Edurne Portela y José Ovejero han escrito una novela inusual. Y compleja. Está escrita a cuatro manos, hay multitud de voces (la de los distintos personajes y también la de los propios autores, a través de sus diarios personales) y el libro abarca un espacio temporal de casi un siglo, del París de la Primera Guerra Mundial hasta el de los años 80, pasando por América. Los retratos de Una belleza terrible (Galaxia Gutenberg) tienen un denominador común: una vida trágica, intensa y organizada alrededor del trotskismo. La pareja de autores son historiadores de formación, y se nota. Además son pareja, y también se nota: uno no sabe quién ha escrito qué. “Nosotros también nos confundíamos al leernos los textos”, confiesan.
¿Por qué una belleza terrible?
Edurne Portela: Es una cita del poema de Pascua, 1916 de W. B. Yeats. La belleza tiene que ver con la idea de bien común, pero esa lucha conlleva consecuencias que pueden ser terribles. En los versos de la introducción también añadimos un fragmento de Victor Serge que explica que pertenecemos a una época sanguinaria y vil en su amor por la humanidad. Somos sanguinarios y viles como los hombres de este tiempo. En este exceso de amor, se puede esconder una violencia terrible.
¿Cómo surgió la idea de añadir sus diarios en el libro?
José Ovejero: Empezamos a escribir sin un plan concreto. Uno elegía una escena o un personaje en un momento determinado, lo escribía y ya está. Esto nos dio cabida a casi todo. Acabamos introduciendo otros textos más íntimos, sin la convicción de que los fuésemos a publicar. Íbamos a ver cómo funcionaba y si tenía un sentido. Era necesario que aportase algo al libro en su conjunto.
E. P.: Cuando empezamos a compartir esos textos que en realidad escribíamos para cada uno, nos dimos cuenta que tenía un sentido también compartirlos en la novela, porque daban una idea no solo de lo que significa escribir juntos, sino también del lugar de la escritura. Nos parecía muy interesante compartir eso con los lectores porque es algo que normalmente no entra en la construcción novelesca.
La vida de las personas que retratan a veces es muy confusa. Para contarla, además de documentarse, han utilizado la imaginación.
E. P.: No sé si la novela hubiera sido mejor por tener más datos. Si alguno de esos hallazgos nos hubieran dado una visión más amplia o más diferente de cómo pensaban o qué sentían, igual sí; pero, a veces, no por tener más información conoces más verdad. Tener más datos para componer de una forma más detallada la vida de una persona no siempre significa que vayas a entenderla mejor.
J. O.: Siempre utilizamos la imaginación para entender el pasado. También la utilizan los historiadores, porque ellos tampoco pueden reconstruir el pasado al 100%. Puedes centrarte únicamente en los datos y buscar una causalidad entre ellos, o puedes utilizar las armas de la imaginación. Pero no rellenamos huecos sencillamente porque funcionan bien en la narración, que sería lo que nosotros entendemos como invención. Nos hemos acercado al historiador capaz de imaginar qué está sintiendo un personaje en una situación dada a partir, por ejemplo, de sus cartas.
A veces, no por tener más información conoces más verdad. Tener más datos de la vida de una persona no siempre significa que vayas a entenderla mejor”
De todos ellos, Raymond Moliniere es el principal protagonista. ¿Por qué lo eligieron?
E. P.: Al principio fue por la fascinación hacia un personaje que desconocíamos casi por completo. Luego leímos su autobiografía, que solo cubre hasta 1940, y ya empezamos a ver su parte más política vocacional, la relación con Trotsky y ampliamos nuestra visión. Según vamos estudiando los personajes que le rodean, sobre todo las mujeres, empezamos a tener una visión bastante diferente de él.
J. O.: Entramos en contacto con gente que lo había conocido, como Silvia (su nuera). De esta persona feroz, furibunda y desaforada que conocemos de su juventud, Silvia nos dio una visión más suave y tierna.

