De Gaudí a Dalí, un paseo por seis casas-museo con la esencia de sus creadores

Arte y memoria

También recorremos la Vil·la Joana de Verdaguer, el Cau Ferrat de Santiago Rusiñol y los hogares respectivos de Joan Maragall y Pau Casals

foto GORKA URRESOLA ELVIRA 14/08/2025 Fotografías de la Casa Museo Cau Ferrat de Santiago Rusiñol en Sitges para apertura de cultura. El Museo del Cau Ferrat, ubicado en Sitges, es un museo biográfico localizado en la casa-taller del pintor y escritor Santiago Rusiñol, una de las figuras destacadas del modernismo en Cataluña.

El museo del Cau Ferrat, en Sitges, fue la casa-taller de Santiago Rusiñol y el núcleo de una intensa actividad cultural

Gorka Urresola

Es famosa la respuesta de Salvador Dalí cuando le preguntaron qué obra salvaría del Museo del Prado en caso de incendio: “El aire de Las meninas ”, zanjó el pintor. No se refería a un objeto físico, sino a algo intangible. Las casas-museo tienen algo de ese intangible. En Catalunya hay más de una veintena, y su misión no es solo conservar un patrimonio material, sino preservar ese “aire” que ayuda a entender en mayor profundidad la vida y la obra de cada artista. 

A continuación, proponemos seis de ellas: la Vil·la Joana de Verdaguer, el Cau Ferrat de Santiago Rusiñol y las casas-museo de Gaudí, Joan Maragall, Dalí y Pau Casals.

Jacint Verdaguer

Aire de retiro

Jacint Verdaguer pasó aislado sus últimos días, hasta morir en junio de 1902 de tuberculosis en una casa de Collserola. Conocida en el siglo XIX como torre de veraneo, Vil·la Joana tuvo otra vida como sede de las Escuelas Vil·la Joana, un centro pionero en Europa de educación especial. 

Vil·la Joana, la masía en medio del Parc de Collserola y donde murió Jacint Verdaguer

Vil·la Joana, la masía en medio del Parc de Collserola y donde murió Jacint Verdaguer

Juan Manuel Espinosa Doblado

La visita actual recorre parte de la primera planta, donde la vida del poeta se despliega en orden cronológico: la infancia en Folgueroles, el contacto con la naturaleza, su consagración en los Jocs Florals y la coronación como poeta nacional; la crisis espiritual tras su viaje a Tierra Santa y el desgaste de los últimos años. Los objetos y habitaciones —la cámara donde murió, la galería, el escritorio—prolongan el aire de retiro que envolvió al poeta.

Antoni Gaudí

Aire modernista

Antoni Gaudí tuvo su casa dentro del Park Güell durante casi dos décadas, los años de madurez creativa en los que volcó su vida en la Sagrada Familia. Tras su muerte, la vivienda pasó por manos privadas hasta que, en 1963, abrió sus puertas al público como casa-museo. Desde entonces, ha buscado mostrar al visitante un Gaudí más allá del mito arquitectónico: el hombre, el creyente, el diseñador de muebles. 

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Dos visitantes en una de las estancias de la casa-museo Gaudí

Àlex Garcia / Propias

El recorrido incluye estancias recreadas como su dormitorio o su estudio y piezas originales creadas para las casas Batlló, Calvet y Milà. El edificio, en lo alto del parque y de tres plantas, combina áreas de exposición y un mirador de uso interno.

Santiago Rusiñol

Aire de encuentros

Entrar en el Museu del Cau Ferrat de Sitges es hacerlo en la casa-taller de Santiago Rusiñol, donde antes había dos antiguas casas de pescadores. Las paredes están cubiertas por sus pinturas y las de sus contemporáneos, junto a la colección de hierro forjado que él mismo reunió, con piezas que van de la Edad Media al modernismo. 

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Una de las estancias del museo del Cau Ferrat

Gorka Urresola / Propias

Pero más que un taller, este espacio fue un núcleo de actividad: aquí Santiago Rusiñol organizó las Fiestas Modernistas, que atrajeron a artistas de toda Europa y consolidaron a Sitges como un referente cultural de finales del siglo XIX. Sí, todo el museo conserva ese aire: la luz natural que entra por los grandes ventanales, la disposición de las salas y la densidad de objetos transmiten esta misma energía que convirtió al Cau Ferrat en un vivo laboratorio de ideas y en un espacio de encuentro y celebración.

