Hace dos años Carolina Bianchi se drogó en el escenario del Teatre Lliure hasta perder el conocimiento, para simular una violación. La artista brasileña depositaba su cuerpo en manos de su compañía para que simularan aquel hecho traumático. Era La Núvia i el Bona Nit Ventafocs, la primera entrega de la trilogía Cadela força. Ahora regresa al Teatre Lliure, también dentro del festival Grec, para ofrecer hoy y mañana con Cara de Cavalo la segunda parte, The brotherhood (la hermandad).
Durante tres horas, la pieza explora los orígenes de la misoginia centrándose en los pactos, las complicidades y los códigos masculinos que facilitan la violencia sexual y conducen a la agresión y la violación.
Aquí ocupo el lugar de una gran fantasmagoría de mi propia obra, creando un problema entre los hombres que llenan el escenario
“Estoy atravesando este proyecto con mi cuerpo y cada vez lo entiendo más”, declara la artista. “También para ver lo que hace conmigo, con la gente que trabaja conmigo y con la gente que lo ve”. Así como en la primera parte ella era el centro de todo, ahora explica: “Aquí ocupo el lugar de una gran fantasmagoría de mi propia obra, creando un problema entre los hombres que llenan el escenario. Transito como un alma en el purgatorio, para ver dónde va”.
Por ello insiste en que ella no está en el centro: “El corazón del proyecto no soy yo. Trabajo con una perspectiva de confusión, de lo que pasa con este cuerpo en las obras. Pero lo importante es la confusión del arte y el conocimiento, con la agresión”.
“La obra nos saca del sitio donde estamos y nos lleva a otro lugar que no esperábamos –continúa–. Esta dislocación es el que me interesa. Me gusta colocar sobre el escenario muchas preguntas que no tienen respuesta. Me gusta trabajar con las herramientas de la teatralidad para provocar esa inestabilidad y esas preguntas sin respuestas. En cada espectáculo hay una jornada y tiene una vida muy particular”.
“Saco la mirada de mí del centro de algo y la pongo fuera para ver la historia del arte –añade–. También hay mucho de la historia del teatro. Cuando lo escribía, leía La gaviota de Chéjov, donde explica cómo era el teatro en aquel momento. Y yo quiero hablar de la historia del teatro, del arte, con esta violencia y de quién tiene el poder y decide cómo posicionarse”.
“Tengo una relación erótica, sexual, con la historia teatral”, concluye Bianchi.