Guillem Clua lo dice de entrada: “ Mort d’un comediant es mi carta de amor al teatro. Todos los dramaturgos la acabamos escribiendo. Pero, claro, solo la puedes hacer cuando ya tienes una trayectoria”. La pieza se estrenó en noviembre en Temporada Alta y ahora, después de una pequeña gira, llega al teatro Romea, que la produce, para hacer temporada en Barcelona esta primavera.
La presentación a la prensa se convierte en un juego de equilibrios, porque todo el equipo se propone no traspasar la línea de lo que quieren revelar. “No se pueden contar muchas cosas, porque la obra funciona a partir de giros inesperados”, asegura el dramaturgo. Sin embargo, da algún detalle: “Todo gira en torno a Llorenç Cardona, un actor retirado de los escenarios, que se comunica con los otros a través de los personajes que ha interpretado a lo largo de su carrera. Eso nos da pie a acercarnos a la tarea del actor, que se ha nutrido de todos esos personajes, hasta el punto de configurar su personalidad”, continúa Clua, que insiste en ceñirse a la sinopsis, para que no se le escape nada.
No hay alzheimer, por eso el cuidador dice que ese trabajo no le corresponde
Y la sinopsis reza: “ Adri, un joven cuidador de gente mayor, empieza a trabajar en casa de Llorenç Cardona, uno de los actores más respetados y queridos de Catalunya. El primer día, su sobrina Miranda le advierte de que para conservar el trabajo tendrá que seguir un montón de normas que van más allá de sus tareas habituales: en la recta final de su vida, Llorenç parece haber perdido la cabeza y en ocasiones decide comportarse como los personajes que ha interpretado durante su dilatada carrera y obligando a Adri a seguirle la corriente”.
Josep Maria Mestres dirige a Jordi Bosch, el actor; Mercè Pons, la sobrina, y Francesc Marginet, el cuidador, en esta pieza que, de entrada, recuerda a El pare, de Florian Zeller, que unos meses atrás Josep Maria Pou interpretó en este mismo escenario bajo la dirección también de Mestres. “Pero la similitud se acaba aquí –aclara Clua–. No hay alzheimer, no hay dependencia, por eso el cuidador dice que el trabajo que le plantean no es el que le corresponde”.

Mercè Pons, Francesc Marginet i Jordi Bosch interpretan 'Mort d'un comediant', de guillem Clua, en el Teatre Romea
A pesar de todo, Clua sí revela que hay una relación con Muerte de un viajante, de Arthur Miller: “El título no es casual”. Y añade: “Hay más referencias explícitas e implícitas a unas cuantas obras del teatro universal, que tienen que ver con la personalidad de Llorenç Cardona. Lo que más me ha costado ha sido escoger qué partes de qué obras de qué autores me servían para mostrar por qué momento estaba pasando el personaje. Son 25 siglos de teatro”.
Mestres es la cuarta vez, “contando las dos Orenetes”, que dirige una obra de Clua. L’oreneta es el éxito internacional de Clua y la otra obra fue Justícia, en el TNC. “Lo que hace Guillem en Mort d’un comediant, además de una carta de amor al teatro, es prestar atención al poder sanador del teatro. La ficción nos da armas para luchar y afrontar la vida, que puede ser muy dura”. Y recuerda: “A veces nos olvidamos de por qué hacemos teatro, y lo que hacemos es trabajar para provocar belleza, emoción y pensamiento en el espectador”.
Jordi Bosch, el actor escogido para estrenar este papel que auguramos que llegará a ser emblemático, empieza a hablar citando una frase de la función: “El teatro es el lugar donde la humanidad se enfrenta a ella misma”. Y razona: “Es una de las muchas frases maravillosas que Guillem ha puesto en esta obra”. Bosch se considera “un intérprete”: “Lo que se plantea en un escenario no todos lo hemos vivido, pero sí que hemos vivido cosas parecidas. Yo destilo el texto para que eso llegue al público. Un autor me dijo que un actor tiene que ser un atleta de las emociones, porque tiene que expresar una alegría o una tristeza en un momento, sin tener que pensárselo mucho”, concluye Bosch.