Ya lo saben, que un Sant Jordi en Semana Santa es extraño, y la –relativa– incertidumbre que estas fechas pueden comportar fue uno de los temas de conversación en la fiesta de La Vanguardia, como señalaba el presidente del Gremi de Llibreters de Catalunya, Eric del Arco, que no lo acababa de ver muy claro a pesar de los llamamientos a la bonanza del sector. “Como mucho igualaremos las cifras del año pasado, que en realidad ya es mucho, porque fue muy bueno”, pues “al fin y al cabo la posibilidad de vender libros queda reducida a dos días, y por como van las cifras, es muy difícil este año ir más allá”, decía vehemente, pensando como la mayoría de sus colegas en el día siguiente, es decir, en las cajas que tienen que abrir con la esperanza de no tener que volver a llenarlas.
A su lado, el director editorial del Grup62, Emili Rosales, aseguraba que más allá de las cifras del día del libro y la rosa este año se nota el valor cultural del libro: “Todo el mundo quiere fotografiarse con libros y escritores, porque el libro mantiene un punto aspiracional, la lectura está aumentando mucho y el libro es un valor social en alza, y eso se nota en esta fiesta, en la que más allá de la gente del sector del libro todo el mundo quiere pasar un rato con escritores”. Rosales incluso aventuraba que si los números se mantienen el resto del año, podríamos hablar de un incremento del 10% en la venta de libros: “Eso es el reflejo del cambio que está habiendo en las actitudes sociales en torno al libro”.
Actitudes tal vez, pero las redes... José Ángel Martos, editor de Diéresis, insistía que siempre pide a sus autores que estén muy presentes en las redes sociales, que suban fotografías para conectar con sus lectores potenciales: “Me cuesta que me hagan caso, pero cuando lo hacen se nota mucho”.
También estuvieron el presidente del grupo Planeta, José Creuheras, y la consejera delegada de Penguin Random House, Núria Cabutí, llegada directamente desde Madrid, donde estuvo en la recepción de los Reyes con motivo del premio Cervantes a Álvaro Pombo. Por el mismo motivo no estuvo en la fiesta la directora editorial de Anagrama, Silvia Sesé, y la presencia de la editorial recayó en Isabel Obiols, que justo se iba marchando cuando le preguntaban sobre el caso del libro El odio de Luisgé Martín, que la editorial ha retirado.
Todo el mundo quiere fotografiarse con libros y estar en esta fiesta”
El escritor Sergi Pàmies charlaba con la editora de Univers, Ester Pujol, sobre los hobbies, pues el escritor insistía en que aunque le encanta tocar la guitarra prefiere tenerlo como hobby en potencia: “Creo que en todo este siglo no la he tocado, si descontamos la pandemia”, y venía a cuento de la conversación porque Pujol “es una gran acuarelista, en serio”, y entonces ella rebajaba el tono, porque le gustaría hacer más bien el sketching, y el escritor no desperdiciaba la ocasión para recordar que antes lo llamábamos tomar apuntes del natural.
En otro corro, la editora de Club Editor, Maria Bohigas, bromeaba: “A ver si nos desenchufamos de una vez y, si hace falta, que devuelva el plomo” –pensando en las imprentas, no en los años de plomo–, y Laura Huerga, de Raig Verd, reía pensando en cómo llegarían los originales...
Ernest Folch, que por la mañana había inaugurado en el Raval la nueva sede del grupo Abacus –con Navona, Univers, La Galera, Ara Llibres, Viena, La Casa dels Clàssics-Bernat Metge, Arcàdia, Amsterdam...– entró acompañado de la escritora Flavia Company, autora de Haru, y explicaban que pronto habrá más noticias del personaje reconvertido en autora heterónima. Es el primer Sant Jordi de un grupo editorial renovado y relanzado, justo al revés que Aissata M’ballo, que acaba de empezar esperanzada la aventura de la editorial Jande, con vocación de visibilizar las voces racializadas y migrantes.
Pero con tanta gente no era fácil encontrar a quien más buscabas: “¿Has visto a mi autor?”, preguntaron unos cuantos editores a lo largo de la velada.