Las miradas que perforan el mundo para mostrarnos lo que hay al otro lado son las que más importan. Justo después de ver la exposición fotográfica Miradas que atraviesan en el pabellón español de la Feria del Libro de Bogotá, con su selección de proyectos artísticos y políticos sobre la violencia en Guinea Ecuatorial, el País Vasco o Colombia, volé a Menorca para asistir a las Trobades Camus y no me extrañó que las coordinara la misma comisaria o curadora, Sandra Maunac. Porque desde la conferencia inaugural de Leila Guerriero en la galería Hauser & Wirth, ubicada en una isla del puerto de Mahón, hasta la clausura de la fotógrafa Cristina de Middel, pasando por las intervenciones del caricaturista francés Patrick Chappatte, el novelista nigeriano Ben Okri o el artista visual egipcio Mohamed Mahdy, se respiró la misma convicción de que el arte solo tiene sentido si taladra las sucesivas superficies de lo real para revelar y para revelarnos.
Maunac es una de las muchas curadoras que nos están enriqueciendo con sus experiencias internacionales. Blanca de la Torre ha comisariado la bienal de arte de Helsinki justo antes de asumir la dirección del IVAM. Chus Martínez dirige la bienal de artes gráficas de Ljubljana al mismo tiempo que se convierte una vez más en personaje de una novela de Enrique Vila-Matas (“Es así Chus, a veces te dice lo que menos esperas“, leemos en Canon de cámara oscura– Seix Barral). Son algunos nombres de un enjambre de miles de profesionales que tejen agendas y propuestas, desde el Ministerio de Cultura o las fundaciones de los bancos hasta las librerías y los centros culturales de los barrios, desde las estratosferas hasta las trincheras. Su objetivo último es cultivar afinidades; negociar con el mainstream estimulando en la medida de lo posible la crítica y la belleza; que nos sintamos menos solos.
El arte no es “un espacio de soluciones, sino de conflictos”, argumenta el comisario David G. Torres
Para entender ese panorama y para entenderse a sí mismo, el crítico de arte, profesor y comisario David G. Torres ha escrito un fabuloso laberinto de historias, anécdotas e ideas sobre el arte de la curación El ojo espejo. La autoría: del collage al comisariado de exposiciones (Anagrama). Su tesis es que en el inicio de todo proyecto relevante hay una suma de fracasos, porque el arte no es “un espacio de soluciones sino de conflictos”, en el que no se representa la realidad, sino que se elaboran significados. Invoca una y otra vez a Marcel Duchamp como el artífice de esa operación en la que todavía creamos y recreamos. Desde él, si no ya antes, la gran mayoría de los artistas han sido comisarios, propios y ajenos. El momento fundacional podría ser, no obstante, anterior: la colaboración entre Picasso y Braque que llevó al cubismo sintético, es decir, a la puerta que abre el camino hacia el ready-made y el pop art. David G. Torres usa una metáfora preciosa para hablar de ese lugar: Brokeback Mountain, donde “pensamos mejor porque estamos acompañados”.
