fronteriza con China, desde el eurocentrismo imperante debió de parecer muy cercana.

Cuando alguien baixava d’Arbeca, sí sabíamos que hacía referencia a la población de las Garrigues, y si un conocido vivía muy lejos, decíamos que vivía donde Jesús perdió la alpargata. Reales o metafóricos, estos lugares se han convertido en juegos lingüísticos que enriquecen la expresividad de la lengua.

Pero todavía queda una población de la que no he sabido encontrar el origen: las Quimbambas. El diccionario de la RAE recoge quimbambas y quimbámbaras, con el sentido de un lugar lejano. Es verdad que hay una ciudad en Angola que se llama Quimbamba, pero no he podido documentar nada que la relacione con la expresión. No encuentro ningún Francisco Ibáñez de la época que escogiera ese nombre para hacer algún chiste u ocurrencia. Ni tampoco se usa en lengua portuguesa, aunque Angola fue colonia de Portugal. Si alguien sabe algo, completaremos el círculo.

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