Alberto García-Alix: “En los setenta, Barcelona era nuestra meca, soñábamos con estar ahí”

Entrevista

Este domingo ha abierto sus puertas la nueva librería Cabeza de Chorlito en Madrid. De ese modo, el sello de la editora Frédérique Bangerter y el fotógrafo Alberto García-Alix se instala físicamente

El fotógrafo Alberto García-Alix en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC)

El fotógrafo Alberto García-Alix en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC)

EFE

Este domingo al mediodía ha abierto sus puertas la nueva librería Cabeza de Chorlito, en el Rastro de Madrid. De ese modo, el sello de la editora Frédérique Bangerter y el fotógrafo Alberto García-Alix, que acaba de publicar el segundo volumen de su Archivo Nómada (fotografía reunida), se instala físicamente en la topografía que hace 45 años unió el underground de Barcelona con la incipiente Movida madrileña. Hablamos sobre García Alix sobre esas conexiones.

Mi habitación en Barcelona es una de las fotos más famosas de Alberto García-Alix. Tomada en 1978, forma parte de la colección Mapfre y muestra parcialmente una cama desecha y, sobre todo, el bidet, el lavamanos y el espejo de uno de aquellos cuartos del hotel del Pi que se alquilaban a prostitutas. Documenta una de sus frecuentes estancias en la Ciudad Condal, donde venía atraído por la energía contracultural, que después se trasladó a Madrid y dio lugar a la Movida. Desde que publicó sus primeras fotografías en la revista Star, ha mantenido una relación estrecha con Barcelona, en parte gracias a que Pepe Font de Mora es uno de sus coleccionistas, como atestigua el archivo de Foto Colectania.

Este madrileño multitatuado de 69 años, Premio Nacional de Fotografía y medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes, durante los últimos meses ha venido en tren al centro del Born y a la exposición de Javier Inés Barcelona Universal KGB, de la galería Rocio SantaCruz; y en su Harley-Davidson, de camino y de regreso de Menorca, donde expuso hasta el 31 de mayo en la galería Albarrán Bourdais. Volvió precisamente el día del gran apagón, cuando estuvo a punto de quedarse sin gasolina, sin entender por qué todas las estaciones de servicio estaban cerradas, y acabó pernoctando en la última cama disponible de un hotel de Lleida. También ha presentado aquí los dos volúmenes de su Archivo Nómada (Editorial Cabeza de Chorlito), que han reunido su producción –siempre en blanco y negro– de 1975 hasta 1986. 1500 páginas que retratan un mundo íntimo, en el contexto de un país y su transición entre dos épocas.

¿Cómo ha sido su último viaje?

He estado viajando dos semanas por España, haciéndole fotos a La Perra Blanco, que es una artista bestial, visitando a amigos en varios lugares y pasando unos días en Solo Houses, que mis galeristas, Eva Albarrán y Christian Bourdais, han construido cerca del Delta del Ebro. Me he sentido allí muy solo, nos hemos desacostumbrado de la soledad, ha sido interesante volver a encontrarme con ella. Y seis días en Menorca. En total han sido 3500 kilómetros en la moto.

¿Cuántas fotos hay en los dos primeros volúmenes del Archivo Nómada? ¿Cuántas de ellas son de Barcelona?

Pues son casi 4500 fotos y a lo mejor hay sólo 30 o 40 fotos de Barcelona, pero eso no significa que no fuera importante para mí en los años 70. Era nuestra meca, una ciudad con más nivel, abierta a Europa. Había que ir allí para saber qué estaba pasando en fotografía y en cómic y, además, nos pagaban por nuestro trabajo. Soñábamos con estar en Barcelona. En el 79 tuve que volver a Madrid, porque tenía hepatitis B y después me llamaron a filas. Yo creo que fue en parte por el nacionalismo catalán que se apagó un poco la ciudad y Madrid aprovechó para ocupar su lugar. Después, con los Juegos Olímpicos, volvió a ser el centro de la cultura, pero le pasó de nuevo lo mismo, en mi percepción, como si nunca acabara de cuajar. Es raro, porque siempre hubo en Barcelona mayor nivel cultural que en Madrid.

Ha mantenido un contacto fluido desde entonces con Barcelona…

Sí, fui el primer fotógrafo al que le compraron fotos en Foto Colectania, una colección muy importante para entender la fotografía española. Es la única institución que tiene mis tres videos. Es una pena que no sea casi conocida en el resto del país. En diciembre di allí mi conferencia La ausencia como estímulo, que he dado ahora en Menorca, en la que leo un texto mientras proyecto 68 imágenes…

Varias de ellas son autorretratos y retratos, del poeta Juan Barja, de la actriz Marisa Paredes... Y en el Archivo nómada sobre todo encontramos caras. ¿De dónde viene esa fascinación?

Entre 1975 y 1986 todavía no me dedicaba profesionalmente a la fotografía. Quería construir mi mundo propio, de la gente que me rodeaba. No me interesaban los paisajes, sólo la gente y como mucho la calle. Después he seguido retratando a mis amigos y, también, he aceptado retratos de encargo, pero en todas mis fotos, también en las comerciales, estoy yo.

¿Por qué has publicado todas las fotos que hiciste aquellos años y no una selección?

Frédérique Bangerter, mi compañera en la editorial Cabeza de Chorlito, que es la comisaria del proyecto, me convenció de que fueran todas, no sólo las mejores. Y tenía razón, ha sido un éxito, se ha vendido muy bien, sobre todo fuera. La primera edición está casi agotada. Esos dos libros sostienen toda la editorial, junto con Moto, que es nuestro superventas.

¿Cómo va a proseguir el Archivo Nómada?

Faltan las imágenes en color, tengo muchas, en diapositiva, aunque me da mucha rabia porque muchas no las recogí de las redacciones de las revistas, porque no les daban valor y se las quedaban. Fred también quiere hacer otros libros temáticos: además del color, trabajos de moda, viajes (Marruecos, China, Costa Rica, Indonesia…). Se ordenarían por años, pero ya no serían todas las fotos de una época.

Siempre has tenido relación con los libros, y no sólo como lector.

En los 70 editaba con Ceesepe cómic underground, en la Cascorro Factory, un sello pirata. Y cuando empecé a ganar dinero en los 80 y al final de la década creé la revista El canto de la tripulación, cuyo archivo forma parte ahora del Archivo Lafuente, duró casi diez años. Cabeza de Chorlito nació en 2012 y ahora vamos a abrir una librería con el mismo nombre, en el Rastro, con las máquinas de Fred de impresión, de risografía, para generar un nuevo punto de encuentro.

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