The history of sound, una de las películas que se esperaban con ganas en el festival de Cannes, ha dejado al público bastante frío. Y eso que la historia de amor gay dirigida por el sudafricano Oliver Hermanus y protagonizada por Paul Mescal y Josh O'Connor, dos de los actores más prometedores de la actualidad, apuntaba a convertirse en la nueva Brokeback mountain de Ang Lee, de la que se cumplen justamente 20 años de su estreno.
Una comparación de la que el equipo del filme se ha desmarcado, con la sola excepción del tiempo que pasan los personajes en una tienda de campaña. ”Debería haber más películas sobre los matices de las relaciones 'queer'”, ha apuntado Hermanus, que concursa por la Palma de Oro después de participar en el 2011 con Beauty, otro drama homosexual, en la sección Una cierta mirada. El cineasta también abordó el tema en Moffie, más centrada en la homofobia y la represión sexual durante el Apartheid.
O'Connor y Mescal, en la película
Para el irlandés Mescal, que saltó a la fama con la serie Normal people y estuvo nominado a mejor actor por Aftersun, comparar la película con la de Lee resulta “frustrante” y “perezoso”. “Es una película hermosa, pero trata sobre la idea de la represión. En general, creo que la relación que tengo con la película nace del hecho de que es una celebración entre el amor de estos hombres y no la represión de su sexualidad”, constata Mescal, que también ha protagonizado Gladiator II y próximamente será Paul McCartney a las órdenes de Sam Mendes.
El británico O'Connor, que también participa en Cannes liderando el elenco de The mastermind, de Kelly Reichard, estaba ausente en la rueda de prensa porque está rodando la nueva película de Steven Spielberg.
La película celebra la relación de amor de estos dos hombres y no la represión de su sexualidad
The history of sound está basada en la novela homónima de Ben Shattuck y narra la historia de amor entre Lionel y David, dos jóvenes músicos que se conocen en el conservatorio de Boston en 1917 y emprenden juntos un viaje a través de las zonas rurales de Estados Unidos para registrar canciones folk tradicionales con un fonógrafo de cilindros de cera.
La dirección de Hermanus, quien cosechó excelentes críticas con Living, es impecable y muy académica. Destaca la puesta en escena y las imágenes de gran belleza que captura la cámara, pero más allá, la historia adolece de emoción. No hay pasión ni riesgo. Preguntado sobre cómo la película cuestiona la masculinidad tradicional, Mescal señala que “cada vez hay más papeles alejados del hombre alfa”, aunque no piensa que la cinta busque necesariamente redefinir la masculinidad, de la que no tiene una definición fija, porque “está siempre cambiando”.
Paul Mescal en la película
El proyecto se desarrolló en los últimos cinco años y tanto el director como el actor destacaron el ambiente “divertido” del rodaje -sobre todo gracias al carácter bromista de O'Connor-, pese al tono melancólico del relato. “Josh es la persona con la que más fácil es construir química”, admite Mescal, para quien fue fundamental que trabajaran una confianza previa a la hora de rodar las escenas de amor, muy recatadas si se comparan con las de Brokeback mountain o las que protagonizó el mismo Mescal con Andrew Scott en Desconocidos.
Respecto a la música y las canciones folk que suenan en el filme, como 'Silver dagger', Mescal sostiene que las melodías le resultaban familiares porque le recordaban a las que escuchaba en su infancia en Irlanda. El actor, de 29 años, confesó que cuando recibió el proyecto tenía 24 años y, de haberse rodado entonces, su interpretación habría sido “muy distinta”, porque su vida ha cambiado.
Paul Mescal y Oliver Hermanus durante el photocall
Asimismo, resaltó que el desafío más grande fue actuar con la “contención” que pedía Hermanus para la historia, ya que el cineasta no quería un tono que empujara las emociones hacia la audiencia. “Lo que me pareció tan conmovedor del guion es que nunca se describe realmente con palabras, se describe con acciones y cosas que no ves... Eso es algo que he aprendido en mi propia vida, la amabilidad está tremendamente subestimada en las relaciones románticas y debería celebrarse”.


