La república tecnológica

Hace unos días, mientras Zelensky era fustigado en el Despacho Oval y los líderes europeos escenificaban el compromiso de aumentar el gasto militar, The Technological Republic: Hard power, soft belief, and the future of the West (La República Tecnológica: poder duro, creencias blandas y el futuro de Occidente), de Alexander Karp y Nicholas Zamisca, llegaba al número 1 en la lista de libros más vendidos de The New York Times. La tesis nuclear de la obra es que la salvación de Occidente está en manos de EE.UU. y que el destino de EE.UU. y sus aliados depende de la aceleración en el desarrollo del uso militar del software de inteligencia artificial y de la colaboración entre las empresas tecnológicas y el Gobierno federal que debería propiciarla.

No es una tesis sorprendente si se considera que sus autores son altos directivos, Karp es el CEO, de una de las corporaciones que más se beneficia de esta colaboración, Palantir, presidida por Peter Thiel y dedicada a la recopilación y el análisis de datos para agencias gubernamentales de defensa y espionaje. En EE.UU., el eterno discurso público sobre la necesidad de rearmarse para afrontar los peligros presentes se ha convertido en un campo de batalla en que lo decisivo ya no es el tamaño del pastel del gasto, sino quien se lleva la parte mayor. 

Y, en esta guerra, en la que las críticas a la ineficiencia y a la burocracia federal son armas letales, el enemigo de Silicon Valley son los contratistas históricos del Pentágono, como Lockheed Martin.

La tesis nuclear de la obra es que la salvación de Occidente está en manos de EE.UU.

Pero el libro no se presenta como una legitimación de la política de lobby de una fracción del poder corporativo que, por su posición en el bloque trumpista, tiene una inmensa capacidad de influir en la política norteamericana y mundial. Tiene más pretensiones. Aunque ha sido descrito en The Washington Post como “un llamamiento (literal) a las armas para tech bros”, no se limita a vender gusano para pescados o para pescadores. También ofrece, de acuerdo con los gustos más clásicos del conservadurismo, una crítica del presente como época nihilista de declive que debe dejarse atrás.

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Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai y Elon Musk en la toma de posesión de Trump 

Julia Demaree Nikhinson / Ap-LaPresse

Siguiendo un modelo maquiaveliano, Karp y Zamisca invitan a pensar la renovación de la república norteamericana como un “retorno a los principios”, como la vuelta a una mítica edad de oro en que los empresarios eran patriotas y la tecnología, en vez de buscar satisfacer el hedonismo de los consumidores mejorando el servicio a domicilio de tiras de pollo rebozadas, estaba al servicio de la seguridad y el interés nacional.

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Como no podía ser de otro modo, los autores también se ocupan de la necesidad de promover una mitología nacional que sustente este proyecto de reconstrucción de la república tecnológica y de reconversión del complejo militar-industrial en creencias y valores compartidos. En este cambio de época, la industria de contenidos culturales vuelve a verse como un sector estratégico para la defensa nacional y el resurgir de Occidente.

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