Los autores de 'Una belleza terrible', una obra escrita a cuatro manos que da voz a muchos personajes
Todos los camaradas que la novela retrata sufren un deterioro moral bastante notable.
J. O.: Es lo que tiene vivir perseguido en la miseria absoluta, ver que están matando a tus amigos y a tus familiares, la desconfianza hacia la gente que supuestamente te quiere…
E. P.: Esa degradación de los personajes también la vemos a partir de testimonios escritos que describen el ambiente en el que viven. Era una angustia y un perder constante. También perder a tus seres queridos. Son vidas tremendamente trágicas.
Para Trotsky, Moliniere es un tipo molesto porque es desobediente y hace las cosas con espontaneidad”
Trotsky es un personaje que no es central en el libro, a pesar de que está siempre ahí. ¿Por qué confía en un chaval como Moliniere?
J. O.: Porque no tiene a nadie más. Él, su mujer y su hijo están expulsados en Turquía y de pronto llegan dos jóvenes entusiasmados que le ofrecieron su ayuda y que inmediatamente empezaron a funcionar. Le encuentran casales, le consiguen guardaespaldas...
Pero acaban peleados.
J. O.: Trotsky está rodeado de fieles peleados unos con los otros y tiene que tomar una decisión. Moliniere es explosivo y muy divisivo dentro del partido, y por eso elige la facción que parece más sólida. Para un dirigente como Trotsky, Moliniere es un tipo molesto, porque es desobediente y hace las cosas con una espontaneidad que no siempre favorecen a la causa.
Uno de los reproches continuos de Moliniere es hacia los intelectuales. ¿Creen que esa figura es uno de los problemas del movimiento obrero?
J. O.: Eso se da en la actualidad todavía, muchos partidos de izquierdas no saben dialogar con los obreros. Lo que ha cambiado también hoy es que antes existía una conciencia obrera que hoy está tremendamente diluida. Hay pocos que se definen como obreros y tengan algún tipo de conciencia o de orgullo de serlo. No solo ha cambiado la izquierda, ha cambiado también el mundo obrero.
E. P.: Ha cambiado la circunstancia del trabajo y las condiciones. El trabajo obrero estaba muy centralizado en la fábrica o en el taller. Ahora el trabajo precario es el trabajo intelectual.
Ha cambiado la circunstancia del trabajo y las condiciones. El trabajo obrero estaba muy centralizado en la fábrica o en el taller. Ahora el trabajo precario es el trabajo intelectual”
¿Aún existe la clase obrera?
J. O.: Ahora la clase obrera está en África. En el momento de la huelga de Renault que contamos en el libro había 40.000 personas, más del 90% de ellos en el ámbito manual-mecánico. Esto ahora es impensable en Europa, porque lo están haciendo las máquinas.
E. P.: La clase obrera ahora en buena medida está en el sector servicios. Pero las definiciones han cambiado tanto que ya no creo que podamos hablar en los mismos términos...
J. O.: Justamente lo que reprochan los marxistas es que ya no utilizamos los términos de la lucha de clases. Pero es que las clases se han vuelto tan difusas que es muy difícil seguir utilizando esa terminología. Hoy no se habla de explotación, sino de precariedad.
¿Entonces ya no tiene sentido hablar de clase obrera?
J. O.: Yo creo que no. Porque la clase obrera la definen las condiciones materiales de producción y de vida, pero también la conciencia de clase. Y eso es lo que se ha difuminado enormemente. ¿Quién tiene conciencia de clase? La aristocracia. La alta burguesía catalana, ya que estamos aquí, tiene conciencia de clase.
E. P.: También hay un deseo de superar esos orígenes y aspirar en la ascensión social, que lo que provoca que te olvides de la lucha inmediata. La podemos llamar clase trabajadora, clase media empobrecida o clase precaria, pero desde luego que la lucha de clases existe. Lo tengo tan claro como si fuera 1920.