Trump y su “muera la inteligencia”

La administración estadounidense aplica el tijeretazo en cultura

El Gobierno de EE.UU. suprime la agencia que apoya museos y bibliotecas

David Barrows, 77, wears a mask resembling US President Donald Trump as he stands near the John F. Kennedy Center for the Performing Arts before the motorcade carrying the president arrives at the center in Washington, DC, on March 17, 2025. Trump was appointed chairman of the Kennedy Center on February 12, 2025, as a new board of trustees loyal to the US president brought his aggressive rightwing, anti-

Protesta en Washington ante el John F. Kennedy Center for the Performing Arts, del que Trump ha sido nombrado presidente

ROBERTO SCHMIDT / AFP

La cultura es patrimonio de la élite. Ese término describe un colectivo, aunque no quede muy clara la línea divisoria, estigmatizado en Estados Unidos por el presidente Donald Trump.

En ese grupo ilustrado, en el que mete a los intelectuales y artistas críticos con su gestión y sus ideas de ultraderecha, ubica a su enemigo interno.

Trump se siente muy John Wayne –lo ha dicho en más de una ocasión–, arquetipo que defiende su bien frente al mal de los otros, sin que exista el gris.

Sus órdenes ejecutivas y Elon Musk, su brazo armado con la motosierra del argentino Javier Milei, no tienen reparo alguno en recortar las dotaciones culturales y de educación, de las que una buena parte facilita el acceso al conocimiento a cantidad de ciudadanos de las minorías, por lo general abandonadas. Mejor la ignorancia que fomentar la capacidad de pensar, sobre todo si es diferente a la suya.

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La motosierra de Musk ya ha cercenado el Departamento de Educación, que ofrece ayudas federales

Esos recortes evocan en cierta medida a aquella época de 1936 en España cuando Miguel de Unamuno, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca dijo aquello de “venceréis pero no convenceréis”. La frase la dirigió al general sublevado José Millán Astray, y fundador de la Legión, que increpó el discurso de Unamuno con los gritos de “mueran los intelectuales” o, según las versiones, “muera la inteligencia”.

Eso de que el saber no ocupa lugar será cierto, pero no hay duda de que el saber ofrece capacidad de pensar, que es algo que no parece figurar entre los objetivos de la actual Administración estadounidense.

Porque hay otra élite, la económica, integrada en el Ejecutivo de Trump, y no solo por la incorporación del hombre más rico del mundo, a la que no le hace falta apoyo financiero.

En menos de dos meses de gobierno ya ha anunciado el desmantelamiento del Departamento de Educación, que ofrecía financiación para atender a los menos favorecidos, y ha amenazado a las universidades con la retirada de fondos federales. En la Columbia de Nueva York se han cancelado programas de investigación tras el anuncio de retirarle 400 millones de dólares si no revisa su política de admisión y las reglas disciplinarias tras las protestas por Palestina de la pasada primavera. Y en su movimiento más reciente, Trump firmó la orden ejecutiva que persigue eliminar diversas agencias federales, incluido el Instituto de Servicios de Museos y Bibliotecas (IMLS), así como otras agencias o el Woodrow Wilson International Center for Scholars, afiliado a la Smithsonian Institution.

Mediante la provisión financiera al IMLS, la Administración federal ofrecía apoyo a las artes, la cultura, las humanidades y la ciencia, así como a los sectores de alfabetización y educación. Esta agencia administró 266,7 millones de dólares en subvenciones en el 2024 a museos y bibliotecas a lo largo de EE.UU. y los territorios.

Según la documentación de la Casa Blanca, esta operación consiste en “eliminar subvenciones en la máxima medida en concordancia con la legislación aplicable”. La apreciación del Ejecutivo es que estas aportaciones económicas son “innecesarias”, a partir del criterio del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk.

“Los estadounidenses eligieron al presidente Trump para drenar la ciénaga y poner fin a los programas gubernamentales ineficaces, sin lograr resultados mensurables”, remarcó el Ejecutivo en su nota.

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El IMLS, junto al Fondo Nacional para las Artes (NEA), es uno de los mayores canales de financiación federal para las artes en EE.UU. Esa financiación se realiza en forma de asignaciones anuales que están decididas por el Congreso, que instauró esa institución en 1996.

“Eliminar la única agencia federal dedicada a apoyar a los museos socava directamente la voluntad del pueblo y amenaza el papel crítico fundamental que desempeñan los museos en la sociedad estadounidense”, subrayó en una nota en Instagram la American Alliance of Museums, que incluye a 35.000 instituciones y empleados.

Este tijeretazo “pone en riesgo empleos, educación, conservación y programas comunitarios vitales”, insistieron en la red social. “Los museos son pilares fundamentales de la sociedad, ­sirven a todos los estadounidenses, jóvenes, mayores, personas con ­discapacidad y veteranos”, prosiguió. “No solo son centros para educar e inspirar, también son motores económicos que crean trabajo, atraen el turismo y refuerzan la economía local”, concluyó esa alianza.

Desde su perspectiva, las organizaciones de bibliotecas fueron francas en su apoyo a la IMLS y lo que supondrá de pérdida a los estados.

“La orden de la Administración Trump está cercenando de raíz a las instituciones más queridas y con­fiables para los estadounidenses, y al personal y el servicio que ofrecen”, indicó la American Library Asso­ciation en otro comunicado.

Esta iniciativa de la Casa Blanca logra, entre otras cosas, lo que ni Hitler, Stalin, Mao o Jomeini consiguieron. Trump silencia La Voz de America (VOA), que empezó a emitir el 1 de febrero de 1942, ocho semanas después del bombardeo de Pearl Harbur. Por primera vez en todas esas décadas no hubo transmisión de uno de esos poderes blandos que han difundido el estilo de vida americano. Trump veía la VOA crítica con su política aislacionista, en la que se prohíbe en las escuelas los libros sobre la esclavitud para no atormentar a a los niños blancos.

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