Josep Maria Romero nunca ha sido un hippy de manual, pero vivió el fulgor de la época muy de cerca, como quien se apunta a las fiestas de un hermano mayor. De hecho, salió a viajar haciendo autostop por Europa a los diecisiete años y ya no ha parado. Es autor de una docena de libros sobre filosofía oriental y viajes, entre los cuales Siempre el Oeste (Altair, 2009), en el que relata la vuelta al mundo en catorce meses sin tomar ningún avión. Forma parte de una tradición literaria que se nutre de autores como Bruce Chatwin, Colin Thubron o Norman Lewis, y aquí Javier Reverte o Xavier Moret. En Barcelona, asociamos la literatura de viajes con la estrella más brillante de la constelación del Águila, Altair, que ha exportado un modelo de librería (y editorial) centrada en el viaje como motor de la escritura. Romero publica la evocación de su viaje iniciático en forma de novela: El viatge que em va canviar la vida (Istanbul-Katmandú 76) (Tushita Edicions). Adopta la identidad de un tal Nicolau (Nick, para los amigos, un nickname) para novelar su periplo por la ruta hippy durante seis meses cuando tenía diecinueve años. La novela es un retrato fidedigno de la ruta de la seda durante la época tardohippy, vista con la inocencia de un joven ávido de descubrir el mundo nuevo que intuye y sobre el que ha leído antes en Londres (The Dharma Bums de Kerouac). Nick atraviesa todo Irán en compañía de un amigo vasco, Aitor. Les advierten que entren limpios en Afganistán porque en la frontera de Islam Qala encontrarán una vitrina con exposición de objetos (tacones de zapato o tubos de pasta de dientes) en los que la policía ha encontrado droga, con subtítulos que indican el nombre y la nacionalidad del traficante, el tipo y cantidad de droga y, sobre todo, la condena recibida.

Niños afganos corren en medio de una nube de polvo mientras un helicóptero militar aterriza en la zona verde de Kabul
Las vívidas descripciones del Kabul de los setenta nos transportan al mundo de anteayer
Antes de llegar a una India que, aún hoy, resulta fácil de reconocer, las vívidas descripciones del Kabul de los setenta nos transportan al mundo de anteayer, previo a la revolución islámica del ayatolá Jomeini que radicalizó el islamismo. El punto de vista de Nick es el de los occidentales que transitan por Oriente Medio huyendo de sus fantasmas —personales y colectivos, familiares o políticos—, pero donde las diversas confesiones religiosas conviven en armonía. Es un mundo presencial y presentista, con pocos teléfonos y una comunicación epistolar diferida por la poste restante, una lista de correos en las grandes ciudades donde puedes ir a preguntar si ha llegado alguna carta a tu nombre. Es así que los viajeros pueden saber que, a muchos kilómetros de su precario lecho, en los cines de Barcelona estrenan la ópera rock Tommy, que su venerado Pau Riba publica Electròccid àccid alquimístic xoc o que al no menos adorado Jaume Sisa le han prohibido participar en el Canet Roc.