Debe de hacer unos cuantos años que Manuel Baixauli (Sueca, 1963) no se examina, pero el escritor valenciano ha aprobado este jueves la revisión anual que el Institut d’Estudis Catalans (IEC) hace del Premi Òmnium, en este caso la novela Cavall, atleta, ocell (Periscopi), en una conversación con su corrector, Andreu Sentí, y los miembros de la Secció Filològica del IEC Màrius Serra y Magí Camps.
Ha introducido el acto el presidente de la Filològica, Nicolau Dols, que ha hecho referencia al artefacto literario de Baixauli –bueno, específicamente al que en la novela crea el protagonista, Alapont– para recordar que también la literatura y la lengua catalanas tienen “componentes para engrasar la criatura”, como sean la gramática, la ortografía o una más nueva como la ortoepía –que el diccionario del IEC define como la “rama de la gramática normativa que establece la forma correcta de expresión, especialmente en la lengua hablada”–.
Y ha sido hablando con Baixauli que Serra ha dirigido una primera parte dedicada a analizar el contenido de la novela. Un examen oral, claro, y el autor y pintor de Sueca lo ha pasado con nota explicando el origen de su libro –como ya informamos en su día– y como escribe sin mapa: “No tengo ideas previas, voy a ciegas y las cosas me las voy encontrando”. Sí tiene claro, en cambio, que la creatividad y la imaginación son características de todos los oficios, también de los artesanos como Alapont, porque “todos somos artistas potenciales”. Baixauli ha recordado que se hizo “escritor sin querer”: “Tenía amigos escritores que iban a viajes y congresos, así que me apunté a la Associació de Joves Escriptors y para pedir una beca escribí unos cuentos. Me la dieron y escribí unos cuantos más, pero para presentarme a un premio aún hacían falta algunos, y así escribí Espiral (Proa, 2010)”, una obra que a pesar de los años que han pasado todavía le da réditos, aunque sea haciendo aparecer elementos en otros libros, como este Cavall, atleta, ocell, en que también salen personajes e ingredientes de otras obras suyas, tan imaginativos como edificios que viajan, porque, ha asegurado, “en la literatura te lo puedes permitir todo, y yo escribo para divertirme”.
El escritor ha hablado de su sorpresa por como esta novela ha sido muy leída en su pueblo, considerando que “excepto en Sueca, no soy un profeta en mi tierra, donde se me ha tratado muy bien es en Catalunya, que es donde he tenido éxito”. Tanto que si antes se definía como un pintor que escribe, ahora ya se considera un escritor que pinta.
“¿Volvemos a empezar?”, ha preguntado el escritor de Sueca acabado el acto: se lo debe haber pasado bien
La segunda parte ha empezado con Camps preguntándole a Baixauli sobre su modelo de lengua, y el autor ha recordado que no recibió nunca clases de valenciano, “no tenía ni idea”, de modo que al principio se armó con diccionarios y gramáticas, y su modelo es “lo que me suena bien, que no es una lengua pura porque hago mezclas”, con el habla de su pueblo y un estándar muy marcado por la variante oriental, enriquecida progresivamente con otros autores valencianos y traducciones de Joan Francesc Mira o Vicent Alonso, y de vez en cuando algún arcaísmo. Su corrector, Sentí, ha asentido para asegurar que “Baixauli ya escribe bien y pone el trabajo fácil, con un estándar culto pero no purista”. “Es muy consciente del estilo, y muy coherente”, ha concluido. El autor también ha recordado que cuando escribe “pienso en escenas y lo veo como una película, soy muy visual” –en la novela, el hijo del carpintero, Aristides, se dedicará al cine–, pero al fin y al cabo la literatura, para que sea verosímil, necesita mucho artificio, pero que no sea superficial”.
Blanca de Llobet, miembro de la junta de Òmnium Cultural, ha cerrado el acto satisfecha porque desde la entidad “se ha sembrado una semilla que ha germinado dando un nuevo impulso a muchas novelas”. Cuando ella ha dado el acto por acabado, quizá inseguro sobre si había aprobado o no –o quizá simplemente se lo había pasado bien–, Baixauli ha preguntado: “¿Volvemos a empezar?”.