The Cult
Lugar y fecha: Poble Espanyol (27/VI/2025)
En la variada programación del festival Alma no falta algún grupo de rock duro. Pero no siempre aciertan. Comparado con el gran concierto que ofrecieron el año pasado Queens Of The Stone Age en el mismo escenario, el del grupo británico The Cult no pasó de mero revival. Todo lo que en la banda de Josh Homme era creatividad, en el cuarteto que lideran Ian Astbury (voz) y Billy Duffy (guitarra) es un vivir de los laureles del pasado, sin ofrecer espectáculo añadido a la música, con un sonido mediocre y una duración que, contando el bis, solo alcanzó la hora y diez minutos.
Todo lo que en la banda de Josh Homme era creatividad, en el cuarteto que lideran Ian Astbury (voz) y Billy Duffy (guitarra) es un vivir de los laureles del pasado
Que The Cult ya hace tiempo no aportan nada al panorama musical, aunque sigan publicando discos, el último Under the midnight sun (2022), se hizo evidente en lo que les costó arrancar el concierto. En la inicial In the clouds parecía que literalmente estuvieran en las nubes -aunque la letra hable de liberar la mente y buscar la paz interior-, con la guitarra comiéndose la voz. En la continuación, con la mística y metafórica Rise, los riffs de Duffy con el pedal de distorsión al máximo ya sentaron el mood. La fórmula de rock duro mondo y lirondo muy años setenta se adueñó de Wild flowers. De la habitual pandereta Astbury se pasó a las maracas en The witch, para invocar la capacidad de seducción y su conexión con lo oculto de una bruja enigmática y poderosa, en un vudú rock con cierto groove.
La parte central discurrió con la amazacotada Hollow man, un War (The process) en el que mostraron su faceta más gótica y dos temas lentos anodinos como Edie (Ciao baby) y C.O.T.A.. Este último, cuyas siglas significan Communion of the animals, pasa por su tema ecológico ya que la letra habla de las consecuencias de la desconexión entre los humanos y la naturaleza. El medio tiempo Mirror tampoco ayudó a levantar los ánimos.
Tuvo que llegar Ressurection Joe y el lírico solo de Billy Duffy, luciendo una imponente guitarra blanca de semicaja, para entrar en la fase en la que sonaron los grandes éxitos, entre la algarabía de unos fans que no llenaron la plaza. Como los riffs abrasivos y la voz chillona que corona Rain, un Spiritwalker con mensaje naíf sobre la belleza de la vida y el gran colofón, a lo stadium rock, con She sells sanctuary, una canción de 1985 que parece influenciada por U2. Para la fiesta del bis se reservaron Fire woman, celebrado tema hard-rock que explora la intensidad del deseo y la atracción, y el gran final con Love removal machine, el himno que les produjo Rick Rubin, muy en la onda del rock duro de la vieja escuela de Free.