El Festival de Almagro ha arrancado fuerte. Y con mujeres como protagonistas. Con la bailaora Cristina Hoyos, emocionante premio Corral de Comedias, bailando a sus 79 años. O con la inusual dirección del clásico Fuenteovejuna por una mujer, Rakel Camacho, que pone en pie escenas de violencia que parecen sacadas de Mad Max , de una película de zombis o del manicomio de Marat/Sade . Y con el público aplaudiendo el montaje en pie a la una de la mañana. O con A ndrea Jiménez y su premiado Casting Lear, una obra que oscila entre Shakespeare y una terapia familiar en la que la actriz/autora/protagonista se enfrenta cada noche a un actor/rey/padre distinto.
Son solo tres de las muchas propuestas de estos primeros días de un Festival Internacional de Teatro Clásico dirigido por Irene Pardo que se extenderá por los antiguos palacios y teatros de la ciudad manchega que hicieron suya los Fugger, los banqueros alemanes de Carlos V, hasta el 27 de julio. Unas propuestas entre las que hay compañías portuguesas, uruguayas y que tendrá incluso un Don Juan llegado de Shanghai que une el teatro del siglo de oro, la ópera de Mozart y música tradicional china.

Una imagen del 'Don Juan' procedente de Shanghai que se representará en Almagro
El disparo de salida, como cada año, lo dio la entrega a cargo del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, del premio Corral de Comedias, a un mito de la danza española, a Cristina Hoyos, la que fuera la pareja de baile de Antonio Gades dos décadas, la que luego creara su propia compañía, la que irrumpiera con el flamenco la Ópera de París. Una Hoyos que en las tablas del fabuloso Corral de Comedias aseguró que “aún hoy respiro y sueño baile y teatro”.

Cristina Hoyos en el Corral de Comedias tras recoger el premio del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro
Lo dijo antes de comenzar a moverse por el escenario, a bailar con sus manos y sus brazos, sus giros, su elegancia, recitando un poema a Carmen Amaya. La ovación fue antológica. La laudatio fue a cargo del director José Carlos Plaza, que dijo que Hoyos “es generosa, progresista y comprometida” y “ha llenado el mundo de emoción”.
Camacho lleva al pueblo de ‘Fuenteovejuna’ a escenas que oscilan entre ‘Mad Max’ y las hordas de zombis
Apenas dos horas después del premio llegaba al teatro Adolfo Marsillach –un gran teatro al aire libre –, uno de los clásicos del siglo de Oro, la Fuenteovejuna de Lope de Vega, la misma obra que inauguró el recinto en 1993 dirigida por el propio Marsillach. Los tiempos han cambiado y ahora esta historia de violencia, particularmente sobre las mujeres, está dirigida en esta producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico por Rakel Camacho (Albacete, 1979), que ha propuesto un montaje que transita por muchos códigos que van de lo popular a lo gore, pasando por el humor, y que lleva al montaje a lugares y escenas inesperadas.

Una escena de la 'Fuenteovejuna' dirigida por Rakel Camacho
Desde el absurdo que acompaña las apariciones de unos Reyes Católicos –es un momento de cambio de época desde el feudalismo a un poder más centralizado– que alzan cruces fosforito en las manos, a las numerosas canciones y bailes que acompañan las escenas del pueblo. Y a los estallidos de violencia.
Representar la violencia en escena siempre resulta difícil y Camacho logra materializarla. Desde el sufrimiento de Laurencia violada por el Comendador, que lanza su famoso monólogo desnuda y sanguinolenta, a un pueblo que como respuesta se lanza a una violencia casi ritual, vestidos con escuetos restos de ropa destrozada y convertidos en una horda primitiva. Una reflexión sobre el poder y sobre la espiral de la violencia que acaba con la compañía cantando El arado del chileno Víctor Jara, asesinado por Pinochet, que
concluye: “Como el yugo de apretado / tengo el puño esperanzado / porque todo cambiará”.