Las capas de una cebolla gigantesca

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Las capas de una cebolla gigantesca
Periodista

El asunto parte hoy de un contrasentido: cómo diablos se prepara una charla que versa sobre la improvisación en el arte. ¿Qué haces? ¿Planificas la intervención, o vas soltando al aire lo que te pase por la cabeza, como quien vuela una cometa? Pues bien, en este zarzal se metieron, el domingo, el escritor Jordi Puntí y la pianista y cantante Lucia Fumero durante un vermut poético en CaixaForum, en la terraza modernista que diseñó Puig i Cadafalch. Caía el sol a rodajas.

Bajo las sombrillas de lona blanca se han acomodado la novelista Stefanie Kremser, la poeta Xènia Dyakonova, la editora Isabel Obiols y el catedrático Joan Subirats, quienes se dejan mecer por la corriente musical de una intro de Fumero, un camino improvisado que desemboca en un tema del compositor cubano Bola de Nieve. Los ojos de Puntí observan hipnotizados las manos de su contertulia sobre el teclado, mientras que una servidora no puede apartar la mirada del pie descalzo que acciona el pedal del piano eléctrico. Ligereza y exactitud a un tiempo.

El arte de la improvisación, según el escritor Jordi Puntí y la pianista Lucia Fumero

El autor de Confeti, novela sobre la novelesca vida de Xavier Cugat, desgrana frases y reflexiones de músicos y escritores en torno a la creación, desde Miles Davis hasta Stephen King. El quid del asunto, dice Puntí, radica en la reescritura, en ir pasando la garlopa hasta encontrar una voz propia, un estilo, lo que parece de nuevo otra paradoja. La cantante se expresa en parecidos términos mediante la “teoría de la cebolla” que desarrolló su padre, el contrabajista Horacio Fumero: “El arte consiste en ir quitando capas para llegar a uno mismo, para escuchar tu propia voz”.

Puntí lee un fragmento de su novela Maletes perdudes, una escena donde los personajes toman LSD durante una travesía en ferry (y con tormenta) por el canal de la Mancha, cuestión esta que nos lleva a la presentación, el martes, de la novela lisérgica Cosetes (Periscopi), Cositas (Seix Barral), de Benoît Coquil. Un texto fúngico sobre la chamana mexicana María Sabina, el hongo Psilocybe (nace en los maizales y en los prados, sobre las bostas de las vacas) y la traición que, en los años cincuenta, infligieron Gordon y Valentina Wasson, una pareja norteamericana aficionada a la micología. La sacerdotisa mazateca llamaba “cositas”, “angelitos” o “niños santos” a esas setas alucinógenas que la transportaban a un estado alterado de la conciencia.

VERMUT POÉTICO CON JORDI PUNTI Y LUCIA FUMERO

Lucia Fumero, al teclado, y Jordi Puntí, en el vermut poético sobre la improvisación

Mané Espinosa

El maestro de ceremonias, el escritor Martí Sales, hace pasar un buen rato al respetable que acude al reino de Taifa Llibres, hablando de Jefferson Airplane y su conejo blanco, del antropólogo Josep Maria Fericgla y de la distinción entre pueblos micófobos y micófilos, como el catalán. Alguien nombra los rovellons.

A partir de ahí, la semana abandona su levedad, las botitas aladas del dios Hermes, para adquirir un sesgo grave, duro, casi doliente. Miércoles, librería Finestres: el público acompasa su pulso a una sola respiración mientras atiende los razonamientos del periodista Omar El Akkad sobre el drama palestino y el silencio cómplice de Europa, pesadumbres que ha volcado en su ensayo Algún día todo el mundo habrá querido estar siempre en contra (Libros del Kultrum / L’Altra Editorial). Daniel R. Caruncho acaba de entrevistarlo en estas páginas.

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El jueves, el historiador y profesor en la Complutense Gutmaro Gómez Bravo –el nombre se lo impuso el santoral católico– recorrió un siglo de la historia de España a través de la memoria familiar, de la suya, en el centro cultural La Model. El autor comenzó a grabar a su madre al constatar que esta iba perdiendo las capacidades cognitivas, rastreó los archivos familiares, husmeó en las cartas que se escribieron sus progenitores durante la posguerra e indagó en los claroscuros de su abuelo materno para acabar urdiendo un relato apasionante en Los descendientes (Crítica).

Todas las familias mienten, y cada una miente a su manera. Las españolas mintieron, según Gómez Bravo, acerca del hambre, las depuraciones, la transmisión de la propiedad y el estraperlo tras la guerra. Por olvidar. Por vergüenza. Por mera supervivencia. La historia es también la paciencia de decapar una cebolla gigantesca.

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