Salvador Dalí

Aire onírico

El visitante de la Casa Salvador Dalí entra por el Recibidor del Oso, una bestia que aquí funciona como paragüero, y a su espalda encuentra un búho disecado. La casa se despliega a partir de este punto en un entramado de pasillos y habitaciones. En Portlligat, junto al paisaje que tantas veces sirvió de fondo a sus lienzos, se erige la que fuera residencia de Salvador Dalí desde 1930 hasta la muerte de Gala en 1982. Una suerte de laberinto doméstico puramente surrealista que refleja la obsesión del artista por el detalle y el perfecto desorden. 

La casa-museo de Salvador Dalí

La casa-museo de Salvador Dalí

La Vanguardia

El taller conserva los utensilios que muestran la rutina obsesiva del pintor. Junto a él, la Habitación de los Modelos guarda herramientas ópticas y un pequeño busto de Nerón, inspiración para su obra Desmaterialización de la nariz de Nerón (1947). La Sala Oval, espacio privado de Gala, fue construida para la lectura y las visitas distinguidas: se accede al atravesar el vestidor repleto de fotografías y recortes que documentan la intensa vida social de la pareja. Todo el espacio está salpicado de huevos, cabezas y esculturas, incluido el Cristo de los Escombros, elaborado con restos de un diluvio.

Joan Maragall

Aire señorial

La Casa-Museo de Joan Maragall guarda en el barrio de Sant Gervasi de Barcelona, entre muebles isabelinos, el archivo que preserva su obra. El poeta vivió aquí los últimos 12 años de su vida. Fue su viuda, Clara Noble, quien impulsó la primera edición de sus obras completas y organizó el fondo documental, que hoy está adscrito a la Biblioteca de Catalunya y combina su función como centro de investigación con la de museo. Conserva estancias como el recibidor, el salón noble, el comedor, el despacho y dos dormitorios. 

Casa - museu Joan Maragall

La casa-museo Joan Maragall, en una imagen de archivo

Propias

El visitante encuentra el mobiliario original, fotografías familiares y una colección de pintura modernista con firmas como Rusiñol o Casas. El archivo alberga más de un millar de manuscritos, un epistolario, primeras ediciones, traducciones del propio autor y su biblioteca personal. 

Buena parte del fondo está digitalizado, pero la experiencia de recorrer la casa aporta otra dimensión: las estancias transmiten la atmósfera en la que Maragall escribió sus artículos, versos y discursos, y donde aterrizó su idea de la “palabra viva”. Fuera, un inmenso jardín de tilos y cipreses, con ese aire señorial de finales del siglo XIX.

Pau Casals

Aire de verano

El violonchelista pasó en una casa del litoral de El Vendrell varios veranos acompañado de intérpretes como Enric Granados o Donald F. Tovey. La finca creció: jardín, huerto, alojamientos para invitados y hasta una pista de tenis; en los años treinta, una reforma incluyó una sala de conciertos y la Sala del Vigatà, con pinturas del siglo XVIII, además de una galería de esculturas con piezas de Josep Clarà y Josep Llimona. Casals apenas pudo disfrutar estas mejoras: partió al exilio y la casa quedó en manos de su hermano. En 1972 creó la fundación que lleva su nombre y dos años después se abrió como casa-museo Pau Casals. 

Fachada de la casa de Pau Casals

Fachada de la casa de Pau Casals

Joan Grífols

El edificio conserva su porche de arcos de medio punto y un jardín lateral. En el interior, la colección reúne obras vinculadas a la Sala Parés, además de esculturas, instrumentos o fotografías. Cada sala —la de la Música, la del Sentimiento— responde a un capítulo en la vida del intérprete. 

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El archivo documental, depositado en el Arxiu Nacional, incluye el epistolario que da cuenta de su relación con la cultura y la política de su tiempo: en Sant Salvador, el visitante halla el retrato de un artista que convirtió el verano en escenario de música y amistad.

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