Se dibujan sonrisas en los rostros del público que abandona el auditorio Maurice Ravel en Lyon tras una standing ovation de las que quedan para el recuerdo. En esa cáscara de hormigón armado, del arquitecto Henri Pottier, ha tenido lugar este viernes un concierto con diversos atractivos que suponía el regreso de la OBC desde que hace una década tocara en esa sala brutalista un Cant dels ocells post Bataclan. Y si por entonces la conexión francesa de la OBC era su gerente, François Bou, esta vez el nexo no podía ser más lionés: su director titular, Ludovic Morlot, es hijo de esta ciudad, por muy californiano de L.A. que se sienta.
Primos y tíos suyos habían asistido a la cita musical –“mis padres viven fuera de la ciudad y por desgracia no están lo suficientemente bien para venir”–, y habrá más familia de la Provenza esperándole en la siguiente parada de esta gira francesa de la OBC: el Festival de Pascua de Aix-en-Provence, certamen que fundó y dirige el querido amigo de Morlot, Renaud Capuçon. “Ya me invitó siendo yo director musical en la Monnaie de Bruselas y al saber que cogía la OBC dijo: ‘Cuando se sientan preparados, me encantará darles la bienvenida’”.
Hèctor Parra ilustra al público sobre el contexto en el que Miró pintó las 'Constelaciones' que él ha musicado y ahora orquestado: “Es un poderoso grito contra el fascismo”
Morlot, que subió al podio de este auditorio por primera vez siendo un joven asistente de dirección de la Nacional de Lyon y director de la Orquesta Juvenil –tras haber visto mundo como violinista en Canadá y EE.UU. y formándose como batuta en Londres–, llegaba ahora con la formación catalana para brindar a su gente un programa generoso de dos horas y media. Comenzando por el guiño español de Ravel que es Alborada del gracioso y acabando por la orquestación que este mismo compositor del Pirineo atlántico hizo de Cuadros de una exposición , la obra que Músorgski había concebido medio siglo antes, en 1874, para piano solo.
La sala de estilo brutalista contó como solista con Lucas Debargue, que se hizo traer un piano de casi tres metros y cuerdas especiales
Morlot se presentaba con los mimbres que le representan: por un lado, Ravel es la figura a la que con la OBC le ha estado dedicando estudio, esfuerzo y proyecto discográfico; luego está el encargo de L'Auditori a Hèctor Parra, que es el compositor catalán que el maestro conocía incluso antes de aterrizar en Barcelona como titular de la OBC. Y por último, Morlot luciría su vis americana incluyendo en el programa el Concierto para piano en fa de Gershwin en manos del solista Lucas Debargue con el que siente gran afinidad. Y quien, por cierto, se ha hecho traer un piano Paulello de 2,87 metros que está construido con una cuerdas curiosas que hacen que suene menos metálico que un Steinway y mucho menos que un Yamaha...
“El fabricante es un solista en activo que se ha hecho famoso en el mundo de la pianística por su ingeniosa invención de fibra de carbono para cuerdas que las vuelve muy potentes y resistentes”, explica el solista francés durante el trayecto en tren de Barcelona a Lyon en el que se ha embarcado una comitiva de un centenar de músicos de la OBC. Este viaje ha servido para que la orquesta y Renfe firmen un convenio en el marco del programa del Tren de la cultura de la entidad ferroviaria, mientras que por parte de L’Auditori es una manera de insistir en “la movilidad sostenible”, como destaca Isabel Balliu, gerente de la sala.
Hèctor Parra presentó al público del auditorio de Lyon sus dos Constelaciones sobre la obra de Joan Miró
La última French connection de este concierto es el citado estreno mundial de Hèctor Parra que, aunque la OBC lo interpretó antes en Barcelona y Madrid, la idea era que viera la luz en Lyon. El encargo de L’Auditori se gestó hace dos años, después de que se escucharan allí todas sus Constelaciones para piano a cuatro manos basadas en las piezas pictóricas de Miró. “Aquellas dos horas de música eran algo extraordinario, la obra tenía la magnitud de una Música Callada, con el gran dominio del lenguaje pianístico de Parra”, recuerda Robert Brufau, el director saliente de la sala barcelonesa que en breve lo será del Konserthuset de Estocolmo.
