“La ausencia de miedo. Hacer las paces con la conciencia. Pensar más en el camino que en el destino. Desear poco, disfrutar al máximo. Escoger los puentes que cruzamos, tal vez. Coleccionar conversaciones. La caricia infinita de un amante benigno. Enterrar a tus padres, que los hijos te sobrevivan. Reír por amor, llorar por añoranza. Soportarse sin reproches. No caer en la trampa de las últimas veces. Pisar el jardín de las sorpresas sin salir herido. Dar, tirando por lo bajo, el 50 por ciento más de lo que recibes. Ser un imán para la buena gente. Que amar y ser amado acabe en tablas. Saborear el primer rayo del amanecer. Contemplar cada crepúsculo en harmonía. Una tarde como esta”. Son algunas de las definiciones de la felicidad que Xavier Bosch escribe en Diagonal Manhattan (Columna, Destino en castellano), su nuevo libro, y quizá otra definición sería presentar una novela llenando la Casa Seat, el lunes pasado, con el apoyo de la cúpula editorial –Jesús Badenes, Josep Ramoneda, Emili Rosales, entre otros–, pero también con gente de la cultura como el tenor Josep Carreras, el expresidente del Parlament Ernest Benach, el compositor Toni Mir, los periodistas Santi Nolla, Lluís Foix y Josep Maria Casassús o la escritora Sílvia Cantos.

Los lectores hicieron cola para que Xavier Bosch les dedicara un ejemplar de Diagonal Manhattan
Durante la presentación, la periodista Raquel Sans interpela al escritor, que acaba dando una clase sobre los orígenes de la publicidad, especialmente el importante papel que tuvieron algunas mujeres y que ha quedado tapado por sus homólogos masculinos, que “se llevan la fama”, dice Bosch. La novela narra por una parte la peripecia de la joven Edda Leveroni en una agencia de publicidad de Nueva York, y, por la otra, como contrapunto, los avatares de su padre y su padrino, socios de una agencia en la Barcelona de 1989. Bosch y Sans van con cuidado de no contar más de la cuenta, pero dan las claves de una obra que, entre tantos temas, habla de las segundas oportunidades y quiere ser también una invitación a la libertad. “Me he divertido como nunca haciendo esta novela”, señala Bosch, que no lo dice pero debe ser feliz asumiendo la vida y ofreciendo destilados a sus lectores, porque, al contrario de lo que piensan algunos, “no somos lo que hemos recibido”, sino que “somos lo que hemos dado”, parafraseando a su amigo y maestro, el poeta Francesc Garriga.

Raquel Sans presentó la novela de Xavier Bosch Diagonal Manhattan
Garriga participó a menudo de recitales, en especial a partir de los noventa y dos miles, cuando en más una ocasión y dos coincidía con Joan Vinuesa, tan distintos uno y otro: la poesía une. Vinuesa protagoniza el martes una sesión de vídeo en el centro de artes Santa Mònica dentro del Festival Flux, que muestra parte de la ingente tarea del Habitual Video Team –Josep M. Jordana y la añorada Lis Costa– documentando y archivando la vida artística y poética de la ciudad.
El recorrido visual se inicia con un vídeo rescatado de 1989, grabado por Neus Dalmau, en que el poeta, pintor y músico se arrastra por el suelo, como un gusano, contra “la dictadura de los erectos”. Van pasando recitales, entre el 2001 y el 2024, del G’s Club en el Sidecar a Torre Llobeta, al Horiginal –el original y el de la Deskomunal–, o la reciente exposición y performance que hizo en la librería Calders. “Las artes están todas conectadas”, insiste por si no queda claro. Entre el público lo celebran, entre tantos otros, Maria Casassas, Montserrat Marfany, Xavier Deu, David Ymbernon, Catalina Girona o Andríi Antonovskyi. “Teníamos ilusiones de cambio social y la barricada pura, pero no hemos hecho nunca daño a nadie y eso pienso seguir haciendo”, exclama el artista ácrata, que se pregunta: ¿“Qué has hecho con tu energía? ¿He hecho lo que he podido?”.
Al día siguiente, en La Impossible, Sergi Purcet presenta un libro suyo Tan lluny de casa (Sembra), y escribimos suyo porque normalmente habla de libros de los demás como aparte de la pareja de booktagramers, booktubers y librofílicos en general Book Hunters con Laia Bonjoch, científicos y letraheridos ambos, como el investigador, novelista y divulgador Daniel Closa. También hay otros librófilos de las redes como Anna Rosich –de Traduint des de Calella– o Lídia Tarradas –Vaigllegint–, además del presentador, Pablo Mallorquí, normalmente está más acostumbrado a la fantasía pero que aquí se deja arrastrar por el realismo de nueve cuentos que define desde la “cotidianidad y las crisis internas”.
Mallorquí introduce uno por uno los cuentos y ve que muchos tienen que ver con la falta de comunicación. “A menudo de aquí viene el conflicto, y sin conflicto no hay historia”, dice Purcet, que habla de lo que le interesa, sí, pero “muchas veces lo que acabo escribiendo no es lo que me gustaría leer, la idea me va llevando, me vienen otras ideas y los personajes me hablan”. “Entre el trabajo y hablar de libros de los demás me cuesta ponerme, quizá si viene otra pandemia...”, bromea. “¿Para cuándo la quieres?”, se oye desde el público.