Me alegra el reciente reconocimento internacional que está disfrutando Meredith Monk (Nueva York, 1942) a sus 82 años. Esta primavera ha recibido el León de Oro que otorga la Bienal de Venecia. Se premia su faceta musical, la más brillante de esta compositora, cantante, pianista, coreógrafa, directora de teatro, cine y ópera, actriz, bailarina y artista plástica con diversos medios (dibujo, performance, instalaciones, vídeo). ¡Entre otras cosas!
Monk es una artista de vanguardia, libre y exploradora. Su contribución no desmerece junto a las de sus colegas en músicas y coreografías minimalistas e hipnóticas: compañeros de viaje como Steve Reich, Philip Glass, Robert Wilson, incluso Merce Cunningham y John Cage, o también la creadora de danza-teatro Pina Bausch, o alumnos aventajados como el Carles Santos más arrauxat , el talking head David Byrne en modo coreográfico o la más joven islandesa Björk, quien hizo una espléndida versión de una de sus mejores canciones, Gotham Lullaby (1981).
Monk es compositora, cantante, pianista, coreógrafa, directora de teatro, cine y ópera, actriz, bailarina y artista plástica con diversos medios (dibujo, performance, instalaciones, vídeo). ¡Entre otras cosas!
A la influyente, imitada y plagiada, a la profunda, divertida y aún demasiado desconocida Meredith Monk le está llegando por fin el reconocimiento, tardío porque ella es una creadora genuina y no una artista arribista. Y estamos de suerte, pues por fin se ha realizado un estupendo documental sobre su obra y su trayectoria, Monk in pieces (2025), firmado por David C. Roberts y Billy Shebar, que se presentó como primicia en España en el reciente festival Docs Barcelona. A esta clase de artistas hay que descubrirlos por exploración, pues carecen de actitud publicitaria. Yo la descubrí en 1981, en París, recién publicado su álbum Dolmen Music . Recuerdo que a Santiago Auserón le encantó Gotham Lullaby cuando se la hice escuchar en los días en que filmábamos el videoclip Tormenta de arena . El talento y la originalidad de Monk eran y son tan evidentes que cuesta entender que no sea mucho más conocida a nivel internacional. Ni ella ni tampoco otros autores que desde los años ochenta han realizado obras y óperas vanguardistas espléndidas, como Robert Ashley, han podido todavía ser vistos y escuchados en el Macba y en el Liceu de Barcelona.
En la oferta de las galerías de arte barcelonesas durante este final de primavera destacan las pinturas recientes de Marria Pratts en Mayoral, las de Leticia Feduchi y Marcos Palazzi en la sala Parés, los juegos conceptuales de Iñaki Bonillas en ProjecteSD, los soldados vintage , pero actuales, de Miralda en Senda, las fotos erótico-perversas de Araki en Carles Taché y la muestra histórica Els anys 20 , en Marc Domènech. Esta reúne obras de un periodo que se caracterizó por un retorno al orden tradicional, tras las rupturas de las vanguardias. Ese paso atrás estético tuvo un correlato político reaccionario y violento, la irrupción de un nuevo orden totalitario que provocó el caos máximo: la guerra iniciada por los nazis. Así que: ojo con el orden sin armonía. Y con las armonías superficiales, empleadas como máscara y disfraz.
La exposición incluye pinturas, dibujos y esculturas de Le Corbusier, Lipchitz, Miró, Torres-García y otros. Merece especial atención La belle vie , un óleo de Amédée Ozenfant que expresa buena convivencia y felicidad compartida, realizado justo en 1929, el año del crack económico. Las figuras que nadan o flotan en el agua pueden recordar a algunas pinturas de la antigua Grecia, de Creta, Santorin o Paestum, o incluso a esas figuras de felicidad que, en la película El paciente inglés , descubren los protagonistas en una cueva, pintadas, justo cuando su aventura se convierte en desventura.
Y Mariscal expone en Dry Martini, como ya hizo Maria Espeus en su muestra de retratos ochenteros Hola! Barcelona . Mariscal ha repoblado la coctelería con sus pinturas, dibujos, esculturas y cerámicas, protagonizadas por gente garriri –sus alteregos mediterráneos y disfrutones- y por personajes como los Golfos Apandadores, a quienes podemos contemplar mientras suena These foolish things .




