'The hours' (★★★★✩), brutal zodiaco doméstico

Crítica de teatro

La directora Eline Arbo estrena la adaptación de la novela de Cunningham con el propósito de que se visibilice la mirada masculina del autor sobre las mujeres

Festival Grec The Hours Michael

Festival Grec, 'The hours'. 

Cedida)

La promesa de un día perfecto -como la canción de Lou Reed- para tres mujeres, en 1923, 1949 y 1998. Tres escenarios ligados por la novela Mrs Dalloway, de Virginia Woolf. Esta es la premisa de otra célebre novela: The hours, de Michael Cunningham. En el 2002 se adaptó con éxito al cine y en el 2022 se estrenó la ópera de Kevin Puts. Un año antes, Eline Arbo, nueva directora artística del International Theater Amsterdam (ITA), estrena su adaptación escénica con una decisión dramatúrgica clave: visibilizar la mirada masculina del autor sobre las mujeres. Gesto obligado para una directora con gran consciencia política sobre género.

Empieza la obra y el autor (Steven Van Watermeulen) ocupa el centro del escenario, mientras en las sombras se empieza a mover un anillo giratorio dispuesto como un zodiaco doméstico. Allí aguardan el amanecer las tres protagonistas. Esa voz tendrá una presencia notable cada vez que el peso de la literatura de Cunningham se imponga sin ambages sobre una teatralidad que juega libremente con las convenciones. Todo el montaje de Arbo radica en ese balance entre diferentes tonos y lenguajes. A veces la expresión es fría y distante, otras abruptamente intensa, y esos grados se expresan tanto a través de una narrativa literaria pura o una solución inconfundiblemente teatral.

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El público tiene que acomodarse a esa convivencia, pero cuando la personal afinación de Arbo se hace familiar -la música es imprescindible en todos sus proyectos- la función provoca una atención intensa que sólo se hace notar cuando la directora para en seco la energía instalada en el escenario. Entonces el público se percata de su profundo estado de abducción. Contribuye también a este proceso sibilino la lenta curva ascendente de las interpretaciones. Primero situaciones intrascendentes, luego algún atisbo de insatisfacción vital, y al final el estallido de los momentos oscuros de la existencia, los que dominan sobre las horas felices.

Un viaje pausado para que la compañía se exhiba en toda su plenitud, de la contención al torrente emocional. Van Watermeulen es un narrador espléndido, de sutil cadencia radiofónica, como lo es su Richard adulto, el poeta enfermo terminal de sida. Chris Nietvelt es una introspectiva Virginia Woolf que vislumbra -como en cada página de este texto- la posibilidad de la muerte. Ilke Paddenburg es Laura Brown, interpretando a la perfección la tragedia invisible del ideal femenino de la época MacCarthy. Marieke Heebink es una intensa Clarissa Vaughn que sólo encuentra en el pasado el consuelo ante la certeza presente de la muerte. Sobre Jesse Mensah y Hanna van Vliet recae el peso de los personajes secundarios i la música. Ambos una exhibición de multitasking interpretativo.

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