La infancia
Despertar a la música de la mano del abuelo
La de Morlot en Lyon fue una infancia más bien aburrida. “Ojalá pudiera contar algo emocionante. Mi padre era maestro de escuela y nos empujó a los cuatro hermanos a aprender un instrumento. Yo toqué el violín de los 6 a los 12 sin mayor propósito, era como jugar al fútbol, me gustaba, pero no me intrigaba demasiado. A los 12 me mudé con mis padres por razones prácticas y mi abuelo me llevó a la ópera, y creo que fue entonces cuando me enamoré de la música: estaba justo detrás del foso, en primera fila, y no tenía ni idea de lo que me iba a pasar cuando comenzaron los agudos violines de Lohengrin”. Su abuelo, historiador, escribió un libro con dibujos propios de todos los edificios de los famosos traboules de Lyon, los pasajes que atraviesan los patios interiores de edificios y que en la guerra usó la Resistencia. “No, no jugué de niño por ahí. Los descubrí luego, por mi abuelo...”.
“Tenía todo el sentido hacerlo en un programa con Cuadros de una exposición -prosigue en los pasillos del auditorio de Lyon-. Parra es patrimonio catalán pero además es todo un referente en Francia, y un creador con el que tenemos mucha relación, habíamos estado grabando su música y tenía sentido llevarlo de gira. Y fue así que le propusimos que hiciera una orquestación de un par de las piezas, una obra orquestal breve”.
Parra durante su parlamento previo a la interpretación de su obra en el auditorio de Lyon
El compositor barcelonés escogió las números 18 y 19. “Las dos centrales me parecían las más adecuadas para comenzar a orquestar -explica tomando una cerveza y sin haber podido probar bocado desde que dejara esta mañana su casa de París-. Ese es el cénit de su obra, el momento más crítico de su vida, cuando creía que le matarían o que no podría pintar nunca más si el fascismo vencía en Europa. Él, que era republicano, estaba en París y tuvo que partir a la Bretaña francesa mientras Hitler invadía Francia. Y finalmente regresar a Catalunya, a una España ya gobernada por Franco. Miró creó esta obra como un testamento. Algo en pequeño formato, con el papel que pudo llevarse bajo el brazo en el tren. Es un poderoso grito contra el fascismo en el que hay mucho color y muy condensado”, apunta.
Estos guaches de Miró son pinturas muy densas, con manchas, con monstruos dibujados en negro. Pero luego, el color sublima esta monstruosidad”
Minutos después, Parra sale al escenario para ilustrar al público lionés sobre lo que van a escuchar. Se presenta como un ciudadano con un pie en Francia y otro en Catalunya... “Estos guaches de Miró son pinturas muy densas, con manchas, con monstruos dibujados en negro. Pero luego, el color sublima esta monstruosidad. Para él, la poesía era la forma de derrotar al monstruo que teníamos en cada uno de nosotros, los humanos. Y en esa época, francamente, era un monstruo inmenso que destruía vidas humanas”.
Así anunciaba las dos pequeñas constelaciones de 4 minutos cada una, una reminiscencia, una paráfrasis de las Constelaciones para piano, un repensarlas y ampliarlas a través de la orquesta. “En ellas trabajo la orquesta como una extensión del color. Las cuerdas son como el fondo con muchas mezclas de colores algo ambiguos. Pero luego hay voces solistas que intentan emerger de estos magmas orquestales, e instrumentos muy incisivos -xilofón, piccolo- que dibujan monstruos con dientes“. Y agradece de antemano lo inspiradora que le resulta la gestualidad lírica a la vez que tectónica de Ludovic Morlot. ”Le va mucho mi música“”, concluye.




