Después de muchos años, este verano los coches de colores han venido a romper un poco la monotonía del gris, blanco, negro y metalizado que últimamente dominaba las calles y los aparcamientos de las playas. A lo largo de diversas temporadas se han ido acumulando rojos, más o menos sanguinosos y metalizados, azules, casi todos metalizados, algún azul celeste precioso (siempre en coches con matrículas extranjeras), algún amarillo, muy pocos verdes y diferentes tipos de tostado en una gama que va del naranja al cobre.
Ocas en la catedral de Barcelona
Tengo la teoría que los colores de coche aburridos son un síntoma de la tristeza del hipercapitalismo y de la tendencia a tomarnos demasiado en serio que cada vez más tenemos todos. Lo que hace explotar la cabeza es que mientras vamos por el mundo en esos coches de ministro pasamos el verano vestidos con una ropa de licra que parecemos payasos. Eh! Yo siempre a favor de la licra chillona. Lo que no entiendo es que puedas ir con esas licras en un coche negro metalizado.
El verano ha traído un retorno esperadísimo: el color de mierda de oca. ¡Menos mal! Era un color clásico de los coches de los años setenta: un color como de mostaza aguada que destacaba en una época de predominio de los colores suaves y apastelados. Recuerdo que el taxista de Arbúcies, Fermín, tenía un Renault 12 de un color de baldosa de cocina muy bonito. Y que, al lado, el MG de mi tío, color de mierda de oca, daba el cante. Los Renault 6 que corrían por casa eran verdes y azules sin reflejos metálicos: como los colores de una blusa para llevar en una boda.
Pensaba, sinceramente, que encontraría más literatura sobre el color de mierda de oca. Pero no hay mucha. En el Papitu aparece una vez, en un repertorio de apodos de Santa Coloma de Farners: “fuig d’aquí, Merda d’oca!”. Y en El Be Negre , en una parodia del estilo de Josep Pla: “A mi Torroella sempre m’ha agradat. Les hortes tenen un color de merda d’oca treballat”. Que bueno. La mierda de oca es una cosa más bien fluida, porque el sistema digestivo de las ocas es tan simple que no permite grandes elaboraciones gástricas. Una mierda de oca trabajada es un oxímoron planiano extraordinario.
El verano ha traído un retorno esperadísimo: el color de mierda de oca. ¡Menos mal!
El color de mierda de oca forma parte de la tradición de humorismo escatológico del país que, frente a los paisajes y bienes más idealizados -las huertas de Torroella de Montgrí o un coche MG fabricado en Pamplona con licencia Leyland- suelta un chorro de caca líquida. A mi tío no le gustaba nada que dijéramos que su coche querido era de color de mierda de oca y nos lo tenía prohibido.
Tengo localizado un Peugeot 408 de color de mierda de oca que aparca al mediodía en una urbanización cerca de la playa. Saco una foto de la carrocería con Google Lens a ver qué dice y me da tres opciones de nombre: Cadmium Yellow (amarillo cadmio), Sunflower Gold (girasol dorado) y Sunset Yellow (amarillo atardecer). Viva la escatología catalana, francamente.