Es “la ley de la oferta y la demanda”, o “forman parte de mi crónica sentimental”, o “tienen que vivir de algo”, o…, y así unas cuantas más razones se pueden esgrimir para razonar el fenómeno y ahora mismo el boom del regreso de bandas y formaciones musicales que en su momento hicieron mutis por el foro musical, principalmente por razones internas o la desaparición de alguno de sus miembros. Es una casuística que se ha agigantado con el paso de los años y con la importancia decisiva del directo como principal generador de capital.
Y, ante eso, el valor de las palabras suele ser mínimo. En noviembre hubo un pequeño terremoto cuando trascendió la vuelta de los Oasis, que siempre habían dicho los hermanos Gallagher que ni hablar del comeback , y algo similar pasó con los Eagles, que hicieron las maletas en 1980 proclamando la máxima de “hasta nunca jamás” y que al cabo de tres lustros sacaban flamante disco de nuevo juntos. O, en territorios más cercanos, la vuelta progresiva que protagonizaron los Sopa de Cabra, disueltos en el 2001, reagrupados diez años para un único concierto solo para “celebrar su fundación hacía 25 años”…, y que siguen ahora, girando su último álbum, Ànima .
Bastante tiene que ver el dinero, aunque cuando hablamos de la cima ahí entran otros factores como la falta de sintonía o de ganas entre los protagonistas. Ahí tenemos los no regresos como Pink Floyd, Police (solo se reencontraron en la Reunion Tour de 2007-2008), Dire Straits, Led Zeppelin, Fleetwood Mac o (de momento) los Talking Heads, y en terrenos más cercanos es recurrente el de Mecano. Y, ante ellos, algún regreso “natural” como los directos ahora anunciados de El Último de la Fila.
El escenario, en cualquier caso, es polifacético, porque también está el aficionado digamos veterano, que no traga o no le gusta la oferta actual musical y mira hacia aquello que sí le encantaba y que le sigue encantando (solo hay que constatar las numerosas y razonablemente lucrativas bandas de tributo). Se trata de un aficionado que está dispuesto a gastarse su dinero para ver nuevamente a sus ídolos de antaño, que a menudo, como ya no se venden discos, viven del directo, y bastantes veces comprueban que en solitario no les pinta tan bien como se imaginaban. La cruda realidad a menudo pesa más que la coherencia.