Marcus Miller llena el Pirineo de contagioso ‘groove’

Música

El compositor, productor y bajista hizo suya anoche la sala Prat del Roure de Escaldes-Engordany, un día después del levantamiento de telón a cargo del trompetista Erik Truffaz en el mismo escenario

Marcus Miller, ayer, en el Festival Internacional de Jazz d’Andorra Escaldes-Engordany

Marcus Miller, ayer, en el Festival Internacional de Jazz d’Andorra Escaldes-Engordany

Festival Internacional de Jazz

El neoyorquino Marcus Miller dejó su impronta en el Festival Internacional de Jazz d’Andorra Escaldes-Engordany con un concierto que justificó plenamente el áurea que le rodea y su condición de cabeza de cartel. El compositor, productor y bajista hizo suya anoche la sala Prat del Roure de Escaldes-Engordany, un día después del levantamiento de telón a cargo del trompetista Erik Truffaz en el mismo escenario.

Puntualmente a las nueve de la noche, el que también fuera colaborador muy cercano de Miles Davis, Bill Withers, Herbie Hancock o Luther Vandross abrió la espita de su arte y ritmo, compartiéndolo durante una hora y tres cuartos con los aficionados que casi llenaban el Prat del Roure (oficialmente, 648 entradas vendidas de 695). Y bien que hicieron porque aquello devino una velada tan memorable como satisfactoria desde el mismo momento en que apareció el considerado uno de los mejores bajistas eléctricos de jazz, soul, funk y r’n’b.

Unos días antes del concierto, Miller había adelantado a este diario que “como hace mucho tiempo que no voy a Andorra, vamos a hacer un poco de todo, cosas que la gente quizá recuerde de mi época con Miles, algunos temas nuevos en los que estoy trabajando ahora, y todo lo demás para volver a familiarizarnos con el público”. Y es verdad: entre una parte del público asistente (impaciente y feliz) algunos recordaban su paso por el festival de jazz andorrano, en una lejana primera etapa hace más de treinta años.

Arropado con sólida y a menudo espectacular eficacia por Xavier Gordon (teclado), Donald Haye (saxo), Anwar Marshall (batería) y Russell Gunn (trompeta), Miller desgranó –ataviado con su inseperable gorra de principio a fin- en torno a una decena de composiciones, arrancando con un Panther que en su parte final recordó las atmósferas sonoras de Weather Report. Casi sin parar entró en liza Red baron, un corte de Billy Cobham y que le sirvió para entablar su primer dialogo con el saxo Haye. Fascinante. Y a continuación con el teclista Gordon. Igual de fascinante. Allí ya se pudo comprobar la extraordinaria calidad y pulso de ambos instrumentistas, parte básica el desarrollo de las piezas interpretadas. De hecho, Miller calificó en un momento dado de la noche a Xavier Gordon de “genial”.

Pese a la intensidad y excelencia que recorrió la velada, uno de los puntos álgidos de la misma la protagonizó Gorée, un tema inspirado en la isla del mismo nombre situado en la costa senegalesa y que visitó hace unos años durante una gira. Es un enclave símbolo del tráfico en su día de esclavos al otro lado del Atlántico y que a él le sirvió para componer una música con la que no olvidarse nunca de aquella desdicha y, también, para “estar atentos a lo que pasa ahora en el mundo”. Todo esto lo explicó visiblemente emocionado y, además, aprovechó para tocar también el clarinete bajo.

El listado oficial de temas lo cerró con un clásico como Tutu, la obra maestra en homenaje a Desmond Tutu que compuso y produjo el bajista en el álbum homónimo de Miles Davis. Un viaje al pasado muy presente que Miller cerró con un merecido mano a mano con el batería Anwar Marshall, quizás el instrumentista menos proclive a los solos. El telón definitivo se echó cuando volvieron rápidamente a escena para dar vida a Run for cover, escrito por él para el álbum Voyeur de David Sanbourn aparecido en 1981… y que sonó como si fuera de hoy mismo. En fin ¡qué noche la de aquel viernes